Una llave de agua para migrantes en el desierto

12 de abril.

En la salida de Hermosillo, Sonora propietarios de bodegas y lotes baldíos en el sector cercano a las vías ferroviarias instalaron una llave de agua y tres carpas junto a la puerta norte de la estación del tren. Con esa medida evitaban que migrantes que atraviesan la ciudad en camino hacia la frontera y otra población en tránsito, utilizaran sus construcciones abandonadas como viviendas provisionales.

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A partir de entonces se han empezado a formar campamentos alrededor de la toma de agua. A este día, además de las tres carpas, ya se ven cuartos fabricados con tablas, javas de madera, cajas de cartón y cobijas en paredes y techos.

Una mujer que pasa los cincuenta años llegó hace unos días y busca a su hijo de 17 años que se perdió en el municipio de Empalme, a 120 kilómetros de este lugar. Ya lo buscó en Nogales sin resultados. Lo va a esperar aquí otros 15 días porque le dijeron que lo habían visto en las vías y Hermosillo es un punto intermedio; aquí la ruta del tren se divide en dos, hacía la frontera de Sonora con Arizona o la de Mexicali con California. Mientras, se encarga de preparar alimentos para todo el grupo, o para los que alcancen.

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En el comedor del ejido La Victoria hoy atendieron a 200 personas. Los voluntarios que ahí colaboran dicen que sus números han ido aumentando desde su fundación en el 2001. Ni el aumento de la vigilancia en la frontera de Arizona o la inseguridad de la ruta ha mermado el tránsito. Ni siquiera las temperaturas del desierto lo han logrado. Hoy el termómetro llegó a 44 grados. El martes 3 de junio la ciudad registró la temperatura más alta del mundo con 49.5; el miércoles 4 se ubicó en el tercer lugar, superado únicamente por Jacobabad y Sibi, en Pakistán.

En julio del año pasado circuló en diarios nacionales la información de que migrantes ahora optaban por esta ruta para evitar la violencia del narcotráfico en el Golfo, por Tamaulipas.

Desde Centroamérica ya venían preparados para cambiar La Bestia por El Diablo, como llegaron a llamar al tren.

“El Chapo es bueno, nos da trabajo” decía un muchacho que había salido de Honduras. Se refería a que en esta parte del desierto tendría la opción de burrear y a cambio negociaría el pago para cruzar la frontera. Pero ahora el Chapo está preso y el panorama de la migración en la zona (siempre) es incierto.

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Las carpas ya fueron retiradas. Ferromex además levantó un cerco 50 metros después de la puerta. Como se había visto en abril y con el aumento de personas circulando en el sector, no iba a tardar mucho en convertirse en un pequeño gueto alrededor de la llave de agua.

El perfil de la gente que llega aquí es variado; hay migración interna que llega a los campos agrícolas de Hermosillo o cualquier otro trabajo, hay los que van de paso hacia el norte, los que regresan porque no cruzaron, los deportados. También están los que se mueven en el tren de ciudad en ciudad porque se esconden. Hay drogadictos y alcohólicos, hay de todo. Como casi siempre en estos paisajes, hay menos mujeres.

Muchos de ellos platican la historia de que Cantinflas también anduvo errante en las vías antes de ser famoso y que en su tiempo luego dio un dote a la empresa ferrocarrilera para que liberaran las vías y dejaran a la gente transportarse en ellas.

Quién sabe.