Identidad

Las okupas de Sevilla que buscan la igualdad de género en el anarquismo

La conversación había derivado hacia la prostitución medieval. En aquella época, “las mujeres se consideraban más débiles, más propensas a los impulsos sexuales”, dijo la editora. “El diablo podía poseerlas con más facilidad y entonces las usaba para poseer a los hombres”.

Estábamos sentados en el patio trasero de La Revolucioná, La Revo para abreviar, un edificio okupa de Sevilla donde solo se permite la entrada a los hombres una o dos veces al mes, durante eventos mixtos. Dos editoras de AK-69, una revista anarco-feminista española, estaban ahí para debatir la presentación que acompañaría el lanzamiento de un nuevo número de la revista ese mismo día. Un número antiguo estaba sobre la mesa. En la portada, cuatro mujeres con pasamontañas permanecían apoyadas contra una pared, desnudas de cintura para abajo.

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En la fiesta de presentación no hubo pasamontañas ni desnudez, pero la estética era sin lugar a dudas punk. Cervezas artesanas y platos veganos salían de la cocina donde los perros trotaban en busca de un bocado o, al menos, una caricia en la cabeza. La compañía de suministro había cortado el agua dos días antes, pero aquel inconveniente no empañó el evento. Además, las revoluciones no funcionan en base a la comodidad.

La Revo está situado en la Calle San Luis, a la que las miembros se refieren como “Sin Luis”. Desde la calle, el edificio de 125 años de antigüedad parece algo así como un barco pirata anclado en medio de la ciudad. Desde las ventanas ondean sábanas pintadas con eslóganes agresivos y el logotipo del movimiento okupa.

Como hombre, me llevó algo de tiempo ganarme la confianza de las miembros. Envié un montón de emails. Pedí a una amiga que solía asistir a los eventos que les hablara bien de mí. Incluso eché una carta en su buzón. Mis entrevistas debían ser aprobadas por la asamblea. Cuando finalmente puse el pie dentro de la casa okupa, tuve la sensación de que debía profesar una enorme deferencia, como si entrara en un lugar de culto al que no pertenecía.

Aunque el término ayuda a describir su atmósfera general, La Revo no es simplemente una casa okupa. Es lo que se conoce como “centro social okupado autogestionado” (CSOA). Las mujeres de La Revo, como los miembros de cualquier otro CSOA, son anarquistas. Pero en lugar de intentar subvertir el estado neoliberal y el patriarcado empleando la violencia o la insurrección política, están intentando crear una utopía urbana temporal sin ninguna jerarquía, donde ellas deciden sus propias normas.

El profesor Miguel Ángel Martínez, que lleva estudiando y participando en movimientos okupas desde finales de los 90, describe los CSOA como “laboratorios” excepcionales, pero escribe: “eso no significa deambular por un limbo de teorías, discursos y debates. En lugar de ello, se produce lo contrario. La experiencia real de desobediencia civil ejercida mediante la acción de okupar un espacio permite que otras prácticas echen raíces y revelen el carácter contracultural del movimiento”. El objetivo consiste en dejar que la acción informada penetre en todos los aspectos de la vida.

En La Revo, las anarquistas lo debaten todo, desde el neoliberalismo hasta la teoría queer. Entre las actividades populares que se celebran cada semana se incluyen talleres de permacultura y clases de autodefensa. Las okupas también organizan proyecciones de documentales, lecturas de poesía y organizan fiestas para revistas ―como AK-69― que simpatizan con su causa.

El 1 de mayo, el Día del Trabajo, La Revo celebrará su primer aniversario en la Calle San Luis. Según La Revo, el edificio es técnicamente propiedad del Banco Sabadell, pero la entidad no puede expulsarlas sin una orden judicial emitida por un juez. A un nivel general, la razón para esta paradoja es que la Constitución española reconoce tanto el derecho fundamental a la propiedad privada como el derecho fundamental a “una vivienda digna y adecuada“. El Código Civil español fue modificado en 1995 para castigar la okupación, pero los procedimientos de desahucio todavía pueden tardar en ejecutarse un año o más, algo que las miembros de La Revo emplean a su favor.

