A los veintitantos años, Jin Wu se pasó un año entero resarciéndose por toda una adolescencia sin sexo. Perdió la virginidad a los 23, tras pasar media vida sintiéndose ignorado.
“Me cabreaba que mis compañeros de clase, de otras etnias, estuvieran todo el tiempo chuleando de que lo habían hecho”, explica Wu, de origen asiático. “¿Era un tema de raza? Puede que sí, puede que no”.
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Finalmente, perdió la virginidad con su novia y fue genial. Pero con el fin de su relación, tres años y medio después, también terminó su vida sexual. A sus 26 años, se había acostado solo con una persona y se sentía miserable, así que hizo lo que parecía más razonable: intentar practicar todo el sexo que pudiera en el menor tiempo posible.
“La experiencia sexual es una parte muy importante para el desarrollo de una persona y para forjar su identidad”, señala el Dr. Michael Aaron, terapeuta sexual en Nueva York que me aseguró que ha tratado a numerosos clientes que también han intentado “ponerse al día” en el tema de las parejas sexuales”. “Una persona que crea que no ha vivido esa etapa, vivirá continuamente con una sensación de carencia en su vida. De algún modo, el recuperar el tiempo perdido en lo referente a oportunidades sexuales suele ser indicativo de un deseo de ‘sentirse completo’. Muchos clientes me han contado que sienten que su vida no está completa si no retroceden e intentan resarcirse por todas las oportunidades desaprovechadas”.
Para Wu, eso se tradujo en la lectura de lo que él llama “literatura barata sobre seducción”, con libros como El método o Assholes Finish First, para aprender a ligar con mujeres. Después empezó a frecuentar bares, clubes y sitios de citas por internet con la esperanza de elevar su cifra de conquistas.
“Follé todo lo que pude, con tantas mujeres como pude y en todos los sitios que pude”, me explicó. “Me dije a mí mismo que era el momento de recuperar el tiempo que había perdido”.
Esa fase se prolongó cerca de un año, durante el que Wu asegura que se gastó casi 6.000 euros en citas, cenas, bebidas y ropa. A partir de los 26 años, Wu perdió la cuenta de las mujeres con las que se había acostado.
Pero seguramente este afán por ponerse al día sexualmente le haya costado a Wu más que un dineral. Un estudio de 2008 publicado en el American Journal of Public Health reveló que retrasar la actividad sexual podría “provocar riesgos en la salud al impedir el correcto desarrollo de las capacidades emocionales, cognitivas e interpersonales, elementos clave para una vida sexual satisfactoria y el bienestar general”. Según esta teoría, todo el que haya perdido la virginidad a los 22 años o más tarde lo han “hecho tarde”.
Lo cierto es que no existen demasiados estudios sobre los efectos de perderla virginidad tarde, o al menos eso me aseguró la mayoría de los expertos con los que hablé para este artículo. Sin embargo, muchos otros, como Aaron, me aseguraron que habían tenido a pacientes que sentían esa necesidad de solucionar esa carencia que habían sufrido durante tanto tiempo. En internet hay numerosas comunidades dedicadas a debatir este tema, y la revista New York publicó recientemente el diario sexual de una mujer que quiso recuperar el tiempo perdido.
Tara Morgan (quien nos pidió que no usáramos su verdadero nombre) tuvo su primera relación a los 26. No le supuso ningún problema permanecer virgen durante los veinte, pero en cuanto tuvo su primera experiencia le invadió la sensación de haber perdido la juventud.
“Siento la presión interna de que me falta algo”, me explicó. “Creo que he malgastado todos esos años y no ha valido la pena, y ahora quiero disfrutar del sexo”.
Ni siquiera las personas que han perdido la virginidad a una “edad normal” son inmunes a este tipo de inseguridades que sufren los que se desvirgan tarde. Yo tuve la primera relación a los 18 y también sentí esa necesidad de ponerme al día, como Wu y Morgan. Llegado un punto, en cambio, me di cuenta de que de hecho ya me había resarcido con creces por las oportunidades que podría haber perdido a mi corta edad. Por otro lado, sumar conquistas a la lista dejó de ser interesante, de llenarme. De hecho, me hacía sentir vacía por dentro.
Sari Cooper, exterapeuta sexual de Nueva York, me explicó que se trata de una reacción normal, y que aunque a esa edad a veces pensemos que deberíamos haber tenido más relaciones, realmente no es algo satisfactorio.
Matthew Kennedy hoy tiene 32 años y perdió su virginidad durante su primer año de universidad, a los 18. No volvió a tener relaciones hasta los 22, momento a partir del cual dio un acelerón a su vida sexual. Al año siguiente se acostó con ocho personas, aunque confiesa que lo intentó con más. Pronto llegó a la conclusión de que tenía que aprender a no darle tanta importancia a este hecho y de que pensar en el sexo en términos cuantitativos no llevaba a ninguna parte.
“Importa mucho menos con cuántas mujeres he estado que lo satisfactorio que fue para ambos, tanto física como emocionalmente, así que empecé a trabajar en cambiar mi perspectiva”, explicó Kennedy. “En cuanto empecé a ser mejor pareja sexual y a entender mis necesidades, comencé a disfrutar el sexo mucho más que cuando estaba en la fase de ‘recuperar el tiempo perdido’”.
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Traducción por Mario Abad.