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Refugiados de Michoacán huyen a Tijuana debido a la violencia extrema

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TIJUANA, México – “Estos son mis hijos”, dijo Lorena, tocando un collar con figuras de niños tomados de la mano que le colgaba del cuello. “Uno de ellos ya no está”.

Lorena, quien le pidió a VICE que no usara su nombre real por miedo a sufrir represalias por contar su historia, soltó un profundo sollozo antes de continuar.

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“Lo torturaron frente a mis ojos, me lo arrancaron de mis brazos”, Lorena dijo a VICE World News el mes pasado en una entrevista en un refugio para migrantes en Tijuana. “Yo pude sobrevivir, pero mi hijo, mi niño, no sé dónde está, no sé si está vivo o está muerto”.

Lorena es del pueblo de Aguililla en la región de Tierra Caliente del estado mexicano de Michoacán, donde una guerra entre uno de los grupos criminales más violentos de México, el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y una coalición de bandas locales llamadas Cárteles Unidos ha provocado un éxodo.

Miles de personas han huido, la gran mayoría a Tijuana, donde esperan pedir asilo en Estados Unidos. El padre Juan Diego Mendoza, un sacerdote de Michoacán que viajó a Tijuana para ayudar a los refugiados de su estado, dijo a VICE World News que creía que alrededor de 15.000 residentes de Tierra Caliente habían llegado a Tijuana desde enero.

Collar de Lorena, Aguililla
El collar de Lorena representa a sus hijos. Ahora falta uno. (Foto: Joebeth Terríquez / VICE World News)

Era una tarde de junio cuando Lorena escuchó una conmoción en la calle mientras visitaba a un vecino. Salió corriendo y vio a hombres armados, con el rostro cubierto con capuchas, que gritaban que trabajaban para “El Señor Mencho”, el apodo del capo principal del CJNG, Nemesio Rubén Oseguera Cervantes.

Estaban golpeando a su hijo de 20 años, dijo. Tenían la intención de obligarlo a unirse a ellos.

Lorena recordó cómo le suplicó a los hombres que liberaran a su hijo. Cuando el joven dijo que no quería unirse al cártel, también la golpearon a ella, la patearon y le rompieron la nariz. La agarraron del cabello y la arrastraron varios metros por la calle, dejándola ensangrentada y con capas de su piel en el pavimento.

Los hombres arrojaron a Lorena y a su hijo en la parte trasera de una camioneta y siguieron golpeándolos sin piedad mientras los llevaban a una colina lejos de Aguililla, Lorena dijo a VICE World News. “Mi hijo se me fue restregando en mi panza y me dijo, ‘te quiero mucho, mami’, yo también le dije que lo amaba, pero le pedí que ya no les contestara porque cada vez que lo hacía lo golpeaban”.

Cuando el camión se detuvo, su hijo le preguntó a los hombres si lo iban a matar y, de ser así, que lo hicieran de inmediato. En cambio, comenzaron a torturarlo, quemando la cuerda de plástico atada alrededor de su cuello y échandole las gotas de plástico calientes en sus ojos y en su cuerpo. Lorena dijo que la obligaron a presenciar la tortura durante varias horas.

Luego separaron a Lorena de su hijo, y esa fue la última vez que lo vio.

Después, los hombres la golpearon hasta que perdió el conocimiento y finalmente la arrojaron a un pozo fangoso en la colina. Le dijo a VICE que cree que sus agresores pensaron que la habían matado en ese momento. El CJNG ha hecho circular videos que dicen que el cártel no se mete con las mujeres, propaganda que suena falsa para Lorena y muchas otras víctimas.

Lorena, entre despierta e inconsciente, logró moverse hacia en medio del pozo para mantener la cabeza fuera del agua y poder respirar. Se las arregló para liberarse de las cuerdas que le ataban las manos frotándolas contra las piedras, y luego usó ramas en el pozo para salir, relató.

Cuando salió, estaba oscuro. Preocupada por sus otros hijos, siguió una luz a la distancia que resultó ser Aguililla. Al acercarse, comenzó a gritar los nombres de sus otros hijos menores, pero nadie respondió.

Heridas de Lorena en Aguililla
Lorena muestra una foto de sus heridas luego de que miembros del cártel la arrastraran por la calle. (Foto: Joebeth Terríquez / VICE World News)

Sus otros hijos habían huido y se habían escondido debajo de un árbol cuando su hermano mayor y su madre fueron secuestrados ese mismo día.

Los dos permanecieron escondidos hasta altas horas de la noche, en silencio ante las llamadas de su madre porque temían que los encapuchados estuvieran con ella, obligándola a buscarlos para que ellos también pudieran ser secuestrados.

Cuando finalmente la vieron, tropezando sola, la abrazaron y luego ella les dijo que se habían llevado a su hermano mayor.

En la mañana, la familia tomó dos autobuses hacia la capital del estado de Morelia, donde un familiar les compró vuelos a Tijuana para solicitar asilo en Estados Unidos.

