Las lecciones que como puta he aprendido de mis peores clientes


Ilustración de Ashley Goodall

Oficialmente empecé a prostituirme en el 2012, tranquilos, fue una decisión meditada y por cuenta propia. Desde entonces, los clientes malos que he tenido los cuento con los dedos de una mano. Pero que sean pocos no quiere decir que los haya olvidado, ni a ellos ni a las valiosas lecciones que he conseguido aprender de las experiencias.

Algo que tenemos en común prácticamente todas las putas es que empezamos solas y casi sin asesoramiento. Esto nos convierte en sujetos bastante vulnerables para tomar malas decisiones, que este texto valga para que futuras putas no cometan los mismos errores.

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“Por lo que te pago a ti, consigo cinco rumanas que me la chupan a pelo y me corro donde quiero”.

Este señor era una bellísima persona. De los que hablan gritando, no escuchan, interrumpen, se ríen de sus propias bromas y se refieren a las mujeres como “nena”o “cariño”. Por teléfono ya podía intuir que se trataba de alguien con grandes connotaciones machistas, pero pensé que no sería para tanto, que quizá estaba exagerando y que no debía juzgar a las personas así. Tonta yo.

Pese a que le repetí en varias ocasiones que su “maravilloso” pene no iba a tocar mi cuerpo sin condón, no dudó en insistirme. En sus propias palabras, él era un hombre limpio y sano, “no como el resto de puteros. Te debes encontrar cosas horribles”, dijo. De ahí, todo fue a peor.

Un polvo eterno con alguien que tenía cero consideración por mi cuerpo a pesar de que verbalicé que se relajara porque sus embestidas no me resultaban placenteras. Aquí un consejo de una puta para quien se vea aludido: Resulta que si la tienes muy larga y la persona que es penetrada no está excitada del todo, su vagina no se abre lo suficiente para recibir tal tamaño y esa sensación de “tocar fondo”es que acabas de golpear el cuello del útero.

Este dolor solo puedo describirlo como uno que no se va y se apodera de tu estómago. En el momento que hay un golpe, sigue doliendo aunque ya no vuelvas a rozar esa zona. A este amable caballero no pareció importarle mucho este dato.

A esta forma de follar tan peculiar de macho alfa en celo, le añadimos su insistencia de intentar meterme un dedo por el culo cuando reiteradamente le decía con total claridad “NO”y le quitaba la mano cuando él decidía volver a ponerla.

Cuando el acto sexual llegó a su fin porque él eyaculó felizmente, llega ese momento de relax en donde conversamos sobre el universo. Las lindezas que salían por su boca son de película de terror. Que él vivía “cerca de aquí” y que si le hago un descuento “nos veremos más seguido”. Que cuando era joven se iba de putas con sus colegas a no sé donde a follar con rumanas que hacían de todo. “Ellas mismas nos ofrecían hacerlo todo sin condón. Yo alguna vez lo hice. Te lo ofrecen y ¿qué haces? Es lo más normal”. Lo aterrador de este espécimen es que no aparentaba tener maldad.

Cuando yo comunicaba mis preferencias en el polvo me escuchaba, pedía disculpas y corregía pero volvía a la misma dinámica segundos después. Él estaba verdaderamente seguro de que era un amante ideal y que cualquier mujer estaría maravillada con sus movimientos y su personalidad seductora.

Lección Nº1: Si alguien no te transmite confianza, por mínima que sea, no quedes con esa persona.


Imagen vía Wikimedia Commons

“Te quiero, perdóname”

Con este cliente tuve verdadero miedo. Lo habitual cuando una persona mayor de 24 años te cuenta que es virgen es pensar que “algo malo le pasa”, pero en mi trabajo he descubierto que aquello que le ha pasado, habitualmente es que se ha encontrado gente de mierda en su vida que le ha aniquilado la autoestima, hundiéndolos emocionalmente para dejarlos con cero capacidad de intimar en contextos sociales. En el momento del hecho, aún no había aprendido esto.

