Música

Teri Gender Bender: Una guerrera roja

Todas las fotos: Mónica Lozano (excepto donde se indique). 

Rojo en los labios. Rojo en la sangre simulada y en la sangre que en ella hierve al ejecutar guitarra, pianos y voces, así como la que hierve en todo aquél que la mira. Rojo en el fuego que deja en el escenario. Rojo su discurso feminista. Rojo el sagrado sangrado de su entrepierna. Rojos los sueños dislocados de Teresa Suárez, mejor conocida como Teri Gender Bender (Denver, Colorado, 1989), comandanta de la entidad garage-punk-grunge Le Butcherettes (agrupada en Guadalajara, 2007), cuya ascendencias española y tapatía la han llevado a arrojarse al ruedo desde joven, con una fuerza que quién sabe si ella misma alcance a ver, pues en toda una huracana se convierte la chica tímida y frágil que tartamudea ligeramente cuando dialoga fuera del tinglado, para luego transformarse en diabla. La energía genuina que trae dentro es sobrada y no se ve cerca el día en que pueda dejar de derramarla, más a través del sonido, de enérgicos movimientos, que de posibles choros mareadores. Porque su furia escénica no es fingida: simplemente no la puede contener. Detrás de esa carita angelical hay un vendaval imposible de frenar, alimentado a veces por la tristeza, a veces por la impotencia y la ansiedad, a veces por el despecho. 

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Cuando hablas con ella sobre su trabajo, no te menciona géneros musicales ni influencias, ni habla de técnica en la guitarra ni de ídolos del rock. Te habla de los resortes emocionales que la han llevado a hacer de la música su forma de vida. Tampoco te presume cómo ha impactado al mismísimo Iggy Pop, a Henry Rollins, o a Omar Rodríguez López, datos que me hizo llegar su mánager, aunque si se lo preguntas a ella, sólo sonríe y fluye, sintiéndose un tanto abochornada, pero sobre todo agradecida.

Teri vivió de niña, hasta los 13 años de edad, en Estados Unidos. Luego se fue a vivir a Guadalajara, de donde es oriunda su madre. De 2007 a 2010 armó gran ruido en suelo mexicano con su proyecto Le Butcherettes, en un principio al lado de Auryn Jouline en batería. Después se fue a vivir a Los Angeles, California y ahora vive en El Paso, Texas. Ella habla poco de cómo fue tratada por el público y medios mexicanos en aquellos días, pero quien escribe atestigua que la escena local la trató con cierto recelo, como suele tratarse a muchas mujeres aguerridas en México, en cualquier área. Se le tildó de ser “puro teatro y nada de música” (como si muchas bandas de punk, rockabilly, etcétera, no fueran sólo eso), que no sabía tocar (como si muchos músicos que empiezan, dominaran su instrumento), que medio le iba bien “sólo por ser guapa y andar con Adanowsky” (porque en México no se te perdona el éxito y menos si eres mujer y estás buena: “está donde está porque se acuesta con equis”).

De este tema y más habló en entrevista para Noisey, aprovechando una fugaz visita a la Ciudad de México, en donde participó hace varias semanas en el festival feminista Ruidosa. Hizo promo y actuó en una sesión para el doceavo aniversario de la estación de radio Reactor: en ese show, Gender Bender demostró haber crecido muchísimo como músico y performer. También habló de cómo le empezó a ir mejor desde que dejó este rancho machista (esto último, acotación de quien escribe), de lo que significó conocer y compartir cartel con Iggy & the Stooges (ella fue su acto abridor en una gira; grabó una canción con él), así como con Queens of the Stone Age, Flaming Lips, Jane’s Addiction, Faith No More, Melvins. Habló igualmente sobre su formación adolescente tras la muerte de su padre; sobre el poder del amor; sobre racismo; sobre Donald Trump. 

Foto: Dena Flows

En el principio fue el dolor

Noisey: ¿Cómo comenzó este escape a Estados Unidos?
Teri Gender Bender: William Morris, un agente que hace booking mundial, se vio interesado en Le Butcherettes y empezó a hacernos girar con varias de las bandas que él mueve. Eso empezó a abrir otras puertas y colaboraciones, lo que a su vez me llevó a vivir en diferentes lugares. No fue tan planeado: El trabajo sólo se fue dando muy bien allá.

