Este artículo se publicó originalmente en Tonic, nuestra plataforma dedicada a la salud.
El martes, Trump dejó caer una avalancha de amenazas, sin duda para igualar el colorido lenguaje que emana Pyongyang, afirmando que Corea del Norte se “enfrentará con un fuego y una furia que el mundo jamás ha visto”. Según una encuesta reciente, dos tercios de los estadounidenses ahora ven a Corea del Norte como una “amenaza muy seria”. Sin embargo, en Hawai, uno de los posibles objetivos dentro del alcance de un misil balístico intercontinental (ICBM, por sus siglas en inglés) norcoreano, está más cerca del 100 por ciento. Sea lo que sea que hagan Trump (y John Kelly), son las vidas de los residentes hawaianos, guameses, coreanos y japoneses las que pone en peligro con su aliteración amenazante.
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Todo esto ha puesto a las redes sociales de hawai de cabeza con mensajes, como una pregunta en Facebook de Yoo Zilla: “Si ataca a Waikiki, ¿Kalihi también va a explotar? o nos vamos a morir lentamente por la radiación”.
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Hace poco, Hawaii renovó su plan de contingencia nuclear, y CNN documentó el proceso de cómo el Departamento de Defensa iba a hacer sonar las alarmas después de detectar el ICBM. No sólo tiene a los ciudadanos hawaianos reflexionando, sino imaginando y planeando dónde esconderse durante la alarma de 15 minutos que recibirían antes de las consecuencias nucleares. Está de miedo.
Además, tiene a los doctores de Hawaii como yo, revisando los planes de contingencia para la posible afluencia masiva de heridos si un ICBM nos llegara a atacar. En Hiroshima y Nagasaki, cerca de 200.000 personas murieron después de que Fat man y Little boy fueron detonados; las dos eran bombas mucho menos poderosas de lo que hoy en día tenemos disponible. Incontables personas sufrieron y murieron por los efectos deletéreos de envenenamiento por radiación.
Sin embargo, la muerte de envenenamiento por la radiación, a veces rápida, y a veces lenta, depende de la dosis que se reciba. Es una fórmula compleja, pero los factores más importantes son: la proximidad al epicentro de la bomba, si estás dentro de una estructura sólida o expuesta sin cubierta exterior, ese sería el tipo de bomba que usaría Corea del Norte y los vientos predominantes. Es difícil estimar el tamaño y tipo de bombas que tiene Corea del Norte actualmente en su arsenal, pero la mayoría de las fuentes estiman que su última prueba en 2013 es de 10 kilotones.
El impacto de radiación de una bomba nuclear abarca todo el espectro magnético y llega en dos categorías: ionizante y no ionizante. Las radiaciones no ionizantes, como la radio y las microondas, tienen una energía menor, pero pueden causar quemaduras térmicas. La radiación ionizante más potente, como las partículas alfa y beta, los positrones, los neutrones y especialmente los rayos X y los rayos gamma pueden causar errores de ADN, muerte celular y provocar el síndrome de radiación aguda letal.
Las partículas alfa –que están compuestas de dos protones y dos neutrones– son lo suficientemente grandes como para que una sola pieza de papel o las capas externas de la piel las bloqueen. Esas capas están compuestas principalmente de células muertas, por esa razón a menos que el material de radiación se ingiera, las partículas alfa representan un riesgo menor comparado a otras formas de radiación.
Las partículas beta son un solo electrón cargado positivamente, es decir, un positrón. Su tamaño es más pequeño y les permite penetrar la piel expuesta más fácil, pero no penetran la ropa. Las partículas beta pueden causar quemaduras graves que, a diferencia de las quemaduras por calor comunes, evolucionan y empeoran en el transcurso de varias semanas debido a las tasas que dependen de la dosis de destrucción del ADN y muerte celular. Son tratadas con métodos tradicionales como apósitos, eliminación de tejido muerto y el injerto de piel, si es necesario.
