Música

Qué bueno que Vampire Weekend está de regreso

El regreso de Vampire Weekend

Hace una década, le di un par de cientos de dólares a un tipo en Craigslist para ver a Vampire Weekend en un legendario venue del centro de Toronto. En esa época iba en mi tercer año de la universidad y estaba obsesionada con el momento en que aparecería el seguimiento de Vampire Weekend a su álbum homónimo de 2008. Recuerdo a Ezra Koenig sonriendo intensamente antes de tocar “Horchata”, dándole al público una probadita de lo que sería Contra. Punks, pijos, deportistas, goths (!), todos fueron al concierto. Un amplio grupo demográfico enamorado de nuevas canciones como “Cousins” y “Walcott”. Desde entonces, me he aferrado a la banda y los he visto transformarse de ser unos preparatorianos como yo, a ser una banda que puede complacer a prácticamente cualquiera.

La semana pasada, después de varios años de adivinar cuándo llegaría su cuarto disco, Vampire Weekend finalmente estrenó música nueva. “Harmony Hall”, una canción que suena a George Michael y está basada en una referencia a “Finger Back” del Modern Vampires of the City, y “2021”, una canción de cuna junto a Jenny Lewis. Su nuevo disco parece que se llamará Father of the Bride, una referencia a una película de Steve Martin, lo que deja ver que el disco contará con su acostumbrado sentido del humor. Pero, en un sentido más amplio, las cosas son diferentes esta vez.

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Rostam Batmanglij, —co-escritor y multi-instrumentista—, dejó el grupo en 2016 para dedicarse a su proyecto en solitario, pero los singles que han sacado no se desvían de lo que esperarías de Vampire Weekend: canciones melódicas, que saben escarbar en el pop de los 80 en busca de inspiración. Estos temas son diferentes, claro, pero se sienten igual. Vampire Weekend se las ha arreglado para existir en una zona a la que las bandas han intentado entrar durante décadas: un sonido fresco pero modificado, que no cambia realmente las texturas. ¿Pero a qué están regresando exactamente los Vampire Weekend? ¿Cuál puede ser su lugar en un panorama musical definido por beats de trap y métricas de streaming? Vampire Weekend son engañosamente buenos en llevar el pop moderno, —y a nosotros como oyentes—, hacia ellos, lo que determina un camino en el que gozan de éxito a la par que contribuyen al clima musical de la época.

Su debut homónimo llegó en 2008, en un momento en que el revival de garaje con bandas como los Strokes comenzaba a desinflarse. Las escenas electrónicas más nuevas y animadas, como los nuevos raves en Europa o el electro-pop pensado para festivales de MGMT, aún no ascendían por completo a la conciencia popular. El debut de Vampire Weekend se quedó en medio. Como que ya habían superado el rock n’ roll, pero aún no adoptaban esa electrónica grandilocuente; no estaban haciendo himnos del estadio. Su disco homónimo es el que provoca más polaridad porque es bastante sincero y fresón, lo que nunca ha impedido que se prenda cuando tocan “A-Punk”. Es la “Mr. Brightside” de Vampire Weekend. ”(¡Y si no me creen nos vemos afuera del Metro Puebla!). Vampire Weekend era mucho más que zapatos para navegar en el mar y amoríos de preparatoria. Pitchfork llamó a su segundo disco Contra, lanzado en 2010, “confeti orquestal”. Incorporaron todo lo que pudieron de todas las avenidas culturales posibles. Incluso reclutaron a RZA y Jake Gyllenhaal para un duelo de tenis en el video de “Giving Up the Gun“, ¡y fue divertido! Vampire Weekend no se toman a sí mismos tan en serio.

Modern Vampires of the City sería su último crossover, que terminó por determinar un atractivo inquebrantable para algo más que morritos hip. Que Pitchfork le haya puesto 9.3 de calificación es un milagro. Pero fueron la banda del año, según Spin, y en casi todas partes, gracias a ese disco. En verano de 2014, cuando los vi encabezar Governor’s Ball en Nueva York, su momentum aún no disminuía. MVOTC es explícitamente increíble, desviándose a través de la reverenciada religiosidad en “Ya Hey”; logrando juegos de palabras llenos de energía en “Diane Young”; y haciendo alarde de una tierna nostalgia en “Step”. Hubo un crecimiento medible: las letras son simultáneamente pesadas como de Leonard Cohen, pero juguetonamente pop como de Peter Gabriel.

Un amigo hace poco me dijo que Ezra Koenig es básicamente uno de los tres únicos tipos que tocan la guitarra y pueden evaluar con precisión el panorama de la cultural pop. Y es verdad. Desde su anime con Jaden Smith hasta tipo Yeah Yeah Yeahs en “Hold Up” de Beyoncé, Koenig siempre ha navegado la cultura pop con aparente facilidad, sabiendo de antemano a qué responderemos. Hace unos días, Koenig estaba disfrutando del partido de los Knicks junto a Desus y Mero. No es que ande encubierto en la cultura, pero la explora fervientemente.

Incluso antes de saber el título del álbum, se produjo un juego orgánico, pero masivo en Internet, de averiguar qué significaban las iniciales de FOTB, con Koenig poniendo en sus historias de Instagram algunos de los mejores DM que le mandaron. Y claro que eso ayuda a generar más interés sobre el nuevo disco. Father of The Bride sin duda sonará como un disco de Vampire Weekend. Con seis años de distancia desde su último disco, hay un entusiasmo generoso, debido a ese espacio intermedio, ––que podría, para otras bandas, matar el momentum–– pero también porque la expectativa es que estará muy bueno.

Este artículo apareció originalmente en Noisey US.

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