Tú viviste allá de niña. Imagino que eso facilitó las cosas. Muchos artistas mexicanos ven el ir a tocar allá y tener un lugar en la escena estadounidense como algo imposible. Tú además de tocar con grandes figuras del punk, has tenido excelentes reseñas en medios… 
Sí, viví antes allá, porque mi padre se fue con mi madre a conseguir trabajo a Denver. Trabajaba como cocinero en una cárcel. Pero cuando murió mi padre (yo tenía 13 años), mi madre no le vio sentido a quedarnos allá. Nos vinimos a México, lo cual estuvo muy bien, porque si me hubiera quedado allá, seguro me habría hecho adicta a la meth, ja ja.. ¡Porque no hay nada qué hacer ahí! En Guadalajara entré a la escuela… pero vivía con culpa, pues lo último que le dije a mi padre fue: “¡Te odio, quiero que te mueras!”. Él tomaba mucho, era alcohólico. Estaba muy frustrado por el trabajo que tenía. Tenía que estar atento de que nadie le robara algún cubierto, algún cuchillo… Siempre estaba preocupado porque lo trataban mal por ser latino; temía que por cualquier cosa lo quisieran correr. Pero ya en México, cuando todo eso quedó atrás, de adolescente me refugié en una guitarra que él me había regalado, porque desde los 10 años yo le decía que quería hacer música. Ésa fue mi salvación: al tocarla me sentía conectada con él. En la escuela me sentía fuera de lugar; me decían: “ey tú, gringuita”. Como que les molestaba que fuera más blanquita. Entonces la música fue el lugar que fui desarrollando para descargar mi ira. 

¿Cómo nació en ti el germen de lo que después harías con Le Butcherettes? Alguna vez dijiste que te sentías con una especie de misión… 
En secundaria y prepa leía a las feministas Betty Friedan, Simone de Beauvior, Sylvia Plath: todas esas mujeres hablando de cosas tan intensas, tan reales. Todo eso me inspiraba más preguntas: ¿Por qué mi madre es así? ¿Por qué mi abuela? ¿De dónde viene? ¿Es cultural la forma como son, o qué? Luego conocí a los Dead Kennedys, que hablan sobre cómo funcionan las cosas en la política, debajo de la mesa del poder; toda esa corrupción terrible. Con esa información sentí que yo también tenía algo que decir. Quizá no de forma tan articulada, pero la música me ayuda a dar mejor el mensaje. Tengo tanto acá dentro, que me mataría si no lo saco. Poco a poco fui dándole forma al atuendo y al performance: dos mujeres carniceras con sus mandiles como crítica al sometimiento al cual nos quieren tener los hombres; todas perfectas con sus collares de perlas, como maniquíes, pero en realidad como esclavas, escondiendo su dolor detrás. Los bisteces, porque nos ven como un pedazo de carne. Al principio sólo tenía el concepto, así que invité a Auryn, que era la única baterista que conocía. Ella me contaba de sus frustraciones familiares; nos conectamos mucho y nos juntamos para sacar nuestra angustia. Al inicio nos dijeron de todo. Siempre hay gente que te va a tirar mierda: “¡Esas viejas qué! Ni saben tocar, ni cantan en español”. Pero siempre hubo una vocecita, no sé si era mi papá o qué, que me decía que estaba haciendo lo correcto y que siguiera adelante y que no me arrepintiera, porque la vida es muy corta.

No caminar muerto

Los shows de Le Butcherettes (“las carniceras” en un francés mal escrito a propósito), comenzaron a causar furor en México entre 2007 y 2010, con Teri en la voz, guitarra eléctrica y teclados, acompañada primero por la antes citada Auryn, luego por varios bateristas emergentes (desde que vive en Estados Unidos también se hace acompañar por un bajista). La causa del furor se debió a que su líder siempre simulaba estar embarrada de sangre, entre cabezas de cerdo, cuchillos y maniquíes; trepaba andamios, rompía cosas; célebre fue un show en Lunario, en el que se orinó y se fue quitando la ropa hasta quedar desnuda, en un acto catártico tal que no causó morbo sino azoro. Pero sus recursos quedaron agotados. 

