Una de las pocas fotos que existen de Parabellum tocando en vivo.
Gracias al correo postal de los ochenta y a los demos mal grabados, el metal primitivo de Medellín se regó como una peste por el extranjero. El sonido crudo y caótico que sólo podía salir de un país consumido por la guerra, impresionó a los rockeros europeos que desde el confort del primer mundo intentaban hablar de una violencia que no conocían. La atmosfera sucia y agresiva de bandas como Reencarnación y Parabellum formó un subgénero único de la música pesada, un eslabón perdido entre el heavy metal y el metal extremo conocido como ultra metal. Un sonido creado por músicos jóvenes y empíricos que no sabían qué carajos estaban haciendo y que, sin proponérselo, entraron a los círculos más puros del metal ochentero y con sus canciones hechas a la brava influyeron a los padres de uno de los movimientos más radicales y polémicos de la música extrema: el black metal noruego.
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Madre muerte, Parabellum
A principios de los años 80, por las calles de barrios de Medellín como Buenos Aires, Manrique, Aranjuez o Vista Hermosa, caminaban grupos de jóvenes greñudos vestidos de negro. Usaban camisetas estampadas con caras de demonios, pentagramas, cabezas de cabras y cruces invertidas. A su paso, los temerosos de Dios se persignaban y apretaban sus rosarios mientras rezaban por el alma descarriada de esos muchachos. Para la sociedad ultra católica y conservadora de Medellín de la época, eran jóvenes perdidos, delincuentes satánicos, y por la misma razón la policía siempre estaba encima de ellos. Pero lo que estos pelados hacían era reunirse en unos parches llamados las notas para sentarse alrededor de un tocadiscos o una grabadora a escuchar los grupos que estaban dando forma a una nueva cultura urbana.
Inspiradas por otras como Black Sabbath, Judas Priest y Motorhead, durante los ochenta nacieron las bandas que formaron los distintos subgéneros del metal. Grupos como Metallica, Slayer, Venom, Possessed y Morbid Angel comenzaron a difundir y a crear una serie de sonidos nuevos, más rápidos, oscuros y pesados que los del heavy metal y el hard rock que los precedieron, los cuales dieron forma al thrash, al death y al black metal. Algo que se acomodó muy bien a la realidad marginal de muchos jóvenes de Medellín que, inspirados por estos nuevos movimientos, también se pusieron en guardia.
Entre 1982 y 1987, bandas como Mierda, Reencarnación, Astaroth y Sacrilegio comenzaron a formar la escena metalera underground colombiana, una movida que arrancó de forma muy intuitiva, con grupos de jóvenes que apenas sabían cómo sostener sus rústicos instrumentos, algunos inclusive hechos por hechos mismos, y en las mismas zonas humildes de Medellín que serían el caldo de cultivo para el más cruento de los frentes urbanos del narcotráfico. En este metal criollo y primitivo, estos pelados encontraron una forma de desahogar la ira y la frustración de crecer sin un futuro en las entrañas de una sociedad que los marginaba.
De todos los grupos de esa época los más legendarios son Reencarnación y Parabellum. Liderada por Víctor Raúl Jaramillo (Piolín), Reencarnación fue una de las primeras bandas de metal colombiano que no le dio miedo experimentar. Eso se demuestra con canciones como 888 metal, a la cual le metieron un violín y una guitara clásica, o en Funeral del norte donde mezclan partes pesadas tipo thrash con el caos y la velocidad del grind. A pesar de que sus primeros discos fueron grabados de forma artesanal, lograron un sonido muy basto y pesado que demostró que con guitarras torcidas se puede hacer metal del bueno; sin embargo, la banda más mítica del ultra metal es Parabellum, un grupo de sonido oscuro, tenebroso y caótico que, de alguna forma, no solo logró predecir la brutalidad y la zozobra que estaba por venir en su ciudad, sino que se convirtió, por su rebeldía, marginalidad y honestidad, en un referente obligatorio para los metaleros colombianos, y en una banda de culto que llegó incluso a los oídos de Øystein Aarseth, mejor conocido como Euronymous, ideólogo del metal extremo y líder de Mayhem, la banda más icónica de la primera camada del black metal noruego.
