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Ser latino es el mestizaje total. Ya no somos una auto-caricatura, ni sonora, ni cultural ni de ningún tipo. La música en Chile siempre fue sagrada como un ritual; los carnavales no son ninguna casualidad, son una tradición pagana pero espiritual. El sonido como misterio es un camino que nos aterriza a relacionarnos de una forma alucinógena; el hecho de que no sea visual lo vuelve misterio. Amamos que no sea visual, que no sea dado ni que tenga una apariencia, y que al mismo tiempo sea lo más físico que tenemos cuando nos deslizamos entre beats y tempos.
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¿Por qué hacer música electrónica en Chile es un acto político? Más que en cualquier otro país de la región, la música electrónica chilena está en el ADN de su historia contemporánea. Con la dictadura militar las familias huyeron de Chile, muchas se fueron a Alemania, donde la electrónica comenzaba a convertirse en tendencia. Así nacen productores como Matías Aguayo, Ricardo Villalobos, Nicolas Jaar y Dandy Jack ––por mencionar algunos––, chilenos destacados en la electrónica global que han establecido en Europa su sede de trabajo, y quienes han regresando a Chile años después con nuevos sellos, estilos y tendencias de lo que hoy llamamos electrónica latinoamericana. Esto es lo que nos cuenta Inti Kunza en el primer capítulo de TrasEscena, Chile.
Inti Kunza, como muchos, también creció en Europa, pero llegó a Chile con la intención de reencontrarse con sus raíces, generando música con identidad. Los primeros raves a los que fue a bailar y tocar eran al aire libre, algo nuevo para un país que vivió pocos años antes un régimen conservador. Veinte años después el rave callejero, el rave clandestino, la ocupación de espacios siguen siendo la clave para mantener un underground real. Andrea Paz y Alejandro Paz (sin parentesco) arman eventos en parques públicos de Chile con la ayuda de Pety, productora en el CLUB Sauna. La fiesta más increíble en Santiago es la Plácido Domingo, un rave gratis que sucede, regularmente, un domingo de cada mes en el Parque de los Reyes. Todos cooperan de su bolsillo para asegurar que siempre funcionen los CDJs y las bocinas. Gracias a eso sucedieron las mejores fiestas ilegales con Andrea Paz, Kamila Govorcin (co-fundadora de Panal Records) y Diegors.
Ahora la electrónica chilena ha llegado a moverse internacionalmente con sellos como Cazeria Cazador, usando el Internet como herramienta de distribución global, pero uno tiene que ir a sus fiestas para entender verdaderamente el nivel de colaboración artística de estos productores. Activaciones artísticas que flirtean con lo experimental sin dejar por fuera el baile. Y hablando de lo experimental, el sonido de Lluvia Ácida, una dupla magallánica de la ciudad de Punta Arenas, se dedican a registrar los sonidos ambientales para transformarlos en música, usando como discurso los temas sociales y políticos de la región.
Esto es solo tan solo una parte de lo que Chile produce en beats, pero todos estos artistas tienen un bagaje arraigado a sus tierras, usando la electrónica como una herramienta para construir nuestro futuro.
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