¿Qué más podrías hacer después de algo tan extremo?
Cuando me fui a L.A. empecé un nuevo capítulo. No más sangre, no más carne, no más mandil. Mi nuevo personaje no usaba maquillaje; me dejé crecer el vello en las axilas y las piernas; salía descalza. Tengo los pies planos, horribles: parecía una loba. Usé siempre un solo vestido violeta súper feo y apestoso. Traía un fleco muy largo que me tapaba la cara. Era la etapa del disco Cry is for the Flies (2014). Con el Raw Youth (2015) todo fue rojo: recordar el origen sangriento, pero ahora sólo mediante una estética no literal, sino sólo en los colores; tanto en el diseño como en la vestimenta: la sangre que crea vida, la mujer dando a luz. Es súper saludable no casarse con una sola visión de tu concepto: hay que irlo transformando. Explorarlo, expandirlo. 

Le Butcherettes ha editado, además de los dos LPs arriba citados, los EPs Chaos as usual y Shave the pride / They fuck you, ambos de 2015. Los cuatro fueron producidos por Omar Rodríguez López (The Mars Volta, At the drive in). Con él ha integrado también las bandas Bosnian Rainbows, Kimono Kult (con además John Frusciante y Nicole Turley, entre otros) y Crystal Fairy (con Buzz Osbourne de The Melvins y Dale Crover, ex colaborador de Nirvana y Melvins). Nada mal. 

¿Cuáles fueron los impulsos detrás del Raw Youth, tu último disco, antes de editar en 2017 tu siguiente trabajo? 
Muchas veces es justo lo malo que te rodea, lo que te inspira. No hay personas malas, sólo ignorancia. Si naces rodeado de odio, vas a contagiar odio. La ignorancia es peor que la “maldad” porque no estás consciente de ella siquiera. Y eso animó este disco: hay gente que aunque tenga todo por perder, sigue adelante, sin importarle el odio que haya alrededor. No deja que les afecte. Yo vi a mi mamá seguir adelante tras la muerte de mi padre. No sé cómo le hizo para no meter su cabeza en el horno. Halló la fuerza para seguir. Creo que aunque digan lo contrario, los mexicanos siempre hallamos la forma o nos la ingeniamos para seguir adelante. En Estados Unidos hay mucha ignorancia y siempre me preguntan que si a poco en México se puede vivir, si hay orden, si hay Internet; piensan cosas muy tontas. En cambio en Europa, piensan mejores cosas: “Oh México, qué gran cultura”. Lo que quiero transmitir en este disco es lo importante de no quedarse dormido. Hay mucha gente caminando dormida o muerta. Lo único importante es la búsqueda del amor, no necesariamente de pareja; hablo de hacer eso que amas y no dejarlo ir, pues si lo dejas, pierdes el sentido y la razón por lo cual vivir. Veo a mucha gente que se vuelve sólo burócrata y no hace nada más. Se vuelven gente sin alma.

Lo real de la teatralidad 

Además de los proyectos alternos antes mencionados, Teri ha logrado colaboraciones en sus discos con los citados Henry Rollins, Frusciante y Pop, además de Shirley Manson. Ha actuado en los festivales internacionales Coachella, Lollapalooza y Sonar, entre otros. 

