Si has probado los hongos, sabes que existe un lazo fuerte entre soñar y estar tripiado, aún cuando ese conocimiento no viene de una resonancia magnética cerebral. Tripiar implica sumergirse en un sueño estando despierto, en el que la realidad se convierte en algo tan físico como el hambre y el calor. El mundo deja de tener límites y el tiempo se mueve eufóricamente, entre picos y pausas. No puedo recomendarlo realmente. La buena noticia es que a pesar dela experiencia químicamente adversa, existe algo dentro de ésta que se parece a las formas de los sueños.
Esta similitud ocurre de una manera fisiológica muy real. De acuerdo con las investigaciones realizadas por Imperial College London, se pueden demostrar reacciones parecidas en las funciones del cerebro en estado de sueño y en estado de trip (producidas por el compuesto activo de los hongos psicodélicos, la psilocibina).
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En el experimento participaron 15 sujetos conectados a máquinas de escaneo cerebral; algunos fueron inyectados con psilocibina y otros con placebo. El equipo utilizó un marcador llamado “Señal de niveles de dependencia de oxígeno en la sangre”, para hacer un mapa de la activación del cerebro bajo el efecto de la droga.
Lo que encontraron fue que, bajo la influencia de la psilocibina, las partes del cerebro responsables de los altos niveles de pensamiento – incluyendo la autoconciencia, la conciencia, la resolución de problemas y la toma de decisiones- dejaron de estar en sincronía, llevando a la descoordinación y desconexión de la actividad cerebral. Asimismo, descubrieron que tripiar causa un incremento en la actividad de zonas del cerebro más primitivas responsables de la memoria, la emoción y la excitación; estas regiones se potencializan. Una combinación fuerte de efectos.
“Estaba fascinada de ver las similitudes entre los patrones de la actividad cerebral en un estado psicodélico y los patrones mientras el sujeto estaba dormido, especialmente porque ambos reflejaron la conexión entre las áreas primitivas con la memoria y las emociones”, dijo la Doctora Robin Carhart-Harris de Imperial College London.
“Las personas, generalmente, describen el efecto de psilocibina como un producto de sueños, y nuestro estudio demostró, por primera vez, que estas reacciones se dan biológicamente en el cerebro”. La diferencia, claramente, está en que solo tripiando se puede tener la experiencia despierto, en una fogata en la mitad del desierto; un sueño, en términos relativos, se siente como un juego del azar.
Carhart-Harris explica que esta investigación es muy trivial y que entender sustancias como la psilocibina, en resoluciones muy altas, puede llevar al uso de las mismas, en términos terapéuticos. “Nosotros estudiamos constantemente los efectos del LSD, especialmente cuando respecta a pensamientos creativos. También estamos mirando la posibilidad de que la psilocibina ayude a aliviar los síntomas de la depresión, ya que puede cambiar el pesimismo en la mente de las personas”, dice. “Las sustancias psicodélicas fueron utilizadas para propósitos terapéuticos en 1950 y 1960, pero hasta ahora estamos empezando a entender su acción en el cerebro y la forma en la que pueden ser aplicadas para buenos efectos”.
La métrica explorada por el equipo es fascinante: la entropía. La entropía, propiamente, es la medida de posibilidades aleatorias en un sistema dado, como el cerebro. Mirando a los cerebros dosificados, fue posible observar los sistemas de neuronas funcionando en cuanto a lo que el cerebro es capaz de hacer y no sobre lo que hace.
Entonces, la pregunta es: ¿cuántas posibilidades se dan en el cerebro cuando la persona consume hongos? En las regiones primitivas del cerebro se observó que más entropía estaba presente, de manera que existían más posibilidades. Esto, de acuerdo a Carhart-Harris, se debe a la “expansión mental” que experimenta la gente bajo el efecto del trip.
En otras palabras, la entropía es una medida de sistemas complejos. Y cuando existe complejidad en el cerebro, esto involucra a la ciencia. Un estudio publicado este año por Frontiers Of Human Neiroscience concluyó que, al incrementar la complejidad de ciertos sistemas en los cerebros limpios de drogas, decrecía el funcionamiento de conexión entre los sistemas de todo el cerebro. De manera que, entre más se pueda ver la parte interior del cerebro, menos se puede ver su superficie. La expansión mental parece ser una compensación, pero a grandes escalas, la complejidad tiene el efecto contrario de incrementar la sincronización. Realmente depende de la tarea específica del cerebro. Podemos imaginar las funciones del cerebro desglosadas en pedazos cada vez más pequeños, en un lapso temporal, que cuando llegan a su mínimo desglose, hacen que el cerebro pierda sincronización, permitiendo a los sistemas individuales manejar el proceso.
Pero cuando las tareas se hacen mayores tienden a ser intercambiadas. Al verlas bajo el efecto de los hongos o del sueño, se observa un énfasis excesivo en las regiones del cerebro. La experiencia de algún sentimiento, como el amor, se amplifica sin tener conciencia de ello. Expansión y contracción, simultáneamente. ¿Quiere decir entonces que, bajo el efecto del trip, sentir amor implica ser “menos tú”?