¿El acto final de Silvio Berlusconi?

Hace pocos días el donjuán putero y primer ministro de Italia anunció su dimisión. La incertidumbre en cuanto al futuro de la economía italiana ha aumentado nuestra deuda por las nubes, rebasando el 7%– nivel que forzó el rescate de las economías portuguesa, griega e irlandesa. Esto significa que Italia está al borde de la quiebra. Roma, y no Atenas, es ahora el centro de atención internacional de la crisis económica. Italia, que representa el 20% de toda la economía europea, puede hundir la zona euro (me estoy cagando de miedo mientras tecleo esto), y además puede que perdamos al ex crooner de cruceros devenido jefe de estado/payaso/monstruo sexual más divertido que el mundo haya visto jamás.

Robert Preston, editor de la sección de negocios de BBC News, dice que “cuando el interés implícito sube hasta este nivel, los inversores saben que un país con deudas tan grandes no puede pagar lo que debe”. Básicamente, Italia ahora es considerada incapaz de reembolsar su deuda pública, que alcanzó la cifra de 1,9 billones de euros. La deuda en Italia ahora es el 120 por ciento del PIB. Pero aunque esta dato acojone, no es el problema real y gordo de verdad. La deuda pública de EE.UU. es de 14 billones de dólares, comparado con un PIB de 14,3 billones. Ese ratio es incluso peor, todo quisque debe pasta y parece que no hay mucho que se le pueda hacer.

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Nadie confía ya en que Italia sea capaz de resolver esta crisis. Y cuando la mayoría de los gobiernos europeos, el Banco Central Europeo y básicamente todos los analistas dicen que tu país está a punto de petar, normalmente los agoreros ven cumplidas sus profecías más chungas. Es lo que suele pasar cuando todos te dicen que vas a fracasar, que fracasas. Y ahora mismo, todo el mundo dice que Italia está al borde del colapso económico total. Y por lo tanto, lo estamos.

Lo que resulta aún más triste, si cabe, es que tras su dimisión el carismático político Silvio Berlusconi quizá pare de entretenernos con sus absurdas payasadas. Vale, ha anunciado que seguirá en política, y es probable que no nos abandone del todo. Pero sin él en primer plano, las noticias serán un poco más insípidas en mi país. Como alguien que opina que la clase política italiana no puede hacer nada—literalmente NADA—para alterar el inevitable curso de nuestra historia económica, creo sinceramente que el único cambio notable será que la política no nos divertirá tanto como antes.

En un país en el que incluso nuestros mejores políticos siguen siendo de lo peor de Europa, Silvio Berlusconi era la quintaesencia de la “italianada” tal como se concibe fuera de Italia. Seguir sus comentarios completamente insensibles pero “correctos”, ver cómo públicamente le tiraba los trastos a toda chica que pasaba por delante  y actualizar su lista de meteduras de pata, se había convertido en el pasatiempo nacional. ¿Y ahora qué haremos? ¿Tendremos que empezar a hablar seriamente de política? ¿Qué será de Italia sin Silvio? No estoy lo bastante cualificado como para decir si será posible salir de la crisis sin un rescato del FMI, pero sí creo saber lo suficiente de mi país como para aseverar que a partir de ahora será un lugar más aburrido.

Berlusconi era un tipejo nacido para ser la estrella de una telecomedia de los años 50, ligeramente racista y homófoba. El programa se podría llamar Oh, Silvio! Y saldría su pobre mujer que se enfurruñaría y cruzaría los brazos y entonces pronunciaría el título de la serie cada vez que Silvio hiciera algo muy “Silvio”, como hacer un chiste políticamente incorrecto o chuscarse a una prostituta menor de edad.

La gran noticia de estos últimos días es, para mí, que tendré que empezar a divertirme viendo mi colección de DVDs de Curb y no las noticias. Adiós, Silvio. Te echaremos de menos—yo y todos los otros fans de la comedia italiana.