Intuyo que a pesar de los males que pueda tener Estados Unidos, hay allá mucho más respeto por el trabajo artístico de las mujeres, aunque también mayor exigencia, lo cual es bueno también.
Sí. La verdad sí lo hay. Aunque al inicio me costó muchísimo trabajo empezar. Además me fui así nada más, sin despedirme de mi madre ni de mis amigos. Hasta después me di cuenta de que estaba huyendo de mí misma. Suena cursi pero es la neta. Aun cuando las cosas empezaron a ir muy bien, y toqué con los Flaming Lips, con Jane’s Addiction, sentía que había dejado algo sin cerrar, incompleto, acá en México. Me sentía una traidora. Pero con el tiempo hice las paces con mi mamá, mis hermanos, mis abuelitos, mis amigos. Es importante no olvidar tus raíces. Porque si lo haces, el cuerpo, la espalda, te empiezan a doler de la nada, te sientes aislada, sin base. En lo emocional y económico, te decía, al principio me fue muy mal, pero me decía: prefiero sufrir esto que enfrentarme a mí misma en México. Irónicamente, huir de mí misma fue benéfico para mi carrera. Pero eso sólo puede durar un rato. Qué bueno que ese escape implicó irme a tocar allá, pues si hubiera escapado de mí acá, quizá me habría aislado en un cuartito, orinando en tacitas para no ver a nadie [risas]. Pero por fortuna todo empezó a ir mejor, sin planearlo. Vi que sólo debía fluir hacia donde sucedían las cosas. Cuando vi que al público, a otros músicos, a managers, le gustaba mi trabajo allá, me di cuenta de que debía quedarme allá, seguir retándome cada vez más, no dormirme en mis laureles. Todavía tengo mucha hambre de seguir tocando, girando, viajando… 
Otra cosa que ha cambiado es que, por ejemplo, antes sólo tocaba y me iba a casa. Tenía todavía mucha inseguridad y angustia. Ahora al acabar me bajo a conversar con la gente que me va a ver. Con ello, mi visión respecto de lo que hago cambió drásticamente. Me conmovió saber cómo muchos se identifican con lo que hago, cómo les afecta, cómo los alivia incluso. Me transmiten buena energía, me dicen cosas súper lindas, como: “Gracias por tu música, me ha ayudado en tiempos difíciles”. No tenía idea cómo podía mover cosas en la gente. Me quitó mucha depresión el sentir su amor y saber que no estaba sola. Empiezas a ver que son muchos los que creen en lo mismo que tú. Con ese ejercicio, lo que hago cobró mucho más sentido. Lo que dejé de hacer es ver en Internet lo que dicen de mí: hay mucha gente llena de odio, y en algún momento sí me llegó a afectar. Así que ya sólo me concentro en mi trabajo.  

Vienes llegando de una gira por Europa ¿Cómo te fue y cómo te tratan por ser mexicana, aunque cantes en inglés?
Es mi segunda gira por allá. El año pasado fui con el Raw Youth. Estuvimos en Suecia, Londres, Gales, Escocia, Alemania. Antes había estado en España, Francia… De niña nunca imaginé que visitaría esos países, y menos que lo haría actuando. Me fue muy bien, afortunadamente. Aunque como antes decía, el trato es mucho mejor en Europa. Cuando me acababa de ir al gabacho había gente allá dizque muy profesional de la industria rodeándome, que me decía: “Mejor no digas que eres mexicana, no hace falta”. Yo pensaba: “¡Qué horrible!” Y todo el tiempo me presionaban con mi apariencia, que si había subido de peso… Y empecé a sentirme culpable: todo esto pasa porque yo me pongo en esta situación. Así que me alejé de esa gente. Y me moví con quienes sí me valoran y respetaran. Todo cambió para bien. De hecho, con más ganas empecé a decir que soy mexicana: ¡Que todo mundo lo sepa!

Te vi actuar en la sesión de Reactor, y realmente has madurado como profesional. Ya le das muchísimo más peso a la música que antes, y al dominio de tus instrumentos, de la voz, sin que tu teatralidad disminuya. Creo que sólo se ha transformado, ya usas menos artilugios, ahora esa energía está sobre todo en tu expresión y en la misma música ¿Podrías hablarme de la importancia de la teatralidad en tu trabajo?
La ironía es una herramienta increíble para reírte de ti mismo y picar tu propio ego a través de un alter ego. Mi madre es un poco así: Por la mañana es una y por las noches otra. Mi papá también era así. La teatralidad es algo que vivimos todos los días, todo mundo. En la escuela te educan a tener cierta personalidad; con las amigas quieres quedar bien en la prepa, con el novio, con tu abuelita. La verdad todos tenemos diferentes personajes o roles en la vida real. En el escenario siento que puedo sacarlos todos. A mí no me molesta que digan que lo que hago tiene mucho de teatral, al contrario. Mi madre es actriz de teatro, ganó alguna vez un premio local en El Paso, Texas. Es natural que yo lo traiga. Ahora, una cosa es la teatralidad como vehículo de comunicación, y otra cosa la falsead. Aunque lo que hago es teatral, no es falso. Es absolutamente real.  

