Hablamos con el médico que ayudó a una mujer trans a amamantar a su bebé

Después de someterse a terapia hormonal, una mujer transexual de 30 años de edad ha podido amamantar a su bebé adoptado. Sus médicos creen que podría ser la primera instancia de este tipo reportada en la literatura médica, según un protocolo de estudio del caso en la revista Transgender Health.

Tamar Reisman, coautora del estudio, es endocrinóloga del Centro de Medicina y Cirugía Transgénero del Hospital Mount Sinai de Nueva York. Dice que el caso es importante por dos razones. En primer lugar, demuestra que la lactancia funcional —la lactancia que provee nutrición— puede producirse en mujeres transgénero. Y también ve una tendencia más amplia: “La asistencia medica para personas transgénero, que históricamente ha sido clandestina, ahora se está volviendo parte de la medicina convencional”, le dice a Tonic.

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Según el estudio, la pareja de la mujer estaba embarazada, pero no quería amamantar. La mujer trans, que había estado tomando hormonas feminizantes durante seis años y había desarrollado senos completamente desarrollados sin cirugía de aumento, quería poder amamantar. (Específicamente, estaba tomando progesterona, un tipo de estrógeno, y espironolactona, que bloquea la testosterona). Reisman y su coautora del estudio, Zil Goldstein, adaptaron un protocolo de tratamiento existente mediante el uso de hormonas para simular el embarazo, el medicamento domperidona para las náuseas y un extractor de leche para estimular el tejido y que así produjera leche.

Reisman no quiso especular demasiado sobre las motivaciones de la mujer, y la paciente no ha querido hablar con los medios. Pero la investigación muestra que la lactancia materna ayuda a la madre y al niño a vincularse; también tiene beneficios para el sistema inmune del bebé. Los bebés alimentados con fórmula tienen más probabilidades de experimentar ciertos tipos de infecciones que los bebés que son amamantados, y las mujeres que han amamantado tienen tasas más bajas de cáncer de mama y ovarios que aquellas que nunca han amamantado.


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Existen protocolos para lo que se ha llamado “lactancia inducida no puerperal”: amamantamiento que ocurre sin embarazo. Pero, señala Reisman, “esos protocolos se diseñaron para ser aplicados a las mujeres cisgénero”, como las mujeres que adoptan bebés y quieren amamantarlos.

Parte de la adaptación del proceso implicó bloquear la testosterona, una necesidad primordial para las mujeres transgénero. Luego surgió una pregunta aún más fundamental: ¿existen diferencias funcionales entre el tejido mamario cisgénero y el transgénero, y los protocolos modificados tendrían el mismo efecto?

“Parte del riesgo era lo desconocido”, dice Reisman. “Lo que no existe en la literatura medica es, por ejemplo, un desglose nutricional de la leche materna en mujeres transgénero”. ¿Sería el mismo que en la leche materna cisgénero? ¿Una mujer transgénero produciría suficiente leche, con los elementos nutricionales adecuados, para alimetar a un niño en crecimiento?

Pero Reisman dice que las drogas realmente involucradas son bien conocidas, con efectos predecibles; en otras palabras, los riesgos son manejables. Por ejemplo, durante la lactancia, el paciente debe seguir tomando espironolactona, que se usa para bloquear la testosterona. Eso podría ser una preocupación, pero la investigación sugiere que muy poco de ella se excreta en la leche materna, y la Academia Estadounidense de Pediatría no ve ningún problema con su uso. Y aunque la droga domperidona para las náuseas no está aprobada por la Administración de Alimentos y Medicamentos de los E.U., se usa internacionalmente para aumentar la lactancia. (La mujer obtuvo el medicamento en Canadá).

“Básicamente, nuestro marco era este”, dice Reisman. “Le dimos hormonas y medicamentos para crear un entorno hormonal que imitara lo que el embarazo le hace al cuerpo. Nosotros logramos imitar el alumbramiento. Luego hicimos lo que pudimos para mantener los niveles de prolactina altos para que la lactancia pudiera continuar”. (La prolactina es una hormona que permite la lactancia pero no está disponible como medicamento).


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La paciente comenzó el tratamiento unos tres meses antes de la fecha de parto de su pareja, sometiéndose, hormonalmente, a un cuasi-embarazo ella misma. En la primera visita de seguimiento, un mes después, ella produjo gotitas de leche; los médicos aumentaron sus dosis de hormonas y le dijeron que incrementara el uso del extractor de leche, lo cual también aumenta los niveles de prolactina para estimular la lactancia. Los médicos continuaron modificando el protocolo a medida que pasaba el tiempo. Tres meses después del inicio del tratamiento —dos semanas y media antes del nacimiento del bebé—, ella ya estaba produciendo 8 onzas de leche materna al día y los médicos comenzaron a reducir sus dosis para imitar el parto.

Pudo amamantar exclusivamente durante seis semanas antes de que su producción de leche comenzara a descender. Reisman dice que eso es muy típico: muchas mujeres enfrentan el mismo problema más o menos en ese mismo período del embarazo. “No está claro si fue algo que simplemente pasó, como suele pasar, o si tenemos que analizar su protocolo de nuevo”, dice. La única forma de saberlo es reuniendo más información, a través de la aplicando de este protocolo a más personas.

De cualquier manera, era un problema fácil de abordar: los padres simplemente complementaron la leche materna con fórmula, como lo harían muchas mujeres en las mismas circunstancias. El pediatra de la pareja, al examinar al bebé a las seis semanas, dijo que “el crecimiento, la alimentación y los hábitos intestinales del niño se habían desarrollado apropiadamente”, según el estudio del caso. La mujer continúa amamantando al tiempo que usa fórmula.

Reisman dice que tanto la madre como el bebé están sanos. “La última vez que vi al bebé fue al rededor de los seis meses”, dice. “En ese momento, era realmente lindo. Y todo iba bien con él”.