Recordando a mi amiga Carolyn Cassady, difunta reina de los poetas beat


Carolyn Cassady, quien murió el viernes pasado a los 90 años.

De todo lo que se dijo y escribió sobre la adaptación cinematográfica de la clásica novela beat de Kerouac, On The Road, del año pasado, nada fue más perfecto que esta cita que Carolyn Cassady dio a The Telegraph sobre el actor Garrett Hedlund, quien interpretó al personaje (Dean Moriarty) basado en su difunto esposo, Neal. “Creo que fue la persona más aburrida que conocí en mi vida”, le dijo al periodista Peter Stanford. “No me hizo ninguna pregunta sobre Neal, en lugar de eso me enseñó como sus pavos en Minnesota movían la cabeza al ritmo de la música de Johnny Cash. Y luego vino aquí, el chofer esperándolo afuera, se sentó en la silla en la que estás, y me leyó su diario en lo que se sintieron como cuatro horas”.

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Carolyn, quien murió el viernes 20 de septiembre a los 90 años, amaba lanzar rocas a la industria beat desde la banqueta. Como ella lo explica, siempre hay interés, pero la fascinación intensa venía cada cinco años o algo así, cuando salía una nueva película, un libro de cartas, o lo que sea, y para ese punto se convirtió en una excelente entrevistada. Como archi anglófila, se mudó al Reino Unido en 1983, y como esposa del hombre que inspiró On The Road y la poesía temprana de Allen Ginsberg –y luego con la bendición de Neal, se convirtió en la amante de Kerouac– era una explosiva fuente para un artículo.

Carolyn usaba las oportunidades que le ofrecían para dar su lado realista y menos mítico de la historia. No era siempre lo que los periodistas y los editores querían oír. La última vez que me senté en la misma silla que ocupó Garrett Hedlund –en su casa móvil inmaculadamente mantenida cerca de Bracknell en Berkshire, cerca del hospital donde murió– fue en 2004 en un trabajo para la revista de moda Dazed & Confused. Me pidieron un perfil de Carolyn. No salió bien. O más bien, yo estaba contento con el artículo que hice, luego los editores de Dazed pusieron algo incorrecto en la pieza que se publicó, lo que fue devastador para Carolyn y para mí.

Yo tenía historia. Como fanático adolescente del beat, era un visitador de la casa de Carolyn en Belsize Park en Londres, antes de que se mudara a Home Counties. Traía amigos y alcohol, y también nos encontramos algunas veces en el Club de Arte de Chelsea, donde le dieron una membresía complementaria que lamentaba usar solo raramente. Tal vez, en el transcurso de los años 90, cuando yo tenía entre 17 y 21 años, nos vimos diez veces, y luego mis visitas se hicieron menos frecuentes. Mientras tanto, a mis 18 años, había viajado a Estados Unidos y manejado una Chevrolet de 500 dólares de la costa este al oeste. Carolyn nos dio a mi y a dos amigos el número de Ginsberg en Nueva York (más sobre eso después). Solo fui a su casa en Berkshire dos veces, la segunda fue para la entrevista de Dazed. De hecho, el último contacto que tuve con ella fue en 2004.  

Temía el tener que llamar a Carolyn y decirle que le habían agregado algo al artículo que ella encontraría ofensivo. No era mi culpa, pero se sentía como una traición. Aquí estaba una mujer que me había ayudado a asegurar un lugar en la Universidad de California, Berkeley en un programa gratuito de intercambio cuando tenía 21 años al escribirme una halagadora carta de referencia. Mi papá, el encantador, aún cree que esa es la única razón por la que entré. Para la pieza de Dazed también me confió su invaluable colección de fotos monocromáticas de Jack y Neal que tomó en los años 50, que siguen siendo las imágenes más icónicas de los dos héroes, incluyendo la de abajo que por años fue la cubierta del libro de bolsillo de On The Road.


Neal Cassady (izquierda) posa con el amante de su esposa Carolyn, Jack Keoruac.

Esas imágenes significaban su fuente primaria de ingresos, y se hizo un cargo a Dazed por usarlas en el artículo. Carolyn no era rica, y en mi entrevista lamentó  el hecho de que el abrigo de Kerouac que hacía unos años compró Johnny Depp llegara a los 10,000 dólares. Después de la muerte de Neal en 1968 (Jack murió un año después), ella se deshizo de las prendas y cosas que no tenían ningún valor particular para ella. Nunca, dijo, se imaginó que una superestrella de Hollywood terminaría pagando más de 50,000 dólares por un número de pertenencias de Kerouac. Claramente las posesiones de Neal tendrían un valor considerable también.

Carolyn también escribió un libro —Off The Road– pero nunca vendió bien, nada menos que porque daba una imagen de los beats que es contraria a la leyenda creada por las novelas y los poemas. En su mayoría, escribió que Neal era un hombre de familia dedicado y trabajador –cálido, atento y responsable– aunque ciertamente le causó miserias a Carolyn al irse repentinamente en búsqueda de sus legendarias aventuras. Frecuentemente, sus viajes eran organizados, planeados con anticipación y hechos con permiso de Carolyn. Pero no siempre.