Eso es lo que he visto. Creo que tu espíritu es punk, y hoy quedan pocas mujeres mexicanas con ese espíritu en la escena local más visible. 
Claro. Más que el género musical, es un asunto de actitud. Y más que una banda, siento que Le Butcherettes es una entidad artística que se va adaptando a lo que la vida le va poniendo encima. Antes me sentía muy insegura, ahora ya no tanto, porque sé que estoy en el núcleo del amor. Es decir, aunque haya ganado Trump y estén pasando cosas terribles alrededor, he visto cómo la vida te va poniendo donde debes estar. Hoy me siento más querida que antes. Venir a México esta vez me recordó eso: es como venir a recargar pila, energía. Es reconocerme: “Ah, claro, yo vengo de aquí, soy parte de esto, aquí está mi alma, aquí están los que más me aman”. México es mi núcleo de amor. Aquí me siento protegida. 

Iggy Pop y Omar Rodríguez López

¿Cómo conociste a Iggy Pop y cómo llegaste a abrirle shows? ¿Cómo accedió a grabar una canción en tu disco, curiosamente en español? Creo que eso no sólo ha suscitado aquí interés sino mucha envidia.
Todo se lo debo a Mike Watt, un bajista increíble y gran persona. Tocó con The Minutemen y los Stooges. Una vez nos vio tocar y me dijo: “Abre para nosotros” (Iggy and the Stooges). Fueron cuatro fechas por la Costa Oeste. Iggy es una persona súper amable, te saluda, te mira a los ojos; no se hace el divo. Me impresiona cómo alguien como él no se la cree. Tiene una especie de inocencia todavía, ¡tan hermosa! A veces, banditas que llevan dos años de carrera, se creen la gran mamada. Pero él, que es el jefe del punk, para nada; es súper humilde y muy generoso. En mis shows llegó a ponerse a orillas del escenario a verme. Tras cada show me animaba: “Very good, Teresa, very good”‘ Después me decía: “¡Deberías ser actriz! Te verías muy bien en alguna película”. Le dije que no sé actuar, que si me dieran un guión, no sabría qué hacer. Eso me hizo volverme a preguntar quién soy en realidad, pero prefiero no apresurar nada… Otro día se puso a hablar en español conmigo. ¡No sabía que él hablaba español! Y me contó una historia: “Una vez viví en Baja California; estaba siempre con unos pescadores que me decían: Jaime, ¿quieres una cerveza? Y me encantaba estar con ellos. Pero un día llegó la policía, sacaron las armas, ¡y estos pescadores eran narcotraficantes!” No sé si Iggy estaba inventando todo, pero sonaba increíble cómo me lo contaba, y cómo estaba teniendo interés en hablar conmigo en español. También me habló de sus frustraciones: “Todo mundo me ve como Iggy, la cosa; como un fenómeno. Me molesta. Yo soy mucho más que eso. Puedo hacer muchas cosas más, como doblaje en Discovery Channel, me gusta ser narrador… También me gusta cantar en francés… No me gusta que me traten como el personaje”. Mientras me hablaba, de pronto le dije que si grabábamos una canción en español. Le agradó la invitación, aceptó y me contó que alguna vez ya había cantado en castellano en España. Un año después lo arreglamos todo con su agente y fuimos a grabar su voz a Miami, en un estudio que él frecuenta, para que se sintiera a gusto. Le llevé la letra impresa, pero él ya se la había aprendido de memoria. Fue muy lindo porque al acabar la grabación, nos llevó a Omar y a mí a pasear en su auto por la ciudad, nos invitó a su casa. ¡Fue una gran conexión, uff! 

