La traición y la mentira duelen. Huir duele pero cuando te acostumbras ya no tanto, sacar el pañuelo blanco desde el barco no duele tanto. “So far, so well” que es lo que tuvieron que pensar Tony Cantó y Felisuco al huir de los gritos de los miles de concentrados a la salida del congreso. O huir con dignidad como los coronados nuevos anarquistas del PSOE que se abstuvieron en las votaciones. Esperamos ya sus camisetas reivindicativas, un follow the leader en toda regla.
Huir como los invitados a una boda en el casino de Madrid que puede que de cocktail o de cigarrillo de la cena saliesen a la calle Alcalá y huyeran al ver cómo las brasas del 15-M se reavivan con cánticos como “PSOE, PP, la misma mierda es” o “Susana Díaz vergüenza me daría”, reinvidicando algo que desde primera hora se veía por la asistencia masiva, y que ni los 500 UIPs ni la presencia de algún GEO callarían.
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Se podía avanzar a la cabecera sin problemas, sorteando a Monedero y a los contrastes de abuelos y nietos que trajo el buen tiempo, 20 grados al sol y brisa de banderas republicanas. La vieja guardia reivindicaba tiempos pasados y alguno seguía confiando en Pablo Iglesias como salvador. Los violines y un atardecer de lo más bonito en Madrid redondeaban la tarde. Llegados de la ruta Neptuno- Cibeles – calle Alcalá, llegamos a Sol, y apareció de nuevo Alberto Garzón para una segunda ronda de baños populares, vítores varios y salida en taxi. “Eso eso eso, nos vamos al Congreso”. Allí salida escalonada de políticos, gritos, vítores y una sensación de rabia al ver que no se puede hacer nada, que la política va por un lado y nosotros (¿la mayoría?) por el otro.
A las 21 h Rajoy era presidente.
Y yo me habría quedado allí a vivir, con esa gente. Negando la realidad. Huyendo de la realidad. ¿Por qué no?