Música

Sufjan Stevens no necesita un Oscar

Las luces se habían encendido en el cine, “Visions of Gideon” de Sufjan Stevens estaba sonando y Timothée Chalamet lloraba frente al fuego. “I have loved you for the last time / is it a video / is it a video?”.

En este momento, algún error en el protocolo burocrático ocasionó que en lugar de hundirnos en la oscuridad, enjugando silenciosamente las lágrimas de nuestros ojos, todos los que estábamos en la audiencia quedáramos parpadeando ante el brillo de las luces. La película y la música continuaron, pero el hechizo se había roto. Habiendo sido atraídos hipnóticamente a un mundo vívido, nosotros, la audiencia, fuimos expulsados de ahí, arrebatados de un sueño y devueltos a la realidad.

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Anoche en los Oscar (ve el video abajo), Stevens emergió de las profundidades del escenario con St Vincent y Moses Sumney junto a él, aunque era difícil notarlo pues el saco que llevaba puesto —una pieza colorida y adornada con dragones, entre otras cosas— eclipsaba casi todo a su alrededor. Nominado a mejor canción por “Mystery of Love” de la película Call Me By Your Name, la actuación de Stevens prometía, para una cierta generación de fans del cine indie, evocar recuerdos de la interpretación que Elliot Smith hizo en 1998 para el filme Good Will Hunting. Al igual que Smith, Stevens no ganó. Pero durante un par de minutos, hizo que Hollywood de manera nerviosa y truncada experimentara un poco de lo que él es capaz de lograr.

Al escuchar a Sufjan Stevens durante un período extenso de tiempo, te llevará a un mundo lleno de emoción que tocará tus fibras más sensibles, donde el sentimiento es puro y el pasado está presente. “Quería envolver la película con la voz de Sufjan Stevens”, dijo el director de Call Me By Your Name, Luca Guadagino, en una entrevista con el Deadline el año pasado. Y eso es exactamente lo que hizo. La música de Stevens es crucial para el éxito de la película; es delicada, evocadora, apasionante y llena de melancolía. Conjura el amor y la pérdida; es una combinación clásica y perfecta de líneas de guitarra, imágenes religiosas y sentimientos intensamente melancólicos.

Justo en pleno éxtasis de su relación, Elio, interpretado por Timothée Chalamet, y Oliver, interpretado por Armie Hammer, suben la ladera de las Cascadas del Serio, en Lombardía, al norte de Italia. “Mistery of Love” de Stevens disimula el estruendoso sonido del agua y la pasión de los amantes. Este momento de libertad —una frondosa ladera, agua en todos los alrededores y las demandas de la sociedad en la lejanía— es el clímax de un verano de exploración. Dios, la historia, el destino, el deseo y la pérdida están todos entretejidos en “Mistery of Love”, como lo están también en varias canciones de Sufjan Stevens y por eso es la banda sonora perfecta para esta película y para este momento; es una canción para celebrar la belleza y anticipar la pérdida.

Cuando salimos del cine, pensé en otra película ambientada en Italia, The Great Beauty, que involucra un plano tan elevado de emoción que todo el tiempo tienes la sensación de que va a caer desastrosamente en el sentimentalismo, y sin embargo esto nunca sucede. Lo mismo puede decirse de la música de Stevens: recorre la cuerda floja emocional con estilo y gracia, a veces perdiendo un poco el balance pero nunca cayendo al suelo. Lleva las emociones al límite, hasta el punto en que piensas que caerán en lo empalagoso, que se convertirán en un himno cursi o una balada sentimental elegida por un hombre que no puede canalizar lo que lleva dentro. Pero eso nunca sucede y Sufjan mantiene el control de su arte.

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Se podría decir, por supuesto, que tratándose de Sufjan Stevens, todo es un poco excesivo; pero cuando operas en esa cuerda floja emocional, como lo hace él, siempre habrá personas que piensen que ya hace tiempo que te caíste, aferrándote a tu Americana, tus orquestas y tus referencias bíblicas con tu perfecto atuendo de concierto. Otra acusación es que todos estos sentimientos desbordados (He touched my arm… quiver … Angel of Jesus deliver me!) son demasiado exagerados como para ser reales y que Stevens es un vendedor ambulante de emociones, un productor mecánico de melancolía, un simulador de las profundas verdades que recorren nuestras vidas y que no tiene sentido del humor o de la ironía con respecto a lo que está haciendo.

