Música

Qué nos dice la camiseta de “Eat Sleep Rape Repeat” en Coachella acerca de la cultura del abuso sexual en los festivales de música


Este artículo apareció originalmente en THUMP.

Durante el fin de semana mi compañero de THUMP, Jemayel Khawaja, tuiteó una foto de un chico en Coachella usando una camiseta que dice “Eat Sleep Rape Repeat” (Come, Duerme, Viola, Repite). El tipo está sonriendo de oreja a oreja, muy satisfecho consigo mismo. Esta nauseabunda celebración de la cultura de la violación combinada con su descarada petulancia inició un bombardeo en Twitter, que se convirtió en un tornado viral una vez que la imagen llegó a Buzzfeed, Jezebel y más allá.

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Algunos medios han especulado que la camiseta fue alterada con Photoshop—no fue así.

Le marqué a Jemayel después del festival, y me dio el contexto completo detrás de la infame foto: “Estaba yendo por un trago al beer garden de la carpa Sahara cuando vi al tipo. Lo volteé a ver una segunda vez y decidí que tenía que documentarlo de alguna manera. Se veía bastante emocionado cuando le pedí que si le podía tomar una foto, y por eso hizo el símbolo de paz y sale con esa sonrisota.”

“Aunque no lo creas, venía con una chica. Parecía muy desesperada por la situación en general, y la miró cuando le pedí tomar la fotografía sugiriendo que se sentía justificado por portarla”, añadió.

Mucha gente está indignada por esta camiseta. Un artículo del LA Weekly de 2013 demuestra que no es la única de su tipo, pero ya que no parece haber sido comprada en línea o en ninguna tienda, supongo que fue hecha en casa. El slogan es un juego de palabras con “Eat Sleep Rave Repeat”, una referencia al track de 2013 producido por Fatboy Slim y Riva Starr que se ha convertido en mercancía omnipresente en cada festival —es básicamente como el swoosh de Nike para el EDM, infinitamente familiar y sujeto a variaciones ilimitadas. La “broma” es que al cambiar una simple letra, un refrán que es conocido se convierte en algo extraño, incómodo —”provocador”.

Aquí está la cuestión de las bromas sobre violaciones: la mayoría no son graciosas. Por supuesto, no debería haber una prohibición unilateral para las bromas de violaciones —los defensores de la libertad de expresión pueden cesar el fuego— porque uno de los fines esenciales de la comedia es burlarse de las partes más asquerosas de la vida, lo que incluye la violación. Pero existe una época y lugar para la provocación, y un festival musical lleno de miles de personas en estado inconveniente dando vueltas al ritmo de un bajo punzante no lo es.

De hecho, la estúpida camiseta de este chico abre el camino para confrontar una situación generalizada —una que es generalmente eclipsada por “historias más importantes” que surgieron en la temporada de festivales, como las sobredosis o a quién besa Madonna.

Necesitamos hablar del acoso sexual en los festivales musicales.

De manera completamente fortuita, Mixmag publicó un artículo hace unos días acerca del acoso sexual en los clubes. “Esto es algo que ocurre mucho en la cultura de los clubes, de abajo hacia arriba; desde el big room comercial hasta fiestas underground a media luz. Ocurre tan a menudo que le han hecho pensar a las mujeres que es una parte normal de una noche de fiesta; existe un sentido de que quejarse es inútil y todos deberíamos tolerarlo”, escribió Chantelle Fiddy. Lo mismo podría decirse acerca de los festivales musicales.

Existen varios ejemplos, aterradores y mundanos, del acoso que las mujeres sufren de manera rutinaria cuando van a estos eventos. ¿Recuerdan las dos muertes que dominaron los titulares luego del Electric Zoo en 2013? Hubo otro incidente acerca del cual la gente no habló mucho: el de una chica de 16 años que despertó debajo de una van afuera de la sede del festival, con sus pantalones abajo y las piernas con moretones. Fue llevada a un hospital cercano, donde los doctores concluyeron que había sido abusada sexualmente.

Afortunadamente, los ataques de esta magnitud son anomalías. Pero las mujeres en los festivales aún se sienten incómodas e invadidas todo el tiempo —ya sea algún chico que te toquetea mientras camina por la multitud, o haciendo comentarios no requeridos acerca de tu cuerpo, o creyendo que tu animado baile es una invitación a tocarte sin tu permiso.

Esta fotografía de Gothamist en Mysteryland el año pasado es un ejemplo de lo normalizado que está el acoso sexual en la cultura de los festivales: cuando una mujer se subió a una bocina, se convirtió en sujeto de nalgadas y toqueteos por parte de completos extraños.

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(Foto vía Tod Seelie / Gothamist)

El fotógrafo que capturó el momento nos da un recuento de los hechos:

Su reacción simplemente fue una leve mirada de desprecio y luego bajó por el lado contrario de la bocina a donde estaba el atacante. No dijo nada. Si hubo otra reacción fue demasiado leve como para ser notada. Cabe destacar que un chico distinto le dio una nalgada un poco antes de que el otro la agarrara por completo, y no parecía haberse molestado. Pero el que la agarró lo hizo de más, al parecer.

Lo que llama mi atención en esta historia es un pequeño detalle: “ella no dijo nada”. Es la misma ambivalencia detrás del estudio citado por Mixmag que descubrió que “de 1,198 mujeres encuestadas de entre 18 y 24 años de edad, cerca de un tercio habían sido toqueteadas o recibido atención física no deseada durante una noche de fiesta. Tristemente sólo 19 porciento de estas mujeres estaban sorprendidas por lo ocurrido”.

Esta falta de asombro es preocupante. La cultura del sexo y hedonismo que hace a los festivales de música algo tan divertido no debería ser utilizada como una excusa conveniente para el abuso sexual o la promoción de la cultura de la violación. Como escribió Fiddy, “si las mujeres no pueden ni siquiera lograr respeto en la pista de baile, ¿cómo va a cambiar la cultura del club?”

El shock y la indignación que ha explotado en línea respecto a la camiseta de “Eat Sleep Rape Repeat” es exactamente cómo deberíamos reaccionar. Pero existe una razón por la cual ese chico se sentía lo suficientemente cómodo para usarla en un festival —él sabía que la mayoría de la gente “estaría de acuerdo” con ella, y muy pocos se atreverían a decirle algo en su cara. Cambiemos eso.

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