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Cuando todo esté apalabrado y los trofeos entregados y el confeti barrido, cada quien tendrá su propia imagen, la que condensa lo sucedido por la tarde en Houston. Por lo pronto, hay dos que bien podrían ser candidatas a resumir la improbable victoria de los Patriots: La primera bien podría ser la que volvía humana una carrera descomunal: Tom Brady después de ser interceptado.
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La segunda es una que posibilita el desenlace: una suspensión de la gravedad, una colusión con la inercia. Edelman, que durante la primera mitad tiró pases y gritó de frustración, ahora, recupera un balón que pudo ser interceptado. Sigue siendo inconcebible.
Tan inconcebible como parecía la primera mitad para la trama que los Patriots pretendían vivir. La segunda mitad del juego fue la final en la que la promesa que plantearon los analistas previo al partido, comenzó a cumplirse.
Lo que el planteamiento del duelo cerrado entre dos equipos ofensivos a muerte fue que no serían simultaneo. Más bien por turnos, el segundo acto, el decisivo, fue totalmente de los Patriots. La defensa de Atlanta desapareció del campo. Y al final, al final queda el recuento de las hazañas.
Ningún equipo había remontado un déficit así de pronunciado. Ningún partido de Super Bowl había requerido de tiempo extra. Ningún QB había conseguido cinco anillos de Super Bowl. Al final Tom Brady tiene cinco anillos de Super Bowl y los Patriots también.