La historia de una banda maldita
En 1982, Carlos Mario Pérez, La Bruja, no tenía más de 16 años cuando cogió su guitarra y comenzó a tocar con el baterista Tomás Cipriano. Al principio, la banda se llamaba Juana la Loca, ensayaban en el barrio Buenos Aires de Medellín y tenían algunos temas compuestos, pero no contaban con un vocalista. Para solucionar esto, decidieron hacer una audición a la que llegó un tipo flaco de tez morena llamado Ramón Restrepo, quien inspirado por el nombre de la banda, decidió cantar como lo haría una bruja entrando al infierno. Después se sumó la guitarra de John Jairo Gutiérrez y ahí comenzó la demencia. La música que hacían era completamente nueva para esa época. No había nadie que tocará igual de agresivo y oscuro que Parabellum, ni que generara reacciones tan frenéticas. Pero lo que más se destacaba eran las letras que atacaban sin miedo a la iglesia católica, de nuevo, en la cara de la beata sociedad antioqueña del momento:
Satán y madre muerte juntos se aparean sobre el altar de una iglesia
Madre muerte clava agujas en su vientre, Satán escupe pus de su pene
El firmamento engrisece, la tierra se agita, Apocalipsis se acerca
Aguardando en su vientre miles de siglos oh! Redentor maldito
Salvación eterna, guerreros del metal, hechiceros del mal
Condenación eterna, la bestia destruirá toda la humanidad
Lamentos en el viento, Ángeles del averno se masturban en el cielo
Tiene lengua de serpiente, tiene cuernos de cabro, enano con cara de anciano.
Parabellum “Engendro 666”, Sacrilegio (1987).
Esa misma ruptura se estaba dando en el resto del mundo. Durante los ochenta, decenas de adolecentes greñudos y llenos de espinillas comenzaron a hacer una música distinta, más pesada, ruidosa y antitécnica. Un sonido que se oponía a la industria musical y que fue formando la base de los distintos géneros del metal extremo como el thrash, el death y el black metal, y también el hard core y el grind core.
En 1988, Alex Oquendo, junto con el fallecido Mauricio Montoya (Bull Metal), baterista de Masacre, cuya historia a propósito también es materia de leyenda, formaron Necrometal, una revista en la que reseñaban y difundían bandas. Con el tiempo comenzaron a contactarse por correo con revistas por el estilo de otros países. Desde su local de tatuajes, Oquendo cuenta que ellos hacían unos paquetes en los que metían demos, información y copias de la revista y los mandaban para Estados Unidos y Europa, y después de unos meses llegaban paquetes similares con información de otras bandas, principalmente de death, black y thrash, con las que fueron descubriendo las diferencias que existían entre los diferentes géneros del metal. Pronto otras personas comenzaron a hacer lo mismo y así el metal se fue esparciendo por todo el planeta.
Una de las personas con las que ellos mantenían contacto era con Euronymous, Øystein Aarseth, quien era una especia de genio loco, un hombre radical que aparte de ser la cabeza de Mayhem, también lideraba un colectivo conocido como el Inner Circle. Este grupo que apareció a principios de los 90, profesaba una ideología basada en el satanismo, el paganismo y el culto a los antiguos dioses vikingos y tenía como misión expulsar el cristianismo de Noruega. También, el Inner Circle buscaba unir a todas las bandas nórdicas de black metal. Grupos como Immortal, Burzum, Gorgoroth, Emperor y Satyricon formaron parte de este colectivo, cuyos miembros se dedicaban a tomar cerveza, pasar el día en el bosque, tocar música y pintarse la cara de blanco y negro. En esta época, estos tipos no tenían más de 25 años, realmente eran extremistas y si encontraban una banda de black que no fuera lo suficientemente satánica, la perseguían y si podían, la agredían. En Noruega, la mayoría de la población los recuerda porque profanaron varios cementerios, quemaron 52 iglesias y cometieron unos cuantos asesinatos, el más célebre de ellos el del propio Euronymous en 1993 a manos de Varg Vikernes, miembro de Mayhem y el man que toca todos los instrumentos en Burzum.
