Drogas

El reportero de crimen adicto al crack, que tuvo que cubrir la epidemia de crack de los 90

George H.W. Bush exhibiendo una bolsa de crack en bloques, desde la Casa Blanca. Foto por Joe Marquette/Copyright Bettmann/Corbis/AP Images 

Hace 25 años, el crack se expandía por todo Estados Unidos. Barato y muy fácil de conseguir, se posicionó en el folclor nacional cuando el presidente George H.W. Bush mostró una bolsa de bloques de crack, durante un discurso desde su oficina en la Casa Blanca, en 1989, diciendo: “Se ve tan inocente como los dulces, pero está convirtiendo a nuestras ciudades en zonas de batalla y está asesinando a nuestros hijos”.

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Después de cuatro meses, el alcalde de Washington D.C., Marion Barry, fue arrestado por la policía federal. Lo atraparon (en video), fumando crack en el cuarto de un hotel, el mismo conocido por su “¡Esa perra me tendió una trampa!”, haciendo referencia a que su novia había cooperado con el FBI para derribarlo. Esa misma noche, Ruben Castaneda, un reportero de crimen, recién contratado en el Washington Post, quien tuvo la suerte de estar en la escena del Vista Hotel, se trabó con crack en un cuarto pagado por el periódico. Él era un adicto que tenía la sangre hirviendo con la emoción de la historia: había visto caer al político más popular, y nadie del hotel le decía nada. La mezcla de emociones, drogas y alcohol, lo jodieron. 

Antes de que sus editores lo ayudaran a limpiarse y dejar el vicio, Castaneda vivía una situación complicada: por un lado, reporteaba historias de crimen, y por otro, le daba duro al crack a escondidas. Su nuevo libro sobre aquellos años, S Street Rising: Crack, Murder, and Redemption in DC, evoca el show en HBO de David Simon, The Wire, con su vívido y preciso retrato de la vida urbana y la guerra entre pandillas por los territorios. La diferencia es que, como Castaneda resalta, su historia es completamente real (aunque la vida de reportero de crimen que tuvo Simon también le añadió bastante realismo a su show). 

Llamé a Castaneda para preguntarle sobre su experiencia en la epidemia del crack y cómo logró llevar una vida doble tan increíble.  

VICE: Fuiste reportero en tu ciudad natal, Los Ángeles, en el ahora desaparecido Los Angeles Herald-Examiner, antes de ser contratado por el Washington Post. ¿Te acuerdas cuándo oíste por primera vez del crack?

Ruben Castaneda: Es difícil de saber con precisión, pero, probablemente leí en algún artículo del LA TIMES o del New York Times que el crack estaba teniendo un fuerte impacto en la capital y otras ciudades alrededor, en 1987 o 1988. Eso fue increíblemente poderoso; una droga adictiva que estaba siendo vendida en los barrios más difíciles de las ciudades.

Cuéntame sobre tu primera experiencia con el crack y qué te trajo a esa droga.

Estaba reporteando una historia en la punta occidental del centro de LA, en un barrio bastante duro. Una mujer joven, muy, muy atractiva me sedujo. Me pidió con un gesto que me acercara, así que puse a un lado la reportería y me acerqué a coquetearle. Ahora, por esa época, estaba bebiendo muchísimo. De hecho, esa misma tarde ya me había dado duro en la cabeza en el bar Corky, así que mi juicio estaba disminuido. Yo tenía 27 años (era grande para saber algo de la vida, pero joven para creerme invencible) cuando esta chica me ofreció un poco de crack. Estaba intrigado por la idea de experimentar algo sobre lo que había leído muchísimo. Había leído que el crack producía una sensación increíble de traba. En ese momento no se me cruzó por la mente que eso podía llevarme a la adicción.

El término “strawberry” no lo había escuchado fuera de las letras de rap hasta que lo leí en tu libro. ¿Podrías explicarlo?

Una “strawberry” es una mujer que intercambia sexo por drogas, crack normalmente, aunque creo que podría ser cualquier otra. A mí me presentó el crack una mujer que era una “strawberry” de Los Ángeles. Conseguir una de ellas para hacer la compra, se convirtió para mí en parte de la adicción o compulsión. Y se le adicionaba la excitación. Al menos, en un principio, el sexo era de otro mundo. Había otro componente en darle dinero a la “strawberry” (Raven en Los Ángeles, Champagne o Carrie en Washington). Al hacerlo, ellas iban a comprar la droga y de esa forma yo me protegía de cualquier tipo de policía.

Pero durante el último mes ya ni me importaba eso. Todo lo que quería eran las drogas, así que compraba directamente. Ya no me importaban las “strawberries”, solo necesitaba más crack.

El sexo siempre tuvo lugar en tu adicción al crack. ¿Sientes algún remordimiento sobre la explotación de estas mujeres que trabajan en las calles?