Gran parte de la reciente violencia alrededor de Aguililla está relacionada con los intentos de El Mencho de apoderarse de la región donde nació y creció. Desde 2018, la guerra en la región entre el CJNG y Cárteles Unidos ha sido una de las más sangrientas de México, y la Administración de Control de Drogas de Estados Unidos otorgó una recompensa de 10 millones de dólares por información que lleve al arresto de El Mencho. Ha habido numerosos informes sobre reclutamiento forzoso entre los grupos criminales, como el del hijo de Lorena, junto con extorsión y violencia contra la gente del pueblo que no apoya a los cárteles. En los alrededores, los grupos criminales han destruido carreteras y cortado el suministro de agua y electricidad.

A medida que la situación se salió de control, llegaron al Vaticano las noticias de la incapacidad del gobierno para brindar seguridad en la región, junto con el número de muertes y personas desplazadas. El Papa Francisco envió una carta a los habitantes de Aguililla en julio con un mensaje: “He tenido noticias de los grandes sufrimientos causados por los violentos enfrentamientos entre bandas rivales de narcotraficantes”, y escribió: “No están solos”.

Eso llevó a la Iglesia Católica en Michoacán a coordinarse para ayudar a las personas a escapar de la región y encontrar refugio en la Iglesia en Tijuana. Allí, la Iglesia adaptó espacios para expandir sus refugios ya que miles de refugiados comenzaron a llegar desde Tierra Caliente este año.

Lorena y su familia se encontraron en el refugio Ágape Misión Mundial de Tijuana, dirigido por el padre Albert Rivera. Trabajando en conjunto con un grupo legal llamado Al Otro Lado, Rivera ayudó a más de 80 personas a procesar sus solicitudes de asilo y a ingresar a EE. UU. en julio, incluidos Lorena y sus dos hijos. El mes pasado, la familia cruzó a Estados Unidos, legalmente, para quedarse con parientes. Otros no han tenido tanta suerte.

Tijuana se ubica continuamente como una de las ciudades más mortíferas de México. El CJNG también tiene una gran presencia allí y está peleando por el control de la frontera tanto contra el Cártel de Sinaloa como contra los remanentes del Cártel de Arellano Félix. La zona que rodea Tijuana es uno de los puntos más importantes para el contrabando de drogas a los EE. UU.

“Se han cometido errores que ponen en situación de vulnerabilidad a los migrantes”, dijo Rivera. “La situación de los migrantes michoacanos es complicada porque tienen temor de regresar a sus pueblos, pero tampoco quieren estar en Tijuana, porque saben que el mismo cartel que los amenazó también opera en esta frontera y temen que vengan a buscarlos”. Hace unas semanas dijo que habían aparecido hombres armados en el refugio preguntando por las personas por sus apodos.

Algunos de los que huyeron de Tierra Caliente dicen que continúan las amenazas de los sicarios del CJNG en la frontera. Una mujer que pidió que no se usara su nombre dijo que luego de presentar una denuncia ante la Fiscalía General del Estado de Baja California (FGE), recibió videos que mostraban cadáveres degollados, junto a este mensaje: “Ya sé dónde estás, nosotros somos un cártel muy poderoso y eso te va a pasar a ti también”.

Lorena obtiene asilo
Lorena y algunos miembros de su familia ingresan a Estados Unidos después de recibir asilo. Otros no tuvieron tanta suerte. (Foto: Joebeth Terríquez / VICE World News)

En Aguililla, el fracaso del gobierno federal para proteger a los residentes estalló el 2 de julio, cuando protestaron para exigir que los militares se enfrentaran a los cárteles y arrojaron piedras y cohetones al cuartel militar local.

En respuesta, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, se dirigió a los residentes del pueblo en su conferencia de prensa matutina unos días después, declarando: “No a la violencia, sí a la paz, al diálogo, y a que no se dejen manipular por grupos delictivos que tienen otros propósitos”.

El gobierno envió refuerzos militares que restauraron el agua y la electricidad, pero recibieron instrucciones de “no caer en la provocación”, según el presidente. Continuaron los secuestros, asesinatos y extorsiones, y muchos vecinos creen que las autoridades locales son cómplices de los grupos criminales.

Ernesto, un productor y exportador de aguacate que llegó a Tijuana a principios de julio con más de 20 miembros de su familia, dijo que cree que las autoridades están en connivencia con el crimen organizado en Aguililla y en toda la región.

“El problema en Aguililla es que todo se volvió como si fuera una masa que cada día se va agrandando y que ya no tiene remedio”, dijo Ernesto, cuyo nombre fue cambiado para proteger su seguridad.

“Quienes conforman o son parte generadora de ese conflicto adquirieron un comportamiento casi diabólico que, al más mínimo detalle atentan contra la vida no solamente asesinándolos, sino desmembrando a las personas y causando terror”, dijo. “Y lo peor es que no podemos hacer reportes de denuncia, porque (las autoridades) trabajan de la mano con el crimen”.

Cuatro de los familiares de Ernesto fueron asesinados y dos fueron secuestrados en menos de tres años, dijo a VICE World News. Los grupos criminales locales lo amenazaron repetidamente hasta que decidió irse.

“Es una tristeza lo que sucede en mi pueblo”, dijo. “El futuro por el momento no se ve muy brillante, porque donde no hay gente o empresarios que generen empleos, la gente pobre no se puede sostener y si esa gente no se puede sostener se hace una cuna de ladrones”.

“Cuando eso sucede, normalmente el área en lugar de florecer, se marchita”, dijo Ernesto. “Y mi pueblo está marchitado”.