Este artículo se publicó originalmente en VICE News.
“La homosexualidad no se vive en los cuarteles”, asegura a VICE News una joven soldado que comparte su vida con una suboficial a condición de preservar su anonimato.
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Su relación es un secreto solo dentro del cuerpo y el silencio, asegura, es la única manera de garantizar que la carrera de su pareja no se eche a perder por la intolerancia de los mandos más retrógrados, que aún copan los muchos de los cargos de mayor responsabilidad en las Fuerzas Armadas españolas.
“Si quieres ascender, como mi novia, no puedes revelarlo porque la homosexualidad puede ser una mancha en tu currículum”, explica esta joven de 33 años. En su cuartel, dice, tiene constancia de 5 casos en los que la homosexualidad es una verdad a voces que se oculta por miedo a las repercusiones que ello pueda conllevar en términos laborales y de relación con los compañeros.
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Salir del armario puede pasar factura. Así le sucedió a David Rodríguez, cuando era soldado de infantería y tras ser ascendido a cabo. Hasta 2007 y durante los 8 años que estuvo en el ejército, tuvo que afrontar el rechazo y las actitudes discriminatorias de algunos de sus compañeros por su condición sexual.
Al principio, recuerda, “conseguí omitir el tema de mi homosexualidad, pero allí todo se sabe y todo se convierte en comidilla”. Para evitar que sus compañeros se enteraran por terceros, decidió contárselo y aunque la respuesta fue positiva, David perdió la amistad con ellos: “ya no me atendían el teléfono, no me llamaban”.
Tiempo después, su relación íntima con otro militar, corrió como la pólvora y las miradas y los comentarios despectivos le valieron muchos disgustos e incluso algún careo. “Yo nunca he ido con la cabeza gacha, si quieres que te respeten, tienes que hacerte respetar”, considera David. Pero, al final, reconoce, “estar en alerta, defendiéndote constantemente, destruye la ilusión y la motivación por tu trabajo” y te sitúa, considera, en desigualdad de condiciones para progresar en la carrera militar.
Para Javier, el nombre ficticio de un cabo que ha accedido a hablar de su caso bajo la condición de que no revelemos su auténtica identidad, las cosas han sido muy diferentes a lo largo de sus 14 años en el ejército. “Yo no he tenido problemas, ni he sido objeto de discriminaciones, pero soy consciente de que, en las áreas administrativas, en los trabajos más de oficina, hay más tolerancia”, considera. Javier está seguro de que sus compañeros saben que es homosexual, pero aún así prefiere preservar su vida privada.
Pese a las diferentes experiencias vividas por cada uno de los tres militares consultados hay algo en lo que todos están de acuerdo, los tres entrevistados consideran que cuando la homosexualidad de un militar trasciende, su suerte depende en gran medida de la mentalidad y el talante de su mando y, en menor medida, de sus colegas en la unidad.
“Ante un caso de discriminación, en el ejército no puedes contar con los sindicatos, dependes de tu mando y si te diriges a la justicia ordinaria los jueces suelen inhibirse a favor de los tribunales militares”
“Hay una mentalidad retrógrada que persiste en el ejército, hay cargos de responsabilidad, que suelen ser personas mayores, que son muy cerradas y que aún viven en los años 50 con ideas que asocian al hombre con conceptos como la dureza o la virilidad del macho [ibérico]”, explica Jorge Sadaba, presidente de la Unión de Militares de Tropa (UMT).
Así lo corrobora Antonio Martínez, que ocupa un cargo homólogo al frente de la Asociación de Militares de Tropa y Marinería (AMTM). “La diferencia es que ante un caso de discriminación, en el ejército no puedes contar con los sindicatos [no están permitidos], dependes de tu mando y si te diriges a la justicia ordinaria los jueces suelen inhibirse a favor de los tribunales militares”, explica el máximo responsable de la AMTM.
En su defensa por la eliminación de la justicia militar, Martínez asegura que “si los conflictos se resolvieran en la justicia ordinaria habría mucha menos impunidad”. Fuera del ámbito militar, considera, las viejas amistades o los galones de cada cual no podrían incidir en las decisiones judiciales.
“Las cosas van cambiando, pero es un proceso lento”, explica la soldado con un tono sereno. Aunque, a veces, cuando oye a sus compañeros hablar sobre una lesbiana con comentarios como “esa es bollera porque no le han metido un buen pollazo” o despotricando contra la adopción por parte de parejas homosexuales, pierda la paciencia.
Los prejuicios, considera la entrevistada, suelen afectar más a los hombres, cuya homosexualidad puede ser vista como un signo de debilidad, y acostumbran a crecer con el rango. Los casos de homosexualidad en la tropa [escala militar más baja compuesta por cabos y soldados] no causan tanto revuelo como cuando se trata de suboficiales o oficiales porque para los de arriba “los militares de tropa son fichas que se caen, se rompen y se sustituyen fácilmente”.
“Hay cargos que que aún viven en los años 50 con ideas que asocian al hombre con conceptos como la dureza o la virilidad del macho [ibérico]”
A este respecto, Sabada recuerda que las leyes y los reglamentos protegen a los militares en casos de persecución y discriminación porque es un derecho constitucional y porque así se recoge en las normativas militares como el artículo 4 de la Ley de derechos y deberes de las Fuerzas Armadas. El texto legal establece que “no cabrá discriminación alguna por razón de nacimiento, origen racial o étnico, género, sexo, orientación sexual, religión o convicciones”.
Cuando no existen las condiciones para informar al superior sobre la discriminación sufrida debido a su implicación, responsabilidad o connivencia, Martínez recomienda a los afectados dirigirse al Órgano Central del Ministerio de Defensa que trabaja para evitar que los abusos se perpetúen e impulsar investigaciones sobre los casos denunciados.
Sigue a Maria Altimira en Twitter: @MariaAltimira