Los embera son descontextualizados por esta fotógrafa para rescatar su identidad


Fotos por Karen Paulina Biswell

Una planta con cuerpo de niña sobre un fondo azul encendido. Un caballo que apenas se alcanza a ver entre el monte y la niebla. Un par de brazos que sujetan a un bebé mientras una hoja gigante le cubre su cara y a la dueña de los brazos. Todas estas escenas, que parecen sacadas de un sueño, o de un viaje con yagé, hacen parte de la serie fotográfica “Nama Bu” de la fotógrafa Karen Paulina Biswell, en la que fotografió a mujeres y niños de la comunidad embera chamí de la región de Risaralda.

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Jaíbana.

Karen se interesó por la fotografía por primera vez cuando tenía 19 años. Se había ido a estudiar a París y allí conoció a Vanina Sorrenti, una fotógrafa que la empezó a retratar y de la que luego se convertiría en asistente. Desde ese momento, Karen, quien ha vivido entre Francia y Colombia indistintamente, se empezó a acercar a la fotografía como un medio que le permitía explorar los vacíos que le había dejado vivir fuera de su país, de donde salió disparada con su familia en los 90 por la agitada situación social que se vivía entonces: auge del narcotráfico, guerra del Estado contra éste, bombas en las ciudades, muertos, secuestrados.

“Creo que por el hecho de estar tan lejos de Colombia tengo esa necesidad de acercarme y explorar más temas colombianos que, al final, son autobiográficos. Por eso es muy importante para mí pasar tiempo en Colombia y trabajar allá”, me contó Karen con un marcado acento francés cuando hablé con ella por Skype.

Kima.

Como muchos de los que vivimos y crecimos en las urbes del país, el primer contacto de Karen con los indígenas embera fue en la calle, viéndolos vender artesanías o en situación de calle. La fotógrafa, que vive en Francia, y actualmente prepara una exposición en Bordeaux, me contó que, cuando vio a estos indígenas en una calle del centro de Bogotá, la cosa le pareció surrealista, lo que de inmediato le suscitó un interés que el resto de bogotanos, a fuerza de verlo a diario, hemos perdido completamente.

Kuarabú.

La comunidad embera tiene una larga historia de desplazamiento que se remonta a la década de los 70, época en la que fueron desplazados por habitar cerca de una mina de oro, según cuenta un informe de la ONG Vía Plural de 2009. Más tarde, en los años 80 a las regiones donde habitaban los embera llegó la guerrilla del M-19, seguido por el ELN que finalmente se tomó el territorio y desplazó a la comunidad. Más tarde, hacia 1995, llegó la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) para disputarse el dominio del territorio, un conflicto que aumentó aún más con la llegada del ejército y los paramilitares a principios de los 2000, dejando a la comunidad en medio de un campo de batalla que agravó la crisis de desplazados en la región de Chocó y Risaralda.

La mayoría de los desplazados embera se dirigen a las grandes ciudades, particularmente a Bogotá, en busca de mejores condiciones económicas y de seguridad. En 2009 se calculaba que en la capital había 250 embera katío y 500 embera chamí, quienes se dedican a actividades económicas informales en la ciudad como la venta ambulante, la venta de artesanías y en ciertos casos la indigencia. La gran mayoría de las movilizaciones de los embera se caracteriza por el traslado de familias enteras, una situación que tiene lugar desde los 70, y que es la causa de que el 50% de los embera en Bogotá sean niños y menores de edad.

Nama Bú.

El primer contacto que Karen tuvo con los embera fue hace cinco años, cuando conoció a una familia, que, asegura, fue muy abierta y una suerte de conocer. Desde el primer momento son los que la han ayudado a realizar el proyecto. “Es una relación de amistad, de intercambio y de curiosidad. Ellos también sienten mucha curiosidad de conocer a alguien que también los aprecia y los trata como personas, y no como alguien que trabaja en una ONG o en una organización”, me dijo Karen.

Beda.

Apenas empezó a fotografiar a los embera lo hizo en el Hotel Dorantes en el barrio La Candelaria en Bogotá, una decisión que partió del interés de Karen por sacar a esta familia del contexto en el que usualmente se encuentran. “El objetivo era descontextualizarlos de la violencia y la miseria que estaban viviendo, porque mi trabajo se concentra más en la identidad, y no tanto en la identificación. No me interesaba identificarlos como comunidad, ese es un trabajo más de un etnólogo. En lugar de eso, quería acercarme a la identidad de ellos como personas, como tú o yo”.

Eventualmente, y gracias a la relación íntima que estableció con esta familia, Karen viajó con ellos a su tierra natal, Risaralda, en donde realizó las otras fotos que hacen parte de esta serie y que bautizó “Monte Adentro” —fotos de la naturaleza que rodea a la comunidad— y “Luz de luna” —una serie de retratos sobre fondos de colores en las que hubo un juego de interacción con la naturaleza y las plantas que hacen parte también de la identidad de los embera—. El resultado de estas interacciones muy hogareñas son una serie de retratos que recuerdan más una tradición clásica del retrato en la pintura y que se alejan de la tradición etnográfica con la que tradicionalmente se ha retratado estas comunidades.

Ebaríburú.

Una particularidad de las fotos que conforman la serie “Nama Bu” (que en embera quiere decir “existimos”) es que sus protagonistas, a excepción de un niño, son todas mujeres y niñas, algo que Karen, me contó, se dio en parte por una actitud en la comunidad embera en la que las esferas entre hombres y mujeres están divididas, y que por tanto, para ella como mujer, hacía mucho más fácil la interacción con las mujeres embera que con los hombres. Además de esto, el trabajo de la fotógrafa se ha concentrado en gran parte en la exploración del cuerpo femenino y de su sensualidad, temas que también exploró en “Nama Bu”, acercándose a la imagen de las mujeres embera desde otra perspectiva que se aleja de los intereses académicos o sociales que caracterizan el tipo de fotografía que tradicionalmente ha representado a las comunidades indígenas.

Jagua.

El resultado es una serie de fotos que explora lo sensual y lo estético de las embera, más allá de lo exótico. “Para mí, la sensualidad es tener conciencia de su cuerpo y construir su imagen, asumir su imagen y su personalidad”, me contó Karen cuando le pregunté cómo exploraba la sensualidad en las mujeres embera. “La sensualidad tiene mucho que ver con la personalidad. Uno logra percibir la personalidad de alguien en su comportamiento con el cuerpo […] esto era lo que yo quería explorar con ellas”.

Embera Kubú.

Para ver más del trabajo de Karen Paulina Biswell puedes visitar su página web. “Nama Bu” se exhibirá hasta el 25 de enero en la Galería Valenzuela Klenner de Bogotá.