Último día del festival. Quizás el primero para quienes no les interesaba nada en las dos jornadas anteriores. Quizás el tercero para quienes la ceremonia se debe vivir de principio a fin. En todo caso, la última etapa de un recorrido musical que año tras año nos sacude, nos despierta, nos libera.
La gente se demoró en llegar, hay que decirlo. Ginger y los tóxicos, superbanda de ska punk bogotana con miembros de Triplex, Frente Cumbiero, Alerta y Hartos de estar Hartos, y Militantex de Medellín se pararon en tarima con una pequeña mancha de gente que se acercó a verlos. No por eso sus presentaciones fueron increíbles. La de los paisas abstracta y experimental, la de los capitalinos combativa y frentera.
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El Escenario Plaza recibió a lo largo de la jornada una fiesta de pata y puño al son de Sanpeceeste y Nadie, quienes a punta de punk fueron calentando una tarde pasada por una leve llovizna que se deshizo entrada la tarde. Paralelo a esto una auténtica eminencia del rocanrol se paró sobre el Escenario Lago pero no se llamaba Josh Homme o Dave Grohl y posiblemente por eso muy poca gente llegó a verlo. Se trató de Alain Johannes, el chileno-americano que ha trabajado con bandas como Queens Of The Stone Age, Arctic Monkeys o RCHP, por nombrar algunas… Con una presentación en formato de trío, nos dio en la cara con una cantidad de riffs elaborados y potentes sumados a su voz que fácilmente se podría confundir con la de alguna de esas grandes leyendas con las que ha hecho carrera en la música. Una presentación íntima donde nos pudimos ver frente a frente con una figura clave del rock mundial nacida en Sudamérica.
Mientras tanto, Liniker e os Caramelows desde Brasil dio una encantadora sorpresa con su reggae carioca y su bossanova fiestero, además de marcar un statement en toda la historia del festival convirtiéndose en la primera artista trans en tocar en una tarima del ya legendario Rock al Parque.
Con el sol encima de centenares de cuerpos destilando sudor después de cada pogo, llegó Chico Trujillo y con ellos una descarga alegrona de la nueva cumbia de este lado del continente. Una fiesta cargada de color, una celebración a nuestra identidad latinoamericana que se sentía también en el Escenario Eco con La Chiva Gantiva y su bestial y enérgica descarga de folclor sudaca que se hermana con el world music y genera un corrientazo en todo el cuerpo imposible de evitar.
Mientras caía la tarde y llegaba la noche Rock al Parque, como es costumbre, nos puso en frente a una más de las leyendas de la música. Esta vez fue Lee Ranaldo. El guitarrista y cofundador de los míticos Sonic Youth nos llevó a un viaje en el tiempo con su proyecto solista en el que las atmósferas orgánicas de sus guitarras acústicas y esa voz de leyenda se sintieron como volver a los días del rock alternativo durante los ochenta y noventa. Un show emotivo con un mensaje contra la ultraderecha que se está tomando el poder del mundo y repleto de personas con camisetas con las icónicas portadas de los discos de Sonic Youth estampadas, además de muchos otros nostálgicos que se encontraron con la exquisitez de Ranaldo y los dos músicos que lo acompañaron en tarima.
Y cuando la nostalgia se apoderaba de los seguidores más fieles a Ranaldo, también se hacía sentir en el escenario principal con Mojiganga, una de las bandas claves para la época dorada del ska colombiano. Mientras tanto, dos chicas, españolas, crudas y supremamente desenfrenadas, nos llevaban por una carretera sonora donde a veces era punk, a veces más grunge y a veces más hardcore nos dejaron su nombre grabado en la mente: Bala. Sin duda uno de los mejores descubrimientos de la jornada un power dúo femenino gigante, que tuvo a todo el mundo cabeceando y entregado a los golpes en el pecho que se sentían en cada tema.
6:30 p.m. y la luz apenas dejaba ver los rostros del río de gente que se había congregado para ver a unas auténticas leyendas del ska a nivel mundial. Con Tokyo Ska Paradise Orchestra regresaron a la mente los recuerdos de esa primera vez que un grupo japonés había llegado a nuestros oídos con canciones como “Skaravan”, “Pride Lions”, “Ska me crazy” o sus covers de “Eres” de Café Tacvba o “One step beyond”. Una fiesta absoluta que dejó satisfecho a todo el mundo.
Detrás de los japoneses, en el Escenario Lago estaba sucediendo una de las cosas importantes que nos dejó este Rock al Parque y es que es necesario entender los contextos y momentos detrás de las bandas a la hora de apreciarlas en vivo. Puede que muchos hayan visto en SHIP a una banda con un cantante disminuído con los años y un parkinson encima. Jorge Barco y su grupo hicieron un show más que formidable, dándole su lugar en la historia al rock progresivo criollo y presentando ese material ochentero por el que son una banda de culto en la escena nacional. Compitieron por el público con nadie menos que la Tokyo Ska Paradise Orchestra (uno de los grandes animadores del evento) y aún así hordas de nostálgicos y curiosos se acercaron a ver el show impecable que se armaron a más de 35 años de ser formados y con solo dos miembros originales en tarima.
A solo horas de terminar el evento había todavía más por sorprenderse. Skampida, quienes también han sido piedra angular en la historia del ska capitalino, se montaron con todos los fierros a encontrarse con su público y en un acto absolutamente necesario por la coyuntura actual pidieron un minuto de ruido por los más de 300 líderes sociales asesinados mientras cada uno de sus nombres se iban desplegando por la pantalla.
Había que encontrar un momento para ser consciente de todo lo que estaba pasando. Cerrando el escenario Lago los alemanes de Kadavar fueron de las grandes apariciones del festival. Muchos curiosos llegaron sin mucha idea de con que se iban a encontrar y lo que se apareció en el escenario, fue algo así como un hijo bastardo entre Led Zeppelin y Black Sabbath, reencarnando ese rocanrol crudo de los setenta frente a sus ojos. Todavía no superamos lo que hicieron anoche Lupus, Mammut y Tiger, tres alemanes prácticamente desconocidos en Colombia que la descosieron en el festival más grande del país y que estamos seguros, acaban de crear una fan base local de tanta gente que nunca pensó ver algo así anoche, incluyéndonos. Y paralelo a este cierre, Descartes a Kant se fajó un show que no dejó de sorprender. Un performance teatral trágico y sublime en el que una escena del crimen de repente se convertía en una persecución policiaca con un noise distorsionado de fondo y una fusión de avant-garde experimental que nos introdujo en su mundo de visuales vintage y representaciones increíbles en tarima. Una banda que se llevó todo el amor de un público que probablemente las veía por primera vez y quedó cautivado.
La estocada final a estos tres días de música visceral la dio Pennywise. La banda californiana con más de 30 años de trayectoria en el punk rock aterrizó por primera vez en Colombia para encontrarse con un público que celebró cada una de sus 18 intervenciones a lo largo de su presentación que arrancó algo tropezada, pero luego encontró el rumbo para iniciar una histeria masiva con temas como “Same old Story”, “Blitzkrieg Bop” de los Ramones, “Live While You Can”, “Fight for your Right” de Beastie Boys, “Fuck authority” y “Bro hymn”. Una noche cerrada con la energía necesaria para sobrevivir hasta una nueva edición del festival.
Si primer cuarto de siglo, de hecho.
Así lo vivimos: