Nuestra forma de relacionarnos cambió. Antes enviábamos cartas escritas en papel y ahora nos conocemos a través de aplicaciones como Tinder; era importante estrecharse las manos y ahora parece que lo verdaderamente indispensable es continuar texteando en el celular.
Las dinámicas sociales que se han creado al paso de la era digital nos hiperrelacionan, nos estresan, nos alejan y nos vuelven a unir virtualmente, según dicen los expertos. La discusión de si estas prácticas son buenas o malas es un debate sin fin; lo innegable es que existen, que cada vez más gente las utiliza y que esto no parece que vaya a cambiar pronto.
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Ligar sin miedo al éxito
Alejandra, socióloga que vive en la Ciudad de México, dice que este tema le apasiona desde hace años. Hace exactamente dos, la curiosidad le ganó y decidió sacar una cuenta en una app para ligar. Su idea era tener citas con varios chicos, salir con ellos y documentar cómo era la dinámica. Todo con meros fines académicos.
Cuando empezó la búsqueda de prospectos vio el perfil de un francés que vivía en la capital y de inmediato lo contactó. Empezaron a platicar, continuaron así unas semanas y luego se conocieron en persona.
Alejandra no tuvo que seguir concertando citas con más gente. El interés sociológico dio paso a una relación que se formalizó poco después, y en la que sigue actualmente.
“La verdad es que utilicé la app sin afán de verdaderamente conocer a alguien, sino sólo de vivir en carne propia el fenómeno. Pero en el camino me enamoré de él, lo nuestro se dio muy bien y caí en cuenta de que en ninguna de mis relaciones pasadas había logrado amar tanto a alguien”, dice ella.
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No obstante, el hecho de haber conocido así a la persona con la que vive no termina de cuadrarle a la socióloga. Aunque dice estar “completamente feliz con él”, la verdad acerca de cómo se encontraron sólo la saben un par de personas.
Alejandra dice que le avergüenza que las cosas empezaran de esa manera; que prefiere contar una versión en la que todo parece natural y espontáneo, “como deberían darse las relaciones normales”.
El Dr. Óscar Galicia Castillo, coordinador de la Licenciatura en Psicología de la Universidad Iberoamericana, considera que no hay nada malo en esta oleada de nuevos contactos virtuales, porque responden a una necesidad básica: la compañía. Virtual, pero compañía a fin de cuentas.
Según él, “los seres humanos somos seres sociales, y el contacto con los otros es una de las cosas que mas felices nos hacen. Esto antes era personal, con gente con la que se podía tener cercanía física; hoy ya no sólo es así. Y es igual de válido, porque el acto responde a una misma necesidad de interacción para combatir la sospecha de estar en un mundo cada vez más individualizado”.
Galicia Castillo asegura que no hay por qué espantarse, ni persignarse ante la realidad de que en este preciso instante haya millones de humanos en el mundo likeando las fotos de un prospecto ligue, uniéndose a algún chat o comunidad no presencial por el mero gusto de conocer amigos, o hasta teniendo sexo virtual por medio de una videollamada de WhatsApp.
“Creo que enfocarnos en el aspecto más espectacular del fenómeno le quita protagonismo a la que debería ser la pregunta verdaderamente importante del tema: ¿a qué se debe que no sólo prefiramos, sino que hasta constantemente perfeccionemos esta forma de hacer relaciones?”
Un mundo solo
La psicóloga Laura Cervantes Ricoy cree que el ritmo y modo de vida en que estamos inmersos tienen todo que ver. Según dice la especialista —quien se enfoca en temas relacionados con trastornos de la conducta y ansiedad— se trata de una condición global en la que la escasez de tiempo, la velocidad con que se vive y las rutinas que se vuelven cada vez más demandantes, logran configurarnos de forma distinta algunas concepciones importantes de la vida.
“Hay que ser realistas: cada vez tenemos trabajos más enajenantes, competidos y peor pagados. Por lo mismo, es normal que vivamos estresados, con problemas de depresión y con una necesidad constante de buscar entretenimiento a toda costa. Da la sensación de que nos encontramos cada vez más solos”, asegura.
Además, la virtualidad asegura un poco de protección ante el rechazo. De acuerdo con Cervantes, hay quienes mienten sobre su aspecto físico o sus capacidades, cobijados en las posibilidades que para eso les da el internet.
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No obstante, quienes sí se muestran tal y como son, sólo se exponen a que la persona con la que hacen contacto del otro lado de la pantalla no tenga interés suficiente para seguir la comunicación. Y de ahí no pasa. Para no volver a tener contacto con alguien vía internet no hace falta más que ignorar o bloquear. Así de simple.
Galicia Castillo agrega una idea que no puede pasarse por alto. Desde su punto de vista, hay dos perfiles básicos de personas que buscan interactuar en internet: a las que se les facilita comunicarse con todo el mundo, a través de cualquier medio, y para las que tender estos nexos es un verdadero calvario.
Es por eso que para éstos últimos las redes sociales y el universo de apps que existen en la actualidad, se han convertido en un mecanismo bastante eficiente y seguro de alzar la voz a través de un teclado o una videocámara.
Amores virtuales frustrados
A Alan no le fue bien cuando intentó ligar en otra app diseñada para tales menesteres. Él estaba seguro de las características que quería en su próximo date, encontró a un chico que tenía un perfil bastante cercano a lo que buscaba y, al igual que Alejandra, platicaron varios días seguidos antes de conocerse en persona.
Cuando eso ocurrió, Alan se llevó una gran sorpresa. Aunque la persona que tenía enfrente era igual (o más) de lo que físicamente esperaba, su personalidad e intenciones eran totalmente distintas de las que sus conversaciones en el chat de la aplicación sugerían.
“Yo le había explicado que sólo quería tener a alguien con quien pasarla bien de vez en cuando. Y él me explicó que también. Desde esa primera cita me di cuenta que ese chico estaba demasiado urgido en tener una relación formal con alguien, y ese ‘alguien’ definitivamente no era yo”, cuenta.
En los días que siguieron a ese encuentro, Alan recibió una inmensa cantidad de mensajes de esa persona, pidiéndole verse de nuevo. Hasta que se cansó de ignorarlos, así como de declinar sus llamadas, y lo bloqueó de todas partes donde se tenían agregados.
Después de esa experiencia, asegura que no se cierra a volver a intentarlo. Pero que la próxima vez va a ser más cauteloso y observador antes de salir en persona con alguien.
Pactos de confianza
Para la psicóloga Laura Cervantes Ricoy, casos como el de Alan visibilizan el riesgo que conllevan estas relaciones. Al igual que Galicia Castillo, considera que estas formas nuevas de relacionarnos son normales e igualmente genuinas que las que se llevan a cabo cara a cara. Sin embargo, ella es partidaria de mejor conocerse en persona.
“No lo digo por un sentimiento de nostalgia por el pasado, sino que me parece que así disminuye el riesgo de llevarnos una mala experiencia. Vernos a los ojos, contarnos los titubeos durante una respuesta reveladora y hasta escuchar de viva voz cualquier cambio en la entonación del otro, sigue siendo imprescindible para interactuar de forma más real”, dice.
Las relaciones uno a uno tampoco aseguran conocer perfectamente a alguien. La gente también miente en persona. La inclinación por una u otra opción depende de cada quién.
Es por eso que, de acuerdo con Galicia, “el amor, la amistad, y todo lo que nos inventemos por internet, pende del delgado hilo de un pacto de confianza. Y por eso no podemos tomarnos el tema a la ligera”.
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