Para el momento en que estaba metido en esto no reflexionaba mucho. Las mujeres que escogía para conseguir sexo y crack parecían tener el control de sus destinos. Nunca hablamos de nuestras vidas respectivas, eran encuentros de transacciones. Ahora, después de un tiempo, empecé a reflexionar del rol que yo estaba tomando en sus adicciones. Creo que era junio de 1991, cuando encontré una historia en la portada del Washington Post sobre un grupo de mujeres que eran trabajadoras de la calle. Vi la fotografía de una de las chicas que usé para conseguir crack. Hasta ese momento, creo que había estado reprimiendo mis acciones.  

¿Piensas que tratabas de justificarte con el periodismo y la reportaría? ¿O sabías que era una situación a la que hubieras llegado de todas maneras?  

En ese momento creía que era una situación fortuita. Pero ahora, diría que, como reportero a quien le tocaba constantemente ir a los barrios más rudos de LA y Washington, gané una fuerte confianza y sentía que podía manejar ciertos comportamientos

El certificado de prensa de Ruben, a mitad de los 90, después de que dejó su adicción.

¿La adicción tuvo algún impacto positivo (perversamente) para ayudarte a conseguir fuentes?

Hubo aspectos de ella que me ayudaron a entender el asunto desde adentro; con quién trabajaban los vecinos, cómo operaban los vendedores en las calles, y los límites de la policía ordinaria en los barrios donde había droga en cada esquina (como los llamaba: zonas de combate). Por otra parte, no puedo decir que me hizo un mejor periodista, porque mientras pasaba el tiempo (y así es la naturaleza de la adicción), iba poniéndose peor y necesitaba cada vez más para alcanzar la misma sensación. Durante los últimos seis meses de meter, comencé a enfermarme más de lo normal. Cada vez iba al trabajo en peores condiciones.

Te cogieron en un punto temprano de tu adicción, ¿verdad? Pero, claramente, eso no te asustó.

Estaba completamente borracho intentando cortejar a una “strawberry”, o alguien que yo creía que era una de ellas. Pero resultó ser una policía y fui enviado a casa con una citación. Tuve varios altercados durante los años, pero la adicción es una enfermedad en la que se está en constante negación. Yo no aceptaba ser un adicto hasta una semana o dos antes de que el editor me llevara al hospital, a pesar de las grandes cantidades de pruebas que evidenciaban que tenía un problema.

¿Fumaste crack en Vista la misma noche en que capturaron al alcalde Barry? ¿Cómo sucedió eso?

Ninguna de las personas que entrevistaba sabía algo. Eventualmente, volví a mi cuarto y pedí servicio al cuarto, con algunas bebidas. Estaba muy jodido para el momento en que ocurrió todo…pensaba en llamar a Champagne. Me sentí jodido e invencible a la vez, quizá por la cantidad de energía que tenía, o la adrenalina por la gran historia o por el alcohol. Era extraordinariamente imprudente, sin duda. Para ese entonces, ya no estaba pensando. Estaba emocionado de ser parte del equipo que trabajaría la historia, pero estaba jodido. No había mucho que yo pudiera hacer, tenía demasiada energía y estaba ebrio.

¿Por qué crees que el consumo de crack decayó con el paso de los años?

Hay varias razones claves, una es la naturaleza de la adicción al crack, porque al ser tan intensa y destructiva no creo que muchos adictos al crack tengan una vida larga y útil. Alguien puede tomar alcohol por décadas, los adictos a la heroína pueden manejar sus adicciones por años. Lo mismo para las personas que meten cocaína pura y  marihuana. Pero no para muchos adictos al crack; o te hundes y te quemas, o te limpias. El universo de los que metían crack se las jugó todas, y yo creo que, los jóvenes que crecieron viendo lo destructivo que era, decidieron que ni siquiera lo iban a tocar. Los futuros adictos al crack fueron disuadidos por lo que vieron.

¿Tú y otros reporteros sabían que la enorme desigualdad entre las sentencias por consumo de crack (que se redujeron en 2010), tenía un elemento de racismo?

Cuando cubría el crimen estaba mucho en la calle, hablaba con los policías, detectives y oficiales, y la violencia era tan intensa que no recuerdo haber tenido discusiones sobre las penalidades sobre el consumo del crack y sus desproporciones. Era un trajín de periodista. Mientras pasó el tiempo, hacia finales de los 90, pienso que los periodistas y los oficiales de la ley, y otros, comenzaron a reflexionar sobre estas disparidades. Lo que sucedía era que los sentenciados negros, por consumo de crack (que no eran violentos), recibían muchos años de prisión, mientras que los blancos, que se drogaban con la misma cantidad de cocaína, no eran castigados tan fuertemente. La discusión no había ni comenzado a tomar lugar, de ninguna manera, hasta mitad de los 90.

¿Te ves haciendo un show para televisión, tipo David Simon, en el futuro? Describes tu libro como una mezcla de The WireCrash, y LA Confidential, así que, claramente, el video no está muy lejos de tu mente.

Creo que hay algún interés en el libro por parte de las personas de la TV y del cine. Pero, tendremos que esperar y ver qué pasa.

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