Aarseth y Vikernes eran los ideólogos del Inner Circle, pero ambos tenían posturas diferentes. El primero defendía el satanismo y se identificaba con el comunismo. El segundo promovía el paganismo y el nacional socialismo. Una noche, tras una discusión, Vikernes le metió 23 puñaladas a Euronymous. Alegó que fue en defensa propia, porque de lo contrario Aarseth lo hubiera asesinado. Por sus crímenes, el loco Varg fue condenado a 21 años de cárcel, pero en 2009 salió bajo libertad condicional.
Aparte de quemar iglesias y luchar contra el cristianismo, a Euronymous le obsesionaba conocer la música de todo el mundo. En Oslo, el músico tenía una tienda de discos llamada Helvet especializada en black metal y metal underground. Además, le interesaba saber en qué parte del planeta estaban sus álbumes. Por eso, en los discos añadía códigos postales y pedía que le escribieran de vuelta. Alex Oquendo cuenta que con Mauricio Montoya compraron un disco de Mayhem y decidieron escribirle a Euronymous, que el hombre en efecto respondió y que entablaron una especie de amistad vía correspondencia con el músico. Según Oquendo, hablaban de música, de la situación política del país y de sus vidas. Y en una de estas cartas, Euronymous les comentó que Parabellum y Reencarnación habían influido su música por su sonido sucio y crudo.
Decir que Parabellum fue la primera banda de black metal es atrevido, pues tanto el género como su nombre se le atribuyen a los discos Welcome to hell (1981) y Black Metal (1982) del grupo británico Venom. Pero lo que sí resulta innegable es que esta banda paisa y las demás representantes del ultra metal entraron al mundo del metal extremo en la misma época en la que se estaba consolidado como un movimiento. En los 80, la mayoría de los metaleros no tenían más de 25 años y estaban creando una música nueva que mandaba todo lo anterior al carajo y que venía cargada de una fuerte rebeldía. La diferencia que tenían los jóvenes colombianos es que aparte de vivir en un país pobre, conservador y católico, también vivían la brutalidad de la guerra. Y mientras en el primer mundo los metaleros se imaginaban cómo eran las masacres, en Medellín las veían en sus barrios.
El ultra metal fue una música nacida de la precariedad, adaptada a una realidad que cada día se ponía más difícil y violenta. Estos pelados marginales que la sociedad había puesto a un lado, no solo vivieron la evolución y consolidación del metal extremo como una cultura, también vieron cómo el narcotráfico y su halo de sangre se fue expandiendo por su ciudad. Sin embargo, su verdadero legado fue sentar las bases de una subcultura que para sus seguidores se convirtió en una forma de vida y una alternativa a la creciente violencia. Por coincidencia, el sonido único, mal grabado y artesanal del ultra metal formó parte de la primera ola de metal extremo, pero debido a la falta de recursos y oportunidades, como la capacidad de conseguir buenos equipos, grabar discos decentes y viajar para hacer giras (en esa época se imaginarán lo difícil que resultaba conseguir una visa siendo un joven de Medellín), este movimiento se quedó en lo underground y sus canciones se volvieron, como suele suceder, en música de culto, conocida solo por los seguidores más apasionados y puristas.
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El autor de este texto se apellida Barriga, por lo que es, inevitablemente, el Señor Barriga. Gusta del metal extremo. Síguelo en Twitter por aquí: @juansebarriga.