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Ir a La Pedrera, al norte de Maracay (Venezuela), es el paso próximo para llegar hasta el hogar del primer compositor de un rap en español. Se trata de Pedro Martínez Conde, alias Perucho Conde y está asomado desde una esquina. Agita su brazo como diciendo “¡Soy yo! ¡Soy yo!”. No es necesario. Es el mismo rostro de bigote abundante que aparece en la portada del disco “La Cotorra Criolla” de 1980. Solo los años han hecho su trabajo. A los 82 luce bien.
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Con amabilidad invita a pasar. Los perros están encerrados porque son bravos. Así se puede observar la casa con facilidad. Es sencilla y fresca. Frente a ella están las montañas que rodean todo el barrio. El verde es un maquillaje natural. Ese paisaje le despierta buenas sensaciones a Perucho. 5 segundos transcurren. Camina hasta la cocina. Su pareja saluda. Estaba fregando los platos. Seca sus manos para presentarse. Ambos son un par de ancianos que juntados están para hacerse compañía, dice en voz baja. El mueble espera. El equipo de sonido está encendido. Suena a bajo volumen “I’ll be there” de The Jackson 5. La conversación comienza.
Dice que “La Cotorra Criolla” es una canción venezolanizada. Y para argumentar requiere echar el cuento desde el principio: Chuto Navarro era el productor de una casa discográfica. Perucho lo recuerda poco pero cuenta que en Estados Unidos, The Sugar Hill Gang estaba experimentado con nuevos sonidos. Esto fue durante 1979. Tres años después surgió una idea en Venezuela. Al rap en ese momento se le llamaba “cotorreo”, que en Venezuela se refiere a cuando alguien habla mucho. Esto porque la canción “Rapper’s Delight”, el sencillo que dio a conocer el rap al mundo, duraba más de 10 minutos. Navarro le pasó un cassette al comediante y le dijo: “Haz una cosa como esta a lo venezolano, con esa música que anda moviendo a la gente”, personifica con su vieja voz.
En la Venezuela de 1980 los sueldos no alcanzaban para vivienda, alimentación, salud y transporte. Las políticas ejecutadas afectaban más a la clase media baja. Perucho se identificó con ella. Como todo poeta escribió acerca de lo que padecía. La cantó tanto que todavía la recuerda de principio a fin. Recita un extracto agresivo pero humorístico de la “Cotorra Criolla”:
“Dígame al precio que está el café la leche, las caraotas y el papel tualé, /
tomate, papa y queso baratos se ven solamente en la cuñas de la TV./
Si son las frutas dígame usted / Quedaron pa’ los ricos y familias de caché. /
Esta gente que quiere yo no sé, / Será que nos acostumbremos por ahora a no comé.
Si como nié, si como nié!
Subieron las arepas, subieron los cigarros, subieron los pasajes de autobuses y de carros;
el cinturón yo me lo amarro / y no he caído, porque me agarro
ya casi no me baño, porque el agua es puro barro
y subí de peso con tanto sarro / no puedo ni afeitarme no hay agua en el tarro
y el Inos no sabe ni adonde queda el barrio (…)”
¿Escribiría hoy otra Cotorra Criolla?
No porque uno se arriesga a que lo malinterpreten desde un punto de vista político. Antes hasta invitaban a los presidentes para que participaran en los programas de humor y ellos iban. Pero ahora si digo que no hay medicinas ni pañales ya me etiquetan de escuálido.
Así los seguidores del chavismo llaman peyorativamente a quien se oponga al gobierno. La esposa de Perucho trae dos vasos de agua. “Es muy atenta” dice en tono bajo luego de que ella ha salido. Rápidamente vuelve con lo ofrecido. Él retoma la conversación… cuenta que aceptó la orden del productor y compuso la canción. Era necesaria. A los meses se volvió popular. No lo esperaba. En ese entonces era un humorista con experiencia en locales nocturnos, radio y televisión. Pero “La Cotorra Criolla” lo catapultó a otros países. No se hizo rico:
“A mí me llegaban cheques de pocas cantidades de dinero. Una vez me llegó de Chile uno de 7 dólares. En ese entonces el dólar estaba a 4,30 bolívares. Imagínate. Recuerdo que un viejo amigo español que vivía en Caracas me escuchó una vez en una tienda concurrida de Madrid llamada El Corte Inglés. Yo no sabía que esa canción llegó allá”.
