Cada vez que se estrena la nueva temporada de ¿Quién quiere casarse con mi hijo? aparece el listo de la clase recordándonos que algunos de los personajes del programa han aparecido previamente en otros espacios televisivos. Como viniéndonos a decir: “eh, que no os engañen, que este dating show está lleno de aspirantes a actores y todo está falseado e impostado”.
Como si nos importara lo más mínimo. Como si hubieran descubierto la sopa de ajo. Como si el hecho de llenar el programa de freaks con recorrido televisivo tuviera alguna incidencia en el resultado final.
Videos by VICE
Desde que sorprendió a los espectadores con su primera edición, y ya vamos por la quinta, que se estrenó ayer por la noche en Cuatro, ¿QQCCMH? ha destacado, precisamente, porque a sus seguidores se la refanfinfla quién es quién, de dónde viene o dónde ha mostrado el careto.
Con una supremacía absoluta de las formas sobre el fondo, ¿QQCCMH?” es un homenaje constante a los editores, los montadores y los técnicos de postproducción. Y esa es la clave principal de su éxito
Con una supremacía absoluta de las formas sobre el fondo, ¿QQCCMH? es un homenaje constante a los editores, los montadores y los técnicos de postproducción. Y esa es la clave principal de su éxito: tener un lenguaje televisivo propio, nuevo, fresco y creativo que funciona a la perfección independientemente de las piezas que componen el casting o las situaciones planteadas por los guionistas.
Ayer el programa volvió a brillar de forma excepcional a través de su propuesta formal. Qué producto tan bien acabado, qué exhibición de ingenio y qué dominio de los recursos técnicos del medio. Es como si en cada nueva edición del formato sus responsables manejaran con más fluidez e ingenio los códigos audiovisuales, y eso se traduce en una chaladura repleta de guiños musicales y referencias a la cultura pop.
“Quiero alguien que huela bien, no quiero el clásico olor AXE de metro. Perfume bueno, que huela a Francia”
La mejor noticia de esta nueva temporada es que no hay noticia. El formato se mantiene intacto, intocable, sagrado. No hay cambios apreciables, aunque me dio la impresión de que en esta ocasión hay un esmero en darle aún más ritmo a la mecánica inicial de casting. El primer capítulo de cada temporada es un problema en sí mismo: muchas caras, muchos diálogos y muchas cartas de presentación.
Y ayer todo se despachó con cierta rapidez y agilidad: a la que te despistabas para cotillear en Twitter o para ir a la cocina perdías el hilo y dejabas escapar píldoras como “el político que más me gusta de España es Donald Trump”, “mi perro se llama Darwin porque creo que había un científico con ese nombre”, “quiero alguien que huela bien, no quiero el clásico olor AXE de metro. Perfume bueno, que huela a Francia” o creer que la Alhambra es “una cerveza”.
Me importa poco o nada que haya guión, que se fuercen situaciones, que las citas sean puro teatro, que pueda haber mucho actor o profesional del medio y que incluso alguno de los protagonistas en vez de buscar novia prefiera buscar novio. De hecho, mejor que así sea
El casting vuelve a ser acertado e inspirado: un señorito sevillano que parece tener poco de señorito, un supuesto modelo internacional más interesado en mirarse al espejo que en encontrar pareja, un vigoréxico con pocas luces que redefine el perfil de “viceverso”, un gay refinado con aires de marqués y un fantasma de manual. Una reunión de clichés y tópicos de los perfiles televisivos que encontramos en dating shows y realities, pero llevados al paroxismo absoluto, como si fuera una parodia involuntaria de todo este universo.
Y sus respectivas madres vuelven a estar a la altura: desde que el programa descubrió el universo freak y surrealista de las madres de los aspirantes, “¿QQCCMH?” tiene claro que para elegir a uno de sus protagonistas es necesario que la madre pueda mantener o incluso superar las prestaciones de delirio televisivo. Todo indica que en esta quinta edición lo han logrado con creces: Maricruz, la madre de Jesús, tiene todos los números para convertirse en una estrella en sí misma.
El gran mérito de “¿QQCCMH?” es convertir la nada televisiva más absoluta en un producto divertido, hilarante, renovador y técnicamente extraordinario
Pero donde el programa ayer volvió a convencer fue en la selección de candidatas y candidatos. Un homenaje permanente a las pocas luces, al postureo ridículo, a la ignorancia inagotable y al surrealismo costumbrista. Me importa poco o nada que haya guión, que se fuercen situaciones, que las citas sean puro teatro, que pueda haber mucho actor o profesional del medio y que incluso alguno de los protagonistas en vez de buscar novia prefiera buscar novio. De hecho, mejor que así sea.
Porque el gran mérito de “¿QQCCMH?” es convertir la nada televisiva más absoluta en un producto divertido, hilarante, renovador y técnicamente extraordinario es un aval más que suficiente para seguir atento a sus disparates. Su gran hallazgo es integrar a una legión de tróspidos sin ningún tipo de futuro televisivo en uno de los programas más creativos del momento.