Los neutrones y los rayos gamma/x son lo suficientemente altos como para requerir blindaje de concreto o de plomo, sin éstos no se pueden esquivar. Provocan irradiación en todo el cuerpo y penetran centímetros en el tejido humano. En este caso, las dosis altas tienen el mayor riesgo de envenenamiento por radiación aguda y causan la muerte.
La dosis de radiación puede medirse, y la unidad tradicional de medición se llama Gray (Gy). Para poner una dosis de 1 Gray en perspectiva, la radiación de fondo a la que todos estamos expuestos cuando vivimos en la tierra durante un año es 0.0062 Gy. Una radiografía de tórax es 0.00001 Gy, una tomografía del abdomen 0.01 Gy. Durante la lluvia nuclear, las dosis alcanzan desde 2 Gy hasta más de 30 Gy. Eso es el equivalente a 3 millones de radiografías de tórax.
Las quemaduras causadas por la radiación empeoran dependiendo de cuánto te hayas expuesto, y van evolucionando conforme pasan las semanas. Una explosión localizada de 15 a 20 Gy de todas las partículas y rayos descritos anteriormente en un brazo o pierna expuestos (que es menos probable que ocurra en una explosión nuclear a menos que sólo una parte del cuerpo esté al aire libre) causará una semana inicial de enrojecimiento transitorio, sensibilidad y picazón. La segunda semana el enrojecimiento se hará persistente y empezará la pérdida de cabello, en la tercera semana aumenta la hinchazón y dolor. A la cuarta semana, la herida se volverá una úlcera, y se producirá desprendimiento de la piel. Si la dosis localizada es de más de 50 Gy, el área será más como una quemadura de calor común, y causará dolor inmediato y ampollas.
El síndrome de radiación aguda se produce cuando la radiación gamma del cuerpo entero alcanza 2 Gy. Se puede dividir en cuatro fases: pródromo, fase latente, fase de enfermedad y recuperación. La duración de estas fases –y si se logrará incluso la recuperación– dependerá nuevamente de la cantidad de radiación a la que hayas estado expuesto. La dosis comúnmente aceptada de radiación gamma de todo el cuerpo para causar la muerte en el 50 por ciento de la población, denominada LD50, es de unos 3,5 Gy.
Al igual que en la quimioterapia, las primeras células que son afectadas son las células que se dividen rápidamente de los intestinos y la médula ósea. La fase prodrómica es similar a la gripe, causa vómitos, falta de apetito, diarrea, fiebre, sudoración, y cansancio. Después viene el período latente o sin síntomas, que puede ser de una a tres semanas si la dosis es inferior a 4 Gy, o sólo unas pocas horas si es mayor de 15 Gy.
Durante la fase de la enfermedad, el síndrome de radiación aguda afectará a la médula ósea y destruirá los glóbulos blancos, obstaculizando la inmunidad y provocando infecciones. La médula ósea dejará de formar células plaquetarias que forman los coágulos, predisponiendo a las personas a hemorragias espontáneas. El revestimiento intestinal se deshace, causando náuseas, vómitos, diarrea y dolor severos, lo que lleva a pérdidas masivas de líquidos y electrolitos, e incluso a la translocación de las bacterias intestinales al torrente sanguíneo.
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Si la radiación de todo el cuerpo es mayor de 20 a 30 Gy, se produce una presión arterial baja de inmediato, vómitos y diarrea con sangre. Después, en cuestión de horas se presentan convulsiones, desorientación y temblores. La muerte ocurre generalmente dentro de 72 horas.
Algunos de los efectos deletéreos del síndrome de radiación aguda pueden ser atenuados por la atención de emergencia, reemplazando los productos sanguíneos, administrando antibióticos, usando máquinas de respiración y diálisis. Pero cuando los hospitales se inundan de pacientes, como sería el caso con una explosión nuclear, los recursos serían superados de inmediato por la demanda. No es un futuro que alguien pueda soportar, y hace que todas las amenazas del Presidente Trump se sientan mucho más descuidadas.