La semana pasada, el comisario de Salud de la Unión Europea, Vytenis Andriukaitis, anunció el lanzamiento de una web y de una ronda de mesas redondas para analizar en los próximos meses los criterios para identificar los denominados disruptores endocrinos.
Es parte del pulso normativo que se libra en Bruselas en torno a estas sustancias -omnipresentes en nuestro día a día- que pueden interferir con los “mensajeros químicos” de nuestro cuerpo: las hormonas naturales. Los ecologistas piden su retirada. La industria defiende su inocuidad en las dosis permitidas. La agencia de seguridad alimentaria europea considera insuficiente la evidencia para prohibirlas. Suecia ha denunciado a la Comisión Europea por retrasar el proceso de su identificación. Apoyan la denuncia 21 países comunitarios y el Parlamento Europeo.
Videos by VICE
Un panel de 16 científicos internacionales las ha calificado de “amenaza global” en un informe de la Organización Mundial de la Salud y el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente. Y, en medio de presiones de unos y otros, la Comisión Europea concluyó el pasado enero una consulta pública sobre el tema y lleva más de un año de retraso para aprobar los citados criterios para su identificación.
Parece un debate técnico en los lejanos despachos de Bruselas, pero se trata de una realidad muy presente en nuestras rutinas. Uno se expone potencialmente a la acción de estos disruptores a diario ya que están presentes en cosméticos, en la ropa, en los juguetes de plástico o en los plaguicidas de la fruta.
Estas sustancias artificiales que alteran nuestro sistema hormonal nos rodean, pero los expertos insisten en no caer en el alarmismo ni sentirse abrumados: en realidad apenas suponen entre 500 y 1.500 de las 140.000 sustancias que existen en el mercado.
“El problema de estas sustancias es que interfieren en el sistema hormonal, que es el encargado del desarrollo embrionario y está relacionado con problemas al alza, como la disminución de la calidad del semen, anomalías en los aparatos reproductores masculino y femenino, cáncer de mama y de próstata, diabetes, obesidad o alteraciones en el sistema neurológico con consecuencias en el comportamiento y aprendizaje infantil”, argumenta a Vice News Dolores Romano, responsable de políticas de sustancias químicas en Ecologistas en Acción, una del centenar de organizaciones europeas que forman la coalición EDC Free Europe.
Niños, adolescentes y embarazadas son los principales grupos de riesgo. Las consecuencias de la exposición en esas etapas de la vida o durante el embarazo pueden aparecer hasta décadas más tarde. De hecho, el primer disruptor identificado -en los años cincuenta del siglo pasado en Estados Unidos- era un estrógeno sintético destinado a evitar abortos espontáneos que influyó en el feto. Sus efectos sólo se manifestaron en la edad adulta.
Estos componentes sintéticos tienen una estructura y comportamiento similares a las hormonas humanas naturales. Esto las permite confundir y sabotear el sistema hormonal, filtrándose en la corriente sanguínea y viajando junto a las hormonas en dirección a los mismos objetivos.
Es el caso del Bisfenol A, que imita al estrógeno, la hormona sexual femenina. Está prohibido en Francia desde este año en contacto con alimentos — una medida que la asociación europea de productores de plástico, Plastics Europe, considera “injustificada” y “desproporcionada” — y en la Unión Europea solamente en los biberones desde 2012. En España, está presente en el antiadherente de las sartenes, en latas de conserva, pinturas, cascos de moto y hasta en el ticket del supermercado — es lo que permite su impresión térmica.
“En un día estamos expuestos a dosis muy bajas de alteradores endocrinos. Se sabe que a esas dosis probablemente no generen problemas. Lo que no se sabe a ciencia cierta son dos cosas: el resultado de la exposición durante, por ejemplo, veinte años y el efecto de la exposición a una combinación de ellos porque se miden por separado”, explica a Vice News Juan Pablo Arrebola, experto en epidemiología ambiental del Instituto de Investigación Biosanitario de Granada.
Arrebola, que investiga en el Complejo Hospitalario Universitario de Granada, subraya que “estos contaminantes están relacionados con enfermedades multifactoriales”, es decir, aquellas que no tienen una sola causa, por lo que “no se puede determinar de forma clara” su influencia concreta en cada caso.
Los ecologistas recomiendan evitar determinadas prácticas, como calentar platos precocinados con sus plásticos porque, con las altas temperaturas, liberan los tóxicos. Carnes y pescados, cuanto más grasos, más absorben los alteradores. Tampoco es recomendable el contacto con acetalatos, una sustancia para reblandecer los plásticos, o parabenos, un conservante de cosméticos presente también en algunos perfumes.
La patronal química española, Feique, remite a la normativa comunitaria Reach, para argumentar el hecho de que estas sustancias no estén prohibidas. Los ecologistas consideran esta normativa favorable al lobby industrial y Feique lo define en cambio como “la legislación regulatoria de sustancias y preparados químicos más garantista de todo el mundo en cuanto al elevado nivel de protección que proporciona”.
“La clave está en la dosis de exposición y determinar cuál es el umbral de seguridad, es decir, el límite hasta el cual la exposición a cualquier sustancia química — ya sea de origen natural o sintético — puede considerarse seguro para la salud humana y/o el medio ambiente”, subraya Feique por correo electrónico a VICE News.
Carlos de Prada, responsable de la campaña Hogar sin Tóxicos en la Fundación Vivo Sano, discrepa: “La gente piensa que el hecho de que un producto esté a la venta implica automáticamente que es inocuo, pero no es así. Son decisiones presididas por intereses económicos”.
De Prada insiste a Vice News en que muchos de los límites legales sobre el uso de estos alteradores se han adoptado tomando más en cuenta los estudios promovidos por la industria que el consenso científico forjado en “miles de estudios”. También que los materiales presentes en una casa acaban liberando parte de las sustancias que contienen y son finalmente absorbidos por todos nosotros a través de algo tan ineludible como respirar.
Sigue a Antonio Pita en Twitter: @Antonio__Pita