Las calles de Tetuán, uno de los distritos más castizos de Madrid, respiran el mismo aire de siempre: mestizo, proletario y desenfadado. Un Bronx en miniatura de aire ibérico-caribeño donde las chicas dominicanas se cruzan con los fontaneros, los mensakas y algún ejecutivo despistado que ha decidido ir andando desde Azca, la zona de negocios de la ciudad. Business as usual. Todo normal salvo en un rincón. En la esquina de Juan de Olías con Bravo Murillo, la arteria del barrio, se masca la tensión. Seis lecheras de Policía Nacional flanquean la entrada de la calle.
Es el Hogar Social Ramiro Ledesma, un antiguo edificio -copropiedad del empresario chino Gao Ping, condenado por blanqueo de dinero- que lleva tres semanas ocupado por un grupo de jóvenes nazis. Aunque nada más entrar, una vez superada la bandera de España que adorna la entrada -“lisa”, si te fijas- , lo primero que nos advierten es digno de una tarde de cañas con Pasolini y el Capitán Kurtz de Apocalipse Now: “Como base, antes de empezar, que quede clara una cosa [o varias]: no somos racistas, no somos nazis ni neonazis, y compararnos con Franco es insultarnos. Somos fascistas. Bueno, somos fascistas futuristas”. En este punto recuerdo una escena de los hermanos Coen: “Somos nihilistas, no creemos en nada, Lebowski”.
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Pero estos jóvenes sí tienen creencias. Antes de sentarnos a hablar con Jesús, uno de los coordinadores y portavoces de la iniciativa, madrileño y estudiante de Ingeniería Aeronáutica, preguntamos por su inspiración. ¿Qué les ha llevado a okupar este edificio? ¿A montar un hogar social al estilo de la neofascista Casa Pound de Italia? ¿Por qué al lado de una de las okupas antifascistas con más solera de Madrid, La Enredadera, que se encuentra a 600 metros?
“Mira, nuestra inspiración son los griegos de Amanecer Dorado, porque no esconden lo que piensan y aunque tengan una estética dura e levanten el brazo, la gente se ha quedado con su trabajo diario”. Jesús, que ya no vive en casa debido a sus “orientaciones ideológicas” -vamos, que le han echado- omite que varios de los miembros más relevantes de Amanecer Dorado, la tercera fuerza más votada de Grecia, han sido encarcelados.
Jesús, como Melissa, otra de las coordinadoras de la ocupa, lo tiene claro: “Cuando nos desalojen volveremos a otro edificio, pero en otro barrio más tranquilo en el que no haya inmigrantes y la Policía nos deje más tranquilos”. Aunque ni los agentes ni los jueces lo tienen tan claro. La Delegación del Gobierno de Madrid, que ha “presentado un informe recomendando el desalojo de las dos edificios ocupados debido a los problemas que están causando en el barrio”, no ha advertido, aseguran, “un aumento de denuncias en estos días, aunque sí de tensión, y eso es lo que se ha trasladado al juzgado de Instrucción número 48 de Madrid”.
El juez ha embargado la información y está siendo muy celoso para que no se filtre ningún detalle de la operación policial. Eso sí, “puede ser en cualquier momento”. Todos los saben. “Nos han dicho que puede ser esta noche, o mañana, o este fin de semana”, reconoce Melissa. La Delegación confirma esta “inminencia”, aunque advierte que si bien ya hay una denuncia de los propietarios del centro ocupado por Jesús y sus compañeros, los dueños de La Enredadera no han emprendido ninguna acción legal hasta el momento, lo que impide desalojar el inmueble.
Pero volvamos al Ramiro Ledesma, donde hay de todo y todo muy patriota. “Hacemos esto en vez de drogarnos y salir de fiesta”. Jóvenes como Jesús, que a sus 23 años está convencido de haberle “roto los esquemas a mucha gente que esperaba que respondiéramos con violencia a los ataques de los antifas”, y adolescentes con camisas negras petadas y estética postneonazi -entre bacala y asiduo de gimnasio de polígono- a los que hay que calmar cada diez minutos.
“Esto es lo único que se nos puede ir de las manos si nos desalojan: los chavales que a veces no entienden bien lo que estamos haciendo, y hay que calmarles”. Según les miramos, se oye un grito en la calle. Todo el mundo se pone de pié. Se enciende una sirena de policía y empiezan los nervios. Los más jóvenes se ponen nerviosos, mientras Jesús mira por la ventana, se gira y les dice: “Veeeeeenga, tranquilos, que no pasa nada”. Falsa alarma. “Llevamos así tres semanas, pero esto no es nada”. Dos de los infantes más nerviosos dejan los palos y cañerías que habían empuñado y se destapan las caras. En este punto no está tan claro que si hay un desalojo, y los antidisturbios entran en el edificio, las cosas no se compliquen.
Este hogar del fascio futurista que ha sembrado la discordia en Tetuán, cuyo nombre viene de un mítico falangista es una escombrera. Cerrado durante siete años, solo queda la estructura y un suelo de hormigón polvoriento que han limpiado a duras penas; abajo no hay nada, literalmente, y en la primera planta hay tres camas y lo que parece un improvisado despacho rodeado de cajas y coronado con una gran pancarta: “Palestina Libre”. Le preguntamos a Jesús: “La gente se sorprende porque no nos conoce, pero respetamos mucho la causa palestina: ellos luchan por su nación y su patria y eso nos gusta. Cuando les vemos siempre nos dan las gracias por apoyarles”. Según cuenta, también se las da gente como el embajador sirio: “Fuimos a visitarle y nos dijo: aquí todo el mundo viene a comernos la polla, y vosotros sois los únicos a los que entendemos, los únicos que lo tenéis claro”.
La verdad es que en esta esquina de Tetuán lo tiene todo. Un grupo de fascistas futuristas que sueñan con un país sin inmigrantes, otro de punkis y activistas que desean un país sin fascistas futuristas y policías y vecinos que esperan un día sin ninguno de los dos anteriores. Eso y un apuñalamiento falso -que confirmamos con la Jefatura Superior de Policía- y una presunta palliza que no estaba relacionada con la okupación -y que también nos confirma la Policía-.
Jesús lo llama “utopía”, lo califica de “movimiento político” y de “acción social”, y reconoce que están coordinados con un centro similar surgido en Zaragoza. Sus “enemigos” de La Enredadera lo llaman “acto de provocación” y aseguran que van a “quemar el edificio”. Y una señora de 54 años que se ha acercado, Luisa, resume la escena mientras arrastra el carro de la compra camino de casa: “Ay, estos jóvenes, qué país, qué sociedad, qué líos… esto parece la época de mis padres”. Antes de despedirnos acompañamos a Jesús a hablar con los antidisturbios. “Oye, me acaban de contar que hay un chico que se ha intentado colar por el tejado del edificio. ¿Podéis mirar?” Y acabamos en el hostal de al lado: “Al parecer alguien ha alquilado la habitación del último piso para intentar colarse en el centro”.
¿La ultraderecha española se recicla o recicla su discurso? Jesús pertenece a uno de los muchos partidos políticos que componen el panorama del nacionalismo español más duro: España 2000, Democracia Nacional, Fuerza Nueva, HammerSkin, Alianza Nacional… “Renegamos de casi todos, y también del PP, por supuesto. Mira, si la gente leyese el programa político del Movimiento Social Republicano (MSR, al que pertenece) se sorprendería”. Entramos en Internet y lo leemos. Sorprender… sorprende: “El MSR (…) tiene muy claro que aquí no caben todos, por ello prioriza la Solidaridad Nacional ante el fenómeno inmigratorio y considera prioritaria la no entrada de más inmigrantes en nuestro país, la expulsión inmediata de todos aquellos que hayan entrada ilegalmente, estén ya regularizados o no”.
También reniegan del Frente Nacional francés de Marine Le Pen: “Son unos blandos, han aceptado homosexuales entre sus miembros”. Y de la etiqueta de racistas: “Si un ecuatoriano quiere unirse a nuestro movimiento, le diríamos que fundase el suyo propio, uno para su país”. No hace falta estudiar Aeronáutica para entrever que en la utopía política de Jesús no existen, o no caben, los españoles negros. Ni los gays. Bienvenidos al hogar efímero del fascismo futurista.