El 18 de mayo de 1980 Ian Curtis se suicidó. Creo que no es ninguna locura decir que toda esta historia empezó ahí. Los Joy Division estaban a punto de irse de gira a Estados Unidos para presentar su nuevo disco Closer, pero evidentemente la gira se suspendió, y la muerte del cantante británico tuvo efectos inesperados.
Tanto Closer como sobre todo el anterior disco de la banda, Unknown Pleasures, comenzaron a venderse a un ritmo increíble. Factory Records, la discográfica que lo había publicado, dirigida por el entonces presentador de televisión Tony Wilson, comenzó por primera vez a ganar pasta y mucha.
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Como seguramente ya sabrás, los miembros de Joy Division disolvieron este grupo y formaron New Order. La nueva banda enseguida pilló fuerza y salió de gira por medio mundo. Viniendo del triste y lluvioso Manchester de los 80, se quedaron impactados al ver los increíbles clubs de Nueva York, sitios como Hurrah, Danceteria o Tier 3.
A partir de esa fascinación y animados por la cutre y estancada escena de locales de Manchester y a la pasta que estaban haciendo en Factory con las giras y la venta de discos. Tony Wilson y Rob Gretton, el mánager de New Order, convencieron al grupo de invertir todos sus ingresos en montar un club. «Para devolver a la ciudad lo que os ha dado», les dijeron. Hook y sus compañeros no sabían entonces que el club sería una ruina y que no era que le fuesen a devolver a la ciudad algo de lo que esta les había dado, le iban a dar a la ciudad literalmente todo lo que habían ganado con su música.
Para construir su club soñado, encontraron un enorme almacén sin utilizar que inmediatamente alquilaron. Para decorarlo contrataron a Ben Kelly, un arquitecto que había vivido el punk desde su mismo epicentro. Era uno de los pasajeros en el barco en el que los Sex Pistols dieron el mítico concierto en el Támesis y fue el diseñador de las fachadas de la tienda de Malcolm McLaren y Vivienne Westwood, Seditionaries. Kelly diseña un espacio increíble que se convertirá en mítico, con sus célebres columnas con rayas amarillas y negras. Por supuesto todo eso vale una fortuna.
Tras la inauguración, el club tiene una acogida aceptable, pero no arrasa. Y eso que el cartel es un auténtico sueño para los amantes de la música de los 80. En aquellos primeros tiempos, en los que todavía la importancia de los DJs no es tan grande y el gran punto de atracción son los grupos, tocaron gente como: Cabaret Voltaire, Orange Juice, Culture Club, New Order (claro), The Durruti Column, A Certain Ratio, Echo & The Bunnymen, Bauhaus, William S. Burroughs, Psychic TV, Sisters of Mercy, Grandmaster Flash, John Cale, Curtis Mayfield, Divine o The Smiths.
A pesar de todo esto y abriendo todos los días de la semana, The Haçienda se gana una reputación de un lugar adelantado a su tiempo, digno y artístico, pero falto de clientela. A menudo hay más empleados que clientes. El nivel de fiesta y consumo de sustancias que llevan los miembros de New Order y los empleados del local tampoco ayuda a que las cosas mejoren. El club pierde unas 10 000 libras al mes, está muy mal gestionado y abundan los robos y las ausencias injustificadas. Todo se sigue basando en la pasta de Joy Division y New Order.
Pero lo que hace que este fracaso económico se convierta en una leyenda es el viaje de Mike Pickering, un DJ habitual en el club, a Nueva York en 1983, donde ve cómo los DJs están comenzando a ser el centro de atención de los locales gracias a las mezclas de música electrónica con sonidos indies que están empezando realizar y decide hacer algo similar en The Haçienda. A partir de ese momento, aunque económicamente el club no mejora mucho, se convierte en el polo fundamental a partir del cual nace la cultura de la música electrónica y toda la movida Madchester con grupos como The Stone Roses o Happy Mondays.
MIRA:
El cambio de una sala de conciertos de rock a un club de música electrónica se produce muy lentamente a partir de 1986. Esto, sumado a la llegada del MDMA a Inglaterra a finales de 1988, el llamado Segundo Verano del Amor, da paso al estallido del acid house y de la cultura rave que se difunde desde este antiguo almacén de alfombras en Oldhan Street.
Pero pararemos de contar aquí. La sala siguió abierta hasta 1997, posteriormente el edificio fue derruído y si ahora os acercáis por ahí encontraréis un edificio de apartamentos llamado… Sí, The Haçienda Apartments.
Peter Hook nos explica toda esta historia año por año en este «The Haçienda. Cómo no dirigir un club», editado por Contra, con un tono coloquial y muy personal. Intercalando entre la «historia mítica» del club un millón de anécdotas que hacen de este libro algo imprescindible.
Sigue a Juanjo Villalba en @juanjovillalba.
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