Pasaban muchas cosas raras. No quería ducharse, quitarse la ropa, ni que lo tocara. A este panorama, suma su mirada fija sobre mi rostro, gesticulación de arrepentimiento y abrazos como los que te da un novio posesivo. Por alguna razón tenía el móvil en el bolsillo de la camisa con la cámara encendida y todo se volvió más turbio cuando empezó a pedirme disculpas y decirme que me quería.

No se comunicaba con claridad sobre lo que estaba sintiendo y una de las cosas que más terror me da, es no saber leer a la gente. Este hombre no me permitía adivinar en absoluto lo que iba a pasar después.

Al sentarme encima suyo note un objeto duro y molesto en el pantalón de su bolsillo. Mi nivel de paranoia en este momento era extremo y le pregunté muy directa qué carajo era eso. Nada, sus llaves. No había ninguna intención de hacerme daño ni mucho menos, simplemente no tenía ni idea de cómo comportarse con una mujer en una situación sexual.

Estaba muy nervioso y avergonzado. La cita era de dos horas pero decidió irse pasados los cuarenta minutos sin que apenas hubiera contacto físico.

Nos despedimos de una forma muy incómoda, sintiéndome culpable por no haber sabido entenderlo mejor. En el segundo que me dijo “te quiero”debí decirle con claridad que que lo mejor para ambos era dar por finalizada la cita.

Lección Nº2: Si ves que no os vais a entender, por el bienestar de los dos, no sigas adelante.

“Me gustaría seguir viéndote, sin pagar”

Una de las cosas más comunes que me preguntan es cómo hago para follar con gente físicamente poco atractiva. Lo curioso es que siempre ponen como ejemplo de belleza a hombres jóvenes que rondan los veinte y pocos. Esto es consecuencia de un desconocimiento profundo del ser humano.

La gente joven, por lo general, tiene poca experiencia, expectativas irrealistas sobre el sexo y las mujeres, mucha energía y no suelen tener dinero. Nada atractivo hay en eso por más que tengas el físico y la cara de Brad Pitt en Thelma y Louise.

Otra cosa que le suele pasar a la gente joven es que tienen una facilidad extraordinaria para querer saltarse los límites y proponer citas de ocio gratuitas con la esperanza de follar gratis.

Sexualmente nos entendimos bien, él tenía inquietudes artísticas, no parecía un idiota y me hacía reír. Pagó por una cita de una hora pero duró casi el doble. Supongo que me pilló en un momento de debilidad emocional y accedía seguir viéndolo. No recuerdo cuanto tiempo duro, pero digamos que mentalmente hoy en día me parece demasiado. Al principio me contó que tenía una relación abierta, poco después añadió un “pero ella no lo sabe”. Casi siempre quedábamos en mi piso, para follar. Sexo que se convirtió en mediocre y desigualitario a su favor.

Cuanto más lo conocía, más rabia me daba. “Estoy en contra del aborto”, “no niego la existencia de Dios”, “no pasa nada porque folle sin condón con desconocidas mientras mi novia no se entere”, “sí, con ella también follo sin condón”, “el feminismo es el machismo al revés”, etc.

Meses después de dejar de vernos, me escribe un mail para contarme que le apetece follar conmigo. Respondo con mi tarifas y él me contesta con un “jajajja [sic], no pensaba pagarte”.

Lección Nº3: Marca límites y cuidado con los jovenzuelos que van de príncipes azules.

§

He tenido relaciones con hombres por muchas razones en mi vida: enamoramiento, aburrimiento, porque tocaba, para tener un sitio donde dormir o por morbo, entre otras. Estadísticamente, quienes más me han faltado el respeto, me han dado dolores de cabeza, han desestructurado mi vida personal y han ejercido violencia sexual contra mí, son aquellos que no me han pagado ni un euro. Y la diferencia en número de estos con mis clientes, es muy grande.

Que las abolicionistas no se crean que este es otro texto que colgar en un debate de Facebook para probar que los clientes son Satanás. Me encanta mi trabajo y lo sigo eligiendo porque lo bueno supera con creces cualquier experiencia negativa.