Ahora que mencionas a Omar, acá mucha gente asegura que él es o fue tu pareja ¿Es cierto? Lo pregunto por si esto afecta de alguna forma al  trabajo…
[Teri se carcajea]: ¡Por supuesto que no! Tenemos una conexión muy grande como músicos. No sé de dónde salió ese chisme, pero jamás hemos sido pareja. Me caga cómo es misógina la gente: “Si trabajan juntos, seguro se la coge el güey, y seguro el de los Melvins también se la está chingando”, ja ja ¡Son terribles! Con Adán (Adanowsky) sí anduve, pero eso es otra historia y sobresalí por mi trabajo, no por eso. Omar es un músico y productor increíble, un muy buen amigo. Tiene fama de ser un dictador con lo que produce y ciertamente lo es, pero qué bueno que así sea, lo aprecio. Como productor es fantástico porque apoya cien por cierto tu visión como autor, comprende tu esencia, la respeta, y la potencia, en lugar de cambiarla y ponerle su huella. Oye tus demos y te aconseja, por ejemplo: “Esta canción es muy buena, pero no para Le Butcherettes, sino para tal o cual proyecto”. Piensa mucho en función de conceptos, que haya coherencia en cada banda. De hecho, así surgió Bosnian Rainbows: son canciones mías que no quedaban para Le Butcherettes, aunque lo que él hizo con ellas fue buenísimo, pues las llevó a lugares muy lejanos; ya sonaban a otra cosa. Eso no me molestó, me encantó; es un proyecto más de colaboración conjunta. Le Butcherettes es más yo. Omar sabe trabajar en equipo, a pesar de ser obsesivo y perfeccionista. Pero no es nada serio, tiene mucho humor, se ríe de sí mismo, sabe pasarla bien. Tiene mucho humor latino, o sea, muy llevado. Nos entendemos demasiado bien, pero sólo somos amigos y compañeros de trabajo. 

Donald Trump y el futuro

¿Qué viene en adelante para Le Butcherettes?
Después de esta visita a México, iré a Los Angeles a grabar mi nuevo material. También ensayaré con los Melvins para un show… Mi disco nuevo tiene que estar listo en febrero. Yo sólo quiero seguir haciendo lo que hasta ahora: hacer música, girar, tocar, tener salud, ser feliz, pasarla bien. Por fortuna estoy logrando vivir de esto. 

¿Por qué vienes tan poco a actuar a México, desde que te fuiste a Estados Unidos? ¿Qué ha pasado?
No ha sido por gusto, es que ha habido pocas invitaciones. Vinimos ahora a Ruidosa, antes con Deftones y Antemasque (también abrió escena a The Dead Weather en el José Cuervo y a los Yeah Yeah Yeahs en Monterrey), pero no más. No sé por qué. Ojalá nos inviten más. 

Hace rato mencionaste a Donald Trump. Sé que es un tema odioso, pero me parece que es inevitable ¿Cuál es tu sentir tras su victoria en las elecciones, sobre todo como mexicana, a sabiendas de su racismo? ¿Tienes miedo?
Estoy en shock, pero no sólo tras haber ganado, sino desde que se anunció como candidato. Muchos no lo creíamos e incluso asqueó a los mismos republicanos. Creo que el que haya ganado está exponiendo cómo es la verdadera mentalidad de un país que se dice de primer mundo. Habla mucho de su gente. Pero no me siento apachurrada ni triste. Prefiero ver el lado positivo y darme cuenta de que aún hay mucho trabajo por hacer. Suena cursi decir que no nos dejaremos vencer, pero es verdad: no hay que dejar que el odio de otros nos afecte, como antes dije. Ahora más racistas se van a sentir legitimados, respaldados, al ver que el líder es un loco. Pero hay que ser inmune. Como Gandhi decía: no hay que responder a las agresiones, porque les das pretextos para que te odien más. Hay que darle amor a Trump [risas]. A lo que me refiero es que, por ejemplo, en México [Enrique] Peña Nieto es alguien que parece estar pidiendo a gritos que lo odies: es como si lo buscaran, como si el odio los nutriera, eso les gusta. Pero no hay que darles gusto. Hay que anularlos con amor, sin caer en sus provocaciones… Este triunfo de Trump hará que los que estamos en su contra, nos unamos más. La verdad no sé quiénes votaron por él, no conozco a nadie que lo haya hecho… Pero al final del día no tengo miedo. El racismo es algo que de todas formas ya ocurría. A mí a veces me ven raro por no tener un acento perfecto; a un integrante de mi banda lo han insultado en escenario por ser moreno, pero en vez de amedrentarnos, nos unimos más como una familia; esto nos obliga a respaldarnos, querernos y cuidarnos más. Nos hace más fuertes. Además, el racismo estaba más pesado cuando mi papá tuvo que soportarlo, cuando yo era niña, así que si él pudo sobrellevarlo, yo puedo hacerlo mejor.