Artículo publicado por VICE Argentina
Para eso les sirve una impresora, para usarla de banquito y que la cámara de la computadora no le corte la cabeza a Rodrigo, que es quien va a hablar. Aunque de redes sociales ellos nada, han decidido hacer un Facebook Live donde explicarán su trabajo, a cuadro sólo se ve Rodrigo pero en el aula en la que todo sucede habremos unas 10 personas: “nosotros difundimos el software libre no por una cuestión de precios sino por un asunto de libertad”, le dice a la cámara, entonces su discurso se ve interrumpido porque uno de los asistentes se suena estrepitosamente los mocos. Todos nos aguantamos la risa, incluso Rodrigo quien se recompone y sigue sin saber todavía que olvidaron darle play a la grabación.
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Era sábado a las 11:30 am, afuera llueve así como llueve en Buenos Aires, tormentoso y de repente, durante varios días. Estábamos en un galpón bajo las vías del ferrocarril Roca, en el barrio de Barracas, en una construcción con aire industrial sede de la Fundación Por el Arte hacia la Vida. Es ahí donde Rodrigo Márquez y Riky Linux instalaron el Club Del Software Libre, un espacio sabatino para ofrecer capacitación en materia de informática, programación y hasta robótica, todo gratis, con la mirada puesta en que los cursos se trasformen en trabajo para los que los toman y que los conocimientos se ajusten a la filosofía del software libre.
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El movimiento fundado por Richard Stallman a mediados de los 80, la Free Software Foundation, promueve la creación y uso de programas informáticos a los que todos les puedan meter mano, modificar el código, pasárselo a quien se les dé la gana, a diferencia de los sistemas privativos, como los de Microsoft, en el que el dueño del CD con un office, por ejemplo, debe aceptar las condiciones del vendedor en las que si se lo instala a la computadora de un amigo se convierte en pirata. Se le confunde con software gratis pero no es así, su impacto va en otro sentido, hablan de ética y entienden al software como una fuente de conocimiento que debe poder difundirse sin trabas.
“Yo vivo pura y exclusivamente a través del software libre. A mí me transmitió algo que es el cooperativismo, el compartir mi conocimiento con los demás. Yo podría ir y dar clases de un sistema operativo que lo único que hace es formar, como nosotros decimos, esclavos. Donde la persona va, se sienta, aprende y no tiene un poder de análisis. Yo estoy en contra de eso y obviamente me ha frenado en un montón de cosas, por ejemplo, conseguir un trabajo estable”, contó Riky Linux.
Desde hace tres años la empresa en diseño textil en la que trabajaba lo despidió, a partir de ahí empezó a meterse en el mundo de la tecnología y mucho de lo que sabe lo aprendió por su cuenta, tocando, rompiendo. Su situación se podría ver de dos formas, o lleva tres años desocupado o lleva tres años dedicándose a lo que le gusta, reparar computadoras, dar algún curso o lo que salga… y siempre sale.
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“No creo tampoco en ese que dice ‘mirá, yo levanto bolsas en el puerto y ahora lo va a hacer un robot y me quedo sin laburo’, ¡no! A esa persona hay que capacitarla y que trabaje en otra cosa, el hombre no está más para estar haciendo fuerza en ningún tipo de trabajo”.
La vida lo llevó a coincidir con Rodrigo, docente que no está en ninguna red social que lo obligue a entregarle sus datos pero que no pudo salirse de las garras de Whatsapp, que es Facebook, aceptó con un mohín. Su motivación para estar en el club todos los sábados de 9:00 a 17:00 horas sin ninguna paga es sencilla pero ambiciosa, tratar de construir un mundo mejor: “nosotros no queremos formar gente para que se salve sola, para que consiga trabajo en una multinacional y se dedique a algo nefasto, individualista”.
Narró con orgullo los logros del club en este año y medio que lleva funcionando: más de 100 participantes, 30 estables, un curso de verano en el que hubo más mujeres que hombres y el apoyo de cooperativas que se dicen dispuestas a contratar a sus alumnos.
Precisamente esa mañana de lluvia en el galpón apareció Macarena, una jovencita de 18 años que vive en La Boca y a la que su papá mandó para ver si algo de ahí le interesaba. Ella creía que iba a una feria de ciencias “con stands y todo” pero entró a ese cuarto en el que lo primero que llamó su atención fue la pila de computadoras viejas que se acumula en una esquina.
Varios estaban absortos frente a sus propias máquinas y una mesa rectangular como de familia grande invitaba con mate, café y galletitas. A esas alturas del sábado Rodrigo ya organizaba la comida y preguntaba a quiénes se les antojaban los chorizos a la pomarola que uno de la fundación se propuso cocinar. En cuanto lo encaminó se acercó a la chica: “aquí todos nos equivocamos, no te preocupés por eso. Si te interesa podés aprender a hacer aplicaciones para celular”.
Y así fue como Macarena sucumbió a los brazos binarios de la programación y varias manos se aprestaron para desenrollar cables e instalarle un lugar de trabajo. Juan, uno de los docentes, se apuntó para capacitarla.
Ninguno de los que enseña ahí gana un peso y el lugar lo fueron equipando con máquinas donadas. No se hacen publicidad, tienen una página de Facebook, un blog, Twitter pero los alumnos suelen llegar porque alguien les contó, porque lo vieron en algún lugar, porque la tecnología les interesa y también porque es gratis.
En algún momento, Riky Linux recordó que entre los presentes estaba una periodista que tomaba fotos. Se puso a repartir entonces calcomanías del club y apuró a uno para que tapara ese logo “feo” de su computadora. El software libre llegó a su vida por casualidad cuando coincidió con un usuario, a partir de ahí anda por la vida con una USB en la que tiene instalado su sistema operativo porque a Microsoft no le quiere volver dar ni 48 horas de su vida.
Por su parte, Rodrigo se encontró en Youtube con una conferencia de Stallman y lo deslumbró. Es un hombre que siempre ha tenido un compromiso político y encontró en el Software Libre un espacio para ejercerlo pero reconoció que otros militantes menosprecian su tarea, ¿es en serio que dejando de usar Microsoft se puede mejorar el mundo?
“Nosotros entendimos que esto no alcanza, por ahora lo que podemos hacer es un parche, generar puestos de trabajo, difundir el software libre. Hacemos un planteo de liberación pero no está resuelto al menos en lo personal y lo colectivo cómo vamos a ir avanzando tratando de no ser más dependientes, tratando de seguir independientes”.
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Tira algunas sugerencias al aire, por ejemplo, que se desarrollen softwares locales, argentino, latinoamericano, que den opciones para no tener que usar los programas monopólicos a los que muchas veces les entregamos nuestros datos de forma irrestricta.
Explicó que la suya es una lucha y si hay alguna forma de ganarla, es proponiendo. Ese día de sábado su impacto era cuantificable, además de Macarena aprendían en el club Giovanni, Ramiro y Marcelo.
La lluvia no amainaba y por las ventanas entró el olor de los chorizos a la pomarola, alguno fue por unos platos, otro acercó varias botellas de gaseosa y en el centro de la mesa estilo familiar se instaló una cazuela. Las pantallas de las computadoras se quedaron hablando solas, había llegado la hora de comer.