El gobierno de Abdalá Bucaram en Ecuador, que duró apenas seis meses, del 10 de agosto del ‘96 al 7 de febrero del ‘97. El congreso de su país le dio la patada arguyendo su supuesta ‘incapacidad mental’. Su gestión como presidente se caracterizó por su alto nivel de corrupción, una política económica de rigurosa austeridad y por la excentricidad de algunos de sus caprichos, como el ofrecer conciertos de rock en el palacio presidencial o contratar a Maradona por un millón de dólares para jugar una noche en su equipo de fútbol. También impulsó la carrera profesional de su hijo como futbolista de elite, quien a pesar de sus precarias condiciones deportivas, llegó a jugar para clubes importantes como el mítico Chacarita Juniors de Argentina, el Barcelona de Guayaquil, Santa Rita de Ecuador, Colo Colo de Chile o Alianza de Uruguay.
Desde que ostentó su primer cargo público, a los 28 años, como intendente de la policía de Guayaquil, Bucaram se convertiría en uno de los personajes favoritos de los medios de comunicación. El día en que asumió el puesto de gendarme inició una redada moralista cargada de furor religioso contra prostitutas y homosexuales que finalizaría con un desfile grotesco en el que él mismo incitaría a sus fervientes seguidores a lanzar insultos, burlas y objetos a los detenidos.
Fue el comienzo de una carrera política marcada por la obscenidad y la desfachatez. Años más tarde, tras dos intentos de alcanzar la presidencia y sendos exilios (el primero producto de un escándalo de corrupción y el segundo a raíz de una demanda de las Fuerzas Armadas a las que había calificado de ineficientes porque solo servían para desfilar), Abdalá Bucaram se convertiría en presidente de Ecuador.
Poco tardaron en salir a la luz pública los primeros casos de corrupción que escandalizarían a buena parte de la población ecuatoriana. Fue entonces cuando, en un esfuerzo por desviar la atención, Abdalá hizo lo que mejor se le daba: ser él mismo, desbarrar y pasarse por el forro todo lo que dijeran de él. Su primer amenidad fue lanzar su debut discográfico, “El loco que ama”, álbum que constaba de 13 canciones de pop y rock interpretadas por él mismo, arropado por el grupo uruguayo “Los Iracundos” –sus teloneros musicales en los actos de campaña electoral–. Durante una cumbre iberoamericana en Santiago de Chile se dedicó a repartir CDs entre sus homólogos de otros países dejándolos con los ojos como platos. Imaginaos los jetos de los presidentes en sus coches oficiales, de vuelta al aeropuerto, escuchando hits y dedicatorias como esta:
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Su siguiente operación cortina de humo, otro “brillante” intento de frenar la descomposición de su gobierno, fue la insólita retransmisión por televisión de la depilación de su bigote, dejándolo angosto y cuadrado a lo Adolf Hitler. El tipo se las ingenió para recaudar 746 mil dólares con la absurda performance. El dinero presuntamente fue donado a una fundación encargada de atender a niños enfermos.
Para la hemeroteca ecuatoriana quedarán unas cuantas frases célebres suyas: “Me siento totalmente Rambo”, ¡Soy el loco 00!”, “¡Ya llegó papá más loco que nunca!” o, mi favorita, “Yo soy el candidato de los que rayan con una chapa de cerveza los Mercedes Benz”.