El propietario de este piso de la calle Sant Climent, en el barrio barcelonés del Raval, llevaba desde marzo con el inmueble ocupado por narcotraficantes que, con total libertad vendían, trapicheaban y se drogaban en el interior de la vivienda. Escasas horas después del gran golpe a los narcopisos del Raval, acompañamos al dueño del apartamento al interior del mismo y pudimos comprobar los destrozos en el inmueble antes de que fuera tapiada su puerta.
Nos pide que no digamos su nombre ni la localización exacta de la finca. Los insultos y las amenazas a los vecinos que han contribuido al desalojo se han vuelto más que habituales en las últimas horas y el miedo y la tensión se cata en el ambiente.
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El macrooperativo contra los narcopisos de ayer se saldó con 55 detenidos, 40 pisos registrados y el desalojo de 26 narcopisos y 14 pisos en los que se distribuía la mercancía. Las calles del Barrio Chino estaban plagadas de policía. Un total de 700 mossos de distintas unidades, entre ellos del Grupo Especial de Intervención (GEI), un helicóptero, y un centenar de agentes de la Guardia Urbana colaboraron conjuntamente para recuperar la normalidad en el barrio. Por el momento 13 de los narcopisos ya han sido devueltos a los propietarios, entre ellos este.
El dispositivo, que ha recibido el nombre de Operación Bacar, llevaba meses preparándose y se centraba en los narcopisos controlados por la mafia dominicana. Después de una investigación judicializada desde abril, los Mossos d’Esquadra desmantelaron la red que presuntamente controlaba los pisos, en los que se ofrecían varias drogas, pero sobretodo microdosis de heroína. En los pisos —lúgubres, pequeños y deteriorados— se vislumbraban aún los rastros de la droga: jeringuillas tiradas por todas partes, paredes salpicadas con sangre, papel de aluminio esparcido por el suelo y cajas aún llenas con todo tipo de material.
Los vecinos temen que este golpe haya llegado demasiado tarde y deje secuelas en el barrio. Han sido muchos los que han tenido que abandonar la zona, otros viven con ansiedad y angustia por haber convivido durante tanto tiempo con esta situación en la que orines, excrementos y jeringuillas se encontraban habitualmente en las escaleras del edificio.
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