Pero las entrevistas de Stevens y particularmente sus actuaciones en vivo sugieren que esto no es cierto. Aquí está dando una entrevista televisiva relativamente seria con unas alas enormes y coloridas. Durante años, mantuvo una obsesión irónica con Justin Bieber. En su ahora desaparecido blog publicó una foto del chico maravilla bañado de luz, con la leyenda: “Es tan brillante que no puedo ver su rostro. ¿Eres Dios?”. Hizo un cover de Hotline Bling. En sus shows en vivo, se asegura de reducir la solemnidad de su trabajo con un peculiar y divertido monólogo. Le escribió una carta abierta a Miley Cyrus e, incluso, sus canciones más serias contienen giros astutos y algo de comedia.

La canción “Tonya Harding” es el ejemplo más reciente de esto. Tiene muchas de las características distintivas de Sufjan: arpegios rotos, voces entrecortadas; brilla y, sin embargo, también es profundamente melancólica. Es parte de lo que se conoce como Americana. En la canción, la franqueza palidece ante los giros astutos de las frases. “Tonya Harding, my friend / well this world is a bitch, girl, don’t end up in a ditch, girl”, canta Sufjan. Tonya, una outsider —un arquetipo estadounidense de un hogar disfuncional—, es el personaje perfecto para Stevens. Ella, como gran parte de su trabajo, está enraizada en el panorama estadounidense y, la narración que él hace, la saca de las páginas del National Enquirer para agregarla al catálogo de un creador moderno de mitos.

En parte de su lenguajes, así como de su temática, “Tonya Harding” es un guiño al espíritu queer que hay en la música de Stevens, un espíritu queer que obviamente es impulsado a la superficie por Call Me By Your Name. Incluso hay un popular grupo de Facebook que celebra al cantante y compositor, llamado “Is this Sufjan Stevens song gay or about God?” [¿Está canción de Sufjan Stevens es gay o es acerca de Dios?], que produce memes de Sufjan y tiende a molestar a los heterosexuales que prefieren ignorar las canciones que parecen tratarse sobre dos hombres enamorados. Además, la respuesta es clara: la canción es gay Y habla de Dios.

Las multitudes contenidas en las canciones de Sufjan Stevens —de sexualidad, de significado, de espiritualidad— le permiten evocar sentimientos que parecen universales y atemporales. Su dominio de las imágenes religiosas sugiere sentimientos ancestrales y provee profundidad lírica. Stevens es experto en mezclar el pasado y el presente, lo bíblico con el pop cultural. Su extrañeza, su carácter queer, sus imágenes bíblicas y la llana exploración que hace de la familia hacen que Sufjan sea completamente distinto de sus homólogos de la comunidad de cantautores. Si bien a veces puede recordarnos a Bon Iver, la música de Stevens por lo regular nos trae a la memoria bandas como Hidden Camaras o Magnetic Fields, maestras queer de la canción pop, expertas evocadoras del amor y el anhelo.

Las canciones de Stevens para Call Me By Your Name se ajustan a la visión de él caminando por la cuerda floja emocional, infundiendo un toque queer en sus exploraciones a veces nostálgicas, a veces caprichosas, del amor y la pérdida, del pasado y del presente. En una de las escenas clave de la película, el padre de Elio, interpretado por Michael Stuhlbarg, le dice a su hijo que aunque “en este momento haya dolor, haya sufrimiento”, es vital que no sofoque ese dolor, que no lo bloquee por miedo a sentirlo. Las canciones de Sufjan Stevens siguen vivas ante el dolor. Contienen belleza y gran tristeza pero permanecen abiertas al mundo. En ellas no se bloquea nada. Sufjan no ganó un Premio de la Academia. Y no importa. De cualquier modo, la Academia no merece a alguien como él.

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