Si su canción solo la entendían los venezolanos ¿Por qué gustó en otros países?
No lo sé. Creo que fue porque la situación en el mundo era similar. Yo ni sabía que aquí iba a gustar. Recuerdo una vez estaba caminando y un señor me dijo que era un retrato exacto de lo que vivía la gente de a pie.
No imaginaba que el rap se convertiría en un movimiento llamado hip hop. El resto de Latinoamérica y España tampoco. Perucho conoció la música porque era lo más sonado en el momento. Él era un humorista y poeta dedicado a la cotidianidad. Un poco similar al género como es hoy, pero él no se interesó en profundizar. Tampoco ahora.
¿Se considera un rapero?
No. Los raperos ahorita lo que hacen es montarse en un autobús a decir estupideces. “La Cotorra” que yo hice era contenido social.
En los últimos años ha habido buenos raperos venezolanos. Algunos criticaron lo mismo que “La Cotorra Criolla” pero de forma diferente ¿Promete escucharlos?
Claro. Lo haré. Mi gusto musical es variado. Después me pasas por un mensajito el nombre de ellos y los escucharé.
¿Qué tan variado es su gusto musical?
Mira, el rock and roll me gusta bastante. Esta que suena me parece buena aunque hay otras preferidas como Yesterday, Let it Be o In my life. También hay cantantes como Gardel y Simón Díaz que me encantan. Al momento de escuchar a Willie Colón, Rubén Blades o Héctor Lavoe en una fiesta, me pongo a bailar con mi esposa. La Billo’s Caracas Boys es extraordinaria. Los Amigos Invisibles son buenísimos.
¿Le gusta el reggaetón?
Una vez fui a la fiesta de unos nietos. Era la típica fiesta de chamitos. Sonó un reggaetón. Entonces vi que los niños empezaron a bailar como adultos. Los papás les aplaudían y yo no sé si es porque yo ya estoy viejo y eso me parezca anticuado pero no me pareció apropiado que dos niñitos se movieran de esa forma. Yo se lo dije a mi hija y ella me respondió: Ay, papá. Eso es lo que está de moda. Pero para responderte la pregunta el ritmo me parece chévere pero no algunas letras. Aunque debo confesar que al reggaetón le debo algo inmenso.
¿Por qué?
Porque ahorita hay gente que me consigo en la calle. O viejos amigos que todavía me preguntan por la cotorra. Me piden que se las cante pero ya mi voz no es como la de antes. Me operaron hace unos años de la garganta y no puedo decir tantas palabras al mismo tiempo porque la música de fondo de esta canción es rápida. Pero entonces lo que hago es cantarla en el ritmo del reggaetón. Es más pausado tú sabes. Es como tu cu tu cú, tu cu tucú.
Perucho comienza a cantar unos extractos de La Cotorra Criolla al ritmo del reggaetón. Puede citar las frases completas. Aguanta el aire hasta no poder más. Pausa la respiración y luego sigue. A los segundos se ríe.
“Al menos así puedo complacer a la gente”.
¿Y por qué no la graba?
Ya yo estoy viejo.
¿Qué hace hoy?
Soy un artista semi-retirado. Estoy reuniendo algunos poemas escritos hace unos años. Por ejemplo, hay uno llamado “Mi Sueño con Raquel Welch”. Una actriz gringa. Qué mujer tan impresionante. La conocí al igual que Juan Gabriel, Demis Russó y otros cantantes extranjeros con los que logré trabajar. Yo abría sus presentaciones en Caracas. Ahora estoy trabajando en un nuevo show para fiestas privadas. Como se dice vulgarmente pues: matando tigritos. Hasta ahora nadie me ha llamado.
El silencio mata la conversación. Perucho observa la pantalla de su celular. Dice que son las doce y media. Parece un aviso para culminar el encuentro. Luego de un apretón de manos, acompañados de un “Dios te bendiga”, camina hasta la puerta principal. Se detiene a observar las montañas. Su paz es interrumpida porque suena la cámara del teléfono. Él acepta posar. Sonríe durante unos minutos como solía hacerlo para los fotógrafos. Es momento de irse. Se repite la misma despedida. “La Cotorra Criolla” suena mentalmente mientras el barrio La Pedrera se aleja poco a poco.