“Neil tenía una personalidad dividida”, me dijo Carolyn en 2004. “Había cosas fundamentales que pasaban por él como la compasión y la no-violencia, pero incuestionablemente había dos lados de él. El otro Neal tenía una naturaleza salvaje conducida por el deseo sexual”.

Decía saber poco de ese lado de su esposo, salvo indirectamente, y respecto a eso siempre ha habido una ingenuidad en Carolyn que era central para su encanto y buena naturaleza. (Para ser claros, la libertad sexual de Neil era la razón por la que no tenía conflictos con que su esposa tuviera un romance con Kerouac, y Carolyn nunca tuvo mucha vida sexual con Neal porque lo encontraba como un amante muy agresivo. Además, Carolyn y Jack no se mostraban afecto frente a Neil). Mi entrevista para Dazed se enganchó al rededor de la publicación de una colección de cartas frenéticas de Neal que fueron la principal inspiración para el estilo de “el primer pensamiento es el mejor pensamiento” de la prosa de Kerouac. Al leer algunas de ellas por primera vez, décadas después de que fueran escritas, Carolyn dijo aún estar descubriendo cosas sobre Neal. Por ejemplo, aprendió que muchos de los autos que decía tomar “prestados” nunca fueron devueltos a sus dueños. “Siempre dije que nunca privaría a nadie de nada”, me dijo. “En esas cartas describía cómo los robaba, los desarmaba y los vendía”.


Foto policial de Neal Cassady tomada por la policía de Denver.

También dijo que apenas había descubierto por qué a Neal –criado en un rancherío en Denver por un padre alcohólico– le atraía ella. “Me tomó 60 años deducir que una de las ambiciones en la vida de este hombre era volverse respetable”, dijo. “El minuto en el que me conoció se dio cuenta que ahí había una chica educada de una familia de clase media-alta y aquí estaba su pasaporte. Yo llegué y así quedó.

Neal estaba más que al tanto del mito construido en torno a él. “Neal Cassady hacía todo lo que hace una novela”, dijo una vez sobre él Ken Kesey, autor de One Flew Over The Cuckoo’s Nest, “excepto que lo hizo mejor porque el lo estaba viviendo y no escribiendo sobre eso”. La idea le causaba dolor. Rumbo al final de su vida, una vez se refirió a sí mismo como “Keroassady” –un hombre mitad ficción– y se dice que le dijo lo siguiente al novio de Allen Ginsberg, Peter Orlovsky, en la famosa lectura de Six Gallery en San Francisco en 1955: “Ven aquí, Peter, párate junto a mí”. Cuando preguntó por qué, contestó: “Bueno, no conozco a nadie aquí”. Y aún así, en esa lectura Ginsberg presentó por primera vez “Howl”, su próximamente-vetado poema, en el que escribe: “N.C., el héroe secreto de estos poemas cocksman y Adonis de Denver”.

Cuando Neal leyó por primera vez One Flew Over The Cuckoo’s Nest, se sintió llamado por Kesey, quien en parte basó a su personaje principal, Randle Patrick McMurphy, en Dean Moriarty de On The Road. Kesey vivió cerca de Cassady en Palo Alto, California, al sur de San Francisco. Había estado en Oregón ayudando a su hermano a poner una cremería, y cuando regresaron un día, descubrió a Neal en su pasto rebotando de arriba a abajo como un niño emocionado o un boxeador preparándose para la pelea. Kesey se presentó. “Sí, sí, sí, sí, sí”, le respondió febrilmente, “Hola, Jefe”.

Kesey y Cassady se volvieron amigos cuando, en 1964, el Merry Pranksters –la banda de intelectuales inadaptados y misioneros ácidos que se habían juntado con Kesey– viajaron alrededor de Estados Unidos, reclutaron a Neal para manejar el camión pintado psicodélicamente. El héroe de la generación Beat ahora estaba en el corazón del movimiento hippie –conectando a dos generaciones con una sola mano– pero para 1964 se convertiría en una figura trágica confundida por las drogas, y de algún modo una parodia de sí mismo. Y llevaría a cabo su leyenda, tenía sexo con chicas hippies y, lleno de anfetaminas, hablaba continuamente. 

“Al principio dije, ‘Nunca traigas a ese Kesey aquí”, me dijo Carolyn. “Pero luego vino y preparó algo de cenar y fue muy bueno conmigo. Dios, sí que fue amable. Cada vez que iba a escribir o a producir algo sobre Neal, me llamaba y me decía, ‘ven con nosotros, tienes que formar parte de esto’. Pude ir tras escenarios en conciertos de Grateful Dead. No es algo que escuche nunca, pero iba por las personalidades. Me gustaba toda la gente; solo no me gustaban sus estilos de vida. Y yo estaba en contra de las drogas. Creo que destruyeron a Kesey. Lo que escribió después de meterse en las drogas es pura basura”.

Finalmente, Carolyn y Kesey cayeron y es algo típico de ella el haber tenido relaciones inestables con casi todos los Beats que pasaron por los 60.

