Anteayer, el líder opositor venezolano y presidente de la Asamblea, Juan Guaidó, se autoproclamaba presidente de Venezuela. “Voy a dar el paso con ustedes. Invocando los artículos de la Constitución ante Dios, Venezuela, juro asumir formalmente las competencias del Ejecutivo Nacional”, anunció con una protesta como telón de fondo. Poco menos de treinta minutos después, Donald Trump ya se había pronunciado al respecto: reconocía a Guaidó como presidente interino.
A Estados Unidos se sumaron otros países, como Brasil, Canadá, Argentina, Paraguay, Colombia o Perú, que manifestaron su apoyo al opositor. Mientras tanto, México, Uruguay, Bolivia, Rusia o China se posicionaban del lado de Maduro. La Unión Europea, por su parte, reclamó elecciones anticipadas en Venezuela.
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En España, algunos de los principales líderes políticos tampoco tardaron en posicionarse. Albert Rivera, Santi Abascal y Pablo Casado, que incluso se acercó a la manifestación de los opositores en la madrileña Puerta del Sol y que afirmó en Twitter que hoy él también es Venezolano, fueron los primeros.
Sin embargo, aunque la autoproclamación —para algunos un eufemismo para no admitir que lo que se vivió anteayer en Venezuela fue un golpe de estado— fuera una situación excepcional que, evidentemente, captó la atención de la opinión pública española, no es nada nuevo que tanto en las tertulias de bar como en las de Ana Rosa, en las tribunas de los medios generalistas y en las cuentas de Twitter de algunos de nuestros políticos, se hable de Venezuela como si Caracas fuera una ciudad autónoma, con mucho más ahínco del que se habla de las realidades de otros países latinoamericanos.
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Pero, ¿por qué nos interesa tanto Venezuela? ¿Acaso los conflictos y la crisis que atraviesa el país son más graves que los de cualquier otro estado, no ya latinoamericano, sino a nivel mundial? ¿Por qué Venezuela recibe tanta atención por parte tanto de los medios como de la opinión pública y por qué nuestros políticos viven tan aparentemente preocupados por la situación, los conflictos y problemas de la sociedad venezonala? Recordemos, por ejemplo, que, a un mes de las elecciones generales del 26 de junio de 2016, el Gobierno del PP convocó al Consejo de Seguridad Nacional por primera vez para abordar la situación venezolana.
“Mi sensación no es que nos interese demasiado Venezuela. Los datos demuestran que, mientras la crisis humanitaria se agravaba, el interés de los lectores descendía. La reacción por parte tanto de los partidos como de la ciudadanía española ante la actualidad venezolana es absolutamente partidista y dogmática y creo que esa es la clave de por qué se habló tanto de ello en momentos puntuales, de que se haya explotado tanto la vinculación entre Podemos y Venezuela. Fue la mayor operación de descrédito contra el partido de Iglesias. Y funcionó”, comenta Ángel Martínez, Jefe de Internacional de El Confidencial.
“De igual manera”, añade, “llama la atención cuando a ciertos sectores de la izquierda les das hechos o datos sobre el terrible sufrimiento de la población venezolana a través de una crisis que con Maduro se ha convertido en insoportable y te tachan de manipulador, de proimperialista. Es un gran ejemplo de cómo la opinión pública tiene una visión totalmente partidista de lo que ocurre en Venezuela: todo lo relacionado con el país se ha convertido en un asunto en el que, para la ciudadanía española, informar conlleva posicionarse, de manera similar a lo que ocurre con el conflicto entre Israel y Palestina, por ejemplo”.
Pero, ¿de dónde parte esa polarización, ese maniqueísmo que nos lleva a posicionarnos y a dejar de lado, en ocasiones, el análisis crítico y la complejidad de la cuestión? Arantxa Tirado, politóloga y doctora en Relaciones Internacionales y en Estudios Latinoamericanos, sostiene que hay un interés evidente detrás de la sobredimensión de Venezuela en la prensa tanto española como mundial.
“Es un interés que poco tiene que ver con lo informativo o con la preocupación por el pueblo venezolano, y mucho con la construcción de una imagen determinada desde los medios, que responde a intereses poderosos vinculados con laboratorios de guerra psicológica detrás de los que se encuentran las élites mundiales. Siempre que hay un gobierno que no es del agrado de estas élites, tenemos noticias dirigidas a desprestigiar a estos procesos. En este sentido, la manera de presentar la realidad venezolana, tergiversada y parcial, cuando no directamente desde la mentira, no es nueva. Sucedió antes con todo proceso que trató de construir un modelo económico, social y político alternativo a los intereses estadounidenses en América Latina o en otras partes del mundo”, comenta.
“Sea de manera consciente por parte de quienes establecen la agenda mediática, o de manera inconsciente por los periodistas que se suman a ella de manera acrítica, los medios se han convertido en transmisores de una determinada ‘verdad’ que sirve para asentar determinadas percepciones, ideas y posiