Peter Russell y su compañera estaban paseando por las galerías de la Neue Pinakothek —museo de arte de los siglos XVIII y XIX en Múnich— cuando repararon en ella.
La joven pasea por un camino, ajena a lo que encontrará al doblar el recodo: un muchacho de mejillas sonrosadas, que la espera con una rodilla hincada en el suelo y una flor rosa en la mano, dispuesto a sorprenderla. Pero por el momento, la mirada de la chica está fijada en un pequeño objeto que sostiene con ambas manos, de una forma que recuerda tremendamente a cómo sostenemos hoy día nuestros smartphones, absortos en su contenido.
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La obra es La esperada, una pintura realizada por el pintor austriaco Ferdinand Georg Waldmüller en 1860.
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Russell, funcionario de Glasgow actualmente jubilado, me explicó que la obra le vino a la memoria el verano pasado, durante una conferencia de traducción. Había pasado cerca de un año desde que él y su compañera contemplaron el cuadro por primera vez durante aquellas proféticas vacaciones en tierras bávaras. Hoy, Russel y otra compañera se encuentran hablando de “la importancia del contexto”, momento que Russell aprovecha para sacar su móvil y mostrarle una foto de La esperada.
La mirada de la chica está fijada en un pequeño objeto que sostiene con ambas manos, de una forma que recuerda tremendamente a cómo sostenemos hoy día nuestros smartphones
“Lo que más me sorprende es el modo en que un cambio tecnológico ha conseguido alterar la forma en que interpretamos esta obra y, de algún modo, todo su contexto”, señaló Russell, que hoy escribe ocasionalmente poemas y blogs sobre cultura.
La pintura dejó una impronta tan profunda en Russell que incluso decidió publicarla como respuesta a un tuit de VICE sobre un artículo que escribí en verano en relación con otra obra, esta de 1937, en la que también aparece un hombre sosteniendo algo que tiene un asombroso parecido con un teléfono móvil.
Así fue como llegó a mi conocimiento la existencia de La esperada, gracias al tuit de Russell explicando que en dicha obra también aparecía una escena similar. Es posible, incluso, que la pintura date de 1850, según el sitio web de la propia galería. Sea cual sea la fecha, la escena resulta igual de sorprendente.
Lo que no resulta tan fácil de averiguar es si Russell fue el primero en señalar públicamente esta coincidencia. Él asegura que no tiene constancia de nadie que haya compartido la imagen “de esta forma” (“por lo general”, añadió, “cuando la idea es tan buena, seguramente no serás el único que la haya tenido”). Por lo que a mí respecta, solo he recibido una versión modificada de La esperada vista en Pinterest. En ella, alguien ha añadido un haz de luz que sale directamente del “móvil” que sostiene la chica.
Obviamente, huelga decir que la joven no tiene ningún smartphone en las manos.
“La chica del cuadro de Waldmüller no está probando su nuevo iPhone X, sino que se dirige a misa con su pequeño libro de oraciones”, me explicó Gerald Weinpolter, director de la agencia de arte austrian-paintings.at.
No es la primera vez que la esencia de un objeto inanimado en una obra artística —su peso en la composición, el modo en que atrae la atención, su aura— anterior incluso a la aplicación de la electricidad ha sido alterada por un espectador que contempla la obra a través del filtro de la hiperconectividad moderna.
“La chica del cuadro de Waldmüller no está probando su nuevo iPhone X, sino que se dirige a misa con su pequeño libro de oraciones”
El lenguaje corporal de la mujer en La esperada ciertamente guarda muchas similitudes con el de alguien que mira un móvil, hasta el punto de que uno podría etiquetarla como otra “caminante distraída” que presenta la clásica mala postura si la viéramos caminando por la calle en 2017. Tal como señalaba un conocido muy obsesionado con los viajes en el tiempo cuando le enseñé la obra original, parece que el rostro de la mujer esté iluminado desde abajo, como si realmente el objeto despidiera luz. El rostro está ensombrecido a excepción del mentón, los labios y los pómulos, que parecen iluminados con especial intensidad, sobre todo si se tiene en cuenta que Waldmüller puso el foco de luz detrás de la mujer.
El lenguaje corporal de la mujer en La esperada ciertamente guarda muchas similitudes con el de alguien que mira un móvil
“Aquí la diferencia es que, en 1850 o 1860, cualquiera que contemplara la obra automáticamente interpretaría que el objeto que lleva la mujer es un libro de oraciones”, señala Russell. “Hoy, en cambio, lo primero que todo el mundo ve es una adolescente enfrascada en su teléfono móvil”.
En la conferencia de traducción, la compañera de Russell lanzó otra teoría: “Estaba con una aplicación de citas”, aventuró entre risas, imaginándose a la joven, con su cofia, rechazando a su pretendiente como si estuviera usando Tinder. “Mala suerte, amigo”.