La continua atracción por los Beats es fácil de comprender. En el núcleo de las novelas y los poemas y los ideales gemelos de tiempo y velocidad, y esas dos cosas que siempre seducirán a los jóvenes, vengan de donde vengan. El director de On The Road, el brasileño Walter Salles, quien también dirigió Diarios de Motocicleta, leyó por primera vez el libro de Kerouac en 1956 cuando comenzó la universidad. En ese tiempo Brasil estaba bajo una dictadura militar. “Vivíamos en un país donde la libertad era una meta muy difícil de conseguir”, dijo antes del lanzamiento de la película, “y ahí estaban esos personajes que trataban de vivir todo en carne propia y no indirectamente, tratando de encontrar la última frontera americana y la frontera en ellos mismos. Tuvo un profundo impacto en mí”.

El libro también tuvo un impacto profundo en mí, que me llevó con dos amigos a trabajar unos meses después de dejar la escuela, juntar unos miles de dólares entre todos y salir a nuestra propia aventura beat. Mi padre me dijo que bajo ninguna circunstancia íbamos a comprar un auto y a viajar a través del país, así que en su lugar compramos una camioneta y manejamos 16,000 kilómetros de Boston a San Francisco, vía Deep South, en el transcurso de cuatro meses. Dormimos en la parte trasera de la van, incluso en la ciudad, y nos terminamos el dinero mucho antes de llegar a California. Es casi increíble pensar en eso ahora (tres chicos de 18 años que no sabían nada de nada), pero nos arreglamos cantando por cenas, mis amigos, ambos llamados Andy, eran talentosos guitarristas y yo aprendí armónica. Muchas mañanas fuimos despertados por la policía, pero nunca nos metimos en problemas serios y, claro, la primera parada que hicimos en San Francisco, después del engañoso cruce de la Montañas Rocosas en tormentas de nieve, fue City Lights Bookstore, hogar espiritual de los Beats.

A QUIEN CORRESPONDA:

Como escritora publicada y artista profesional con Maestría que vivió en California por 35 años, me gustaría recomendar a Philip Hebblethwaite para ser admitido en la Universidad de California.

He conocido a Philip cuatro años, y hemos tenido vívidas discusiones literarias, de escritura, arte y de la vida. Como un nieto sustituto, me mantiene al día, y espero que encuentre algo benéfico en mis experiencias.

Tiene una mente muy rápida y brillante con admirable curiosidad y ansias de aprender. Estoy segura que será un buen activo para cualquier universidad.

Sinceramente,

Carolyn Cassady

Carta de recomendación que escribió Carolyn para la Universidad de California por el autor

Mandé una postal a Carolyn desde ahí, y luego le dije que nunca logramos ver a Ginsberg en Nueva York, a pesar de que ella le pidió amablemente si podíamos visitarlo. Llamamos pero el teléfono siempre era contestado por un muchacho de nuestra edad (Frecuentemente Ginsberg vivía con jóvenes estudiantes en su departamento en el Lower East Side) que nos asustaban. Como lo recuerda uno de los Andys, “Creo que todo parecía un poco alejado, y no nos esforzamos más”.

“Por el camino veías los restos carbonizados de personas que habían perdido la cabeza y en un intento por emular a Cassady, se quemaron”, le dijo una vez el líder hippie Wavy Gravy al biógrafo de Neal Cassady, William Plumber. “No estoy hablando de 10 o 20 personas. Estoy hablando de cientos que leyeron On The Road y se volvieron místicos Prankster y que no querían nada más que ser Neal Cassady”.

Yo nunca me quise quemar, aunque sí regresé a Estados Unidos el siguiente año con un préstamo estudiantil e hice otro viaje. Para el tiempo en que Carolyn me ayudó a entrar a Berkeley, mi intereses en los libros y en la música ya eran otros. Brevemente, me teñí el pelo y me hice un raver. Aunque aún hay dos cosas de mis años de fan beat que siempre me serán sagradas. Cuando llevé esos negativos a una tienda de fotografía en Clerkenwell para hacer impresiones para mi historia en Dazed, me quedé (con el permiso de Carolyn) dos copias para mí, que atesoro, una en la que se ve preciosa en los 50, y la misma de Neal y Jack que ves más arriba. Y la última vez que vi a Carolyn, me puso algo de lo que me siento extraordinariamente privilegiado por haber escuchado: una grabación, nunca (para mi conocimiento) publicada, de ella, Jack, y Neal leyéndose uno al otro y bromeando. Neal comienza recitando un pasaje de sus escritores favoritos, Proust, antes de que Jack siga e incómodamente lea partes de su libro, Dr. Sax. Así es como Carolyn recuerda a su esposo y a su mejor amigo –su amante– y no es de sorprender que dejó en claro que no vería la película On The Road.

Carolyn Cassady nació en Lansing, Michigan, EU el 28 de abril de 1923. Murió en Bracknell, Berkshire, Inglaterra el 20 de septiembre del 2013.

Esta pieza es adaptada de una publicada previamente en Stool Pidgeon.