Un ejemplar de “AK-69”

Las miembros con las que hablé dijeron que decidieron establecer una casa okupa feminista hace unos dos años, como respuesta a la falta que hay en Sevilla de un espacio diseñado exclusivamente por y para mujeres.

“Todos los espacios son para hombres: las calles, los bares, las discotecas”, dice Alex*, miembro fundadora de La Revo que se identifica como no-binaria. “Las mujeres, las lesbianas, las trans… Todas somos vulnerables [en esos espacios]”.

Alex, que ha participado en varios eventos okupas durante los últimos seis o siete años, siempre se dio cuenta de que, incluso cuando los hombres se identificaban como feministas, a menudo quitaban la palabra a las mujeres durante los debates o en la asamblea. En La Revo, la toma de decisiones pretende ser menos jerárquica o, como dice Alex, “más horizontal”. Y aunque luchar por tener una organización no jerarquizada es una idea que se puede encontrar en la mayoría de CSOA, las miembros de La Revo afirman que sin hombres el objetivo se alcanza mucho más plenamente.

“Nos damos cuenta de la diferencia de entorno que hay entre nuestra asamblea y otras [en las que participan hombres]”, indica Alex. “Es difícil de explicar con palabras. Es algo que se siente en el interior”.

La Revo no es ni mucho menos la primera casa okupa que ha intentado llamar la atención sobre la desigualdad de género dentro del movimiento anarquista. El anarco-feminismo en sí tiene sus raíces en las activistas y pensadoras de finales del siglo XIX y principios del XX como Emma Goldman, Voltairine de Cleyre o Lucy Parsons entre otras. Pero aunque la misión de La Revo no es nueva, tampoco es redundante.

Hasta la fecha, la okupación de La Revo ha sido bien recibida por el vecindario. Rocío*, miembro de La Revo que está estudiando para convertirse en corresponsal de guerra, afirma que las mujeres del barrio asisten con regularidad a los talleres de La Revo y están a favor de lo que el movimiento okupa trata de proporcionar a la comunidad local. Según Rocío, la zona está experimentando una turistificación. “El dinero y los turistas importan más que la gente que vive aquí”, indica Rocío. Los especuladores urbanos y las compañías de desarrollo han intentado traer empresas centradas en los turistas a la comunidad, como hoteles de lujo, y La Revo ha tratado de contraatacar esos esfuerzos.

Pero incluso con el apoyo de los vecinos, el futuro de La Revo es bastante incierto. Podría con toda probabilidad seguir los pasos de la Casa Grande del Pumarejo, una casa okupada por iniciativa vecinal situada un poco más allá, en la misma Calle San Luis. En 2003 el vecindario se resistió con éxito a la construcción de un hotel en una mansión del siglo XVIII y negoció una resolución con la ciudad para establecer el espacio como centro social del barrio.

Pero ese tipo de transición es muy poco común. El destino más común para las casa okupas es lo que sucedió al CSOA Andanza. También situado en la Calle San Luis, entre El Pumarejo y La Revo, Andanza fue al parecer en su día la casa okupa más grande de la región de Andalucía. Desde julio de 2015 sus puertas y ventanas están tapiadas con ladrillos y algunos de sus miembros se han enfrentado a acciones legales. Incluso si el banco que posee el edificio de La Revo estuviera abierto a llegar a algún tipo de acuerdo, me explica Alex, La Revo ―como Andanza y la mayoría de los demás CSOA― no está dispuesta a negociar y se niega a llegar a ningún acuerdo con ninguna entidad que considere que perpetúa un orden mundial tóxico (patriarcal, capitalista y jerarquizado).

Pero incluso aunque el colectivo se venga abajo, sus miembros no lo considerarán necesariamente como un fracaso.

“La duración de las okupaciones no es la preocupación más importante para los okupas políticos”, indica el profesor Martínez. En lugar de ello, una casa okupa es “un lugar donde crear una utopía, durante unos meses o unos años y para algunos eso ya es una victoria en sí”.

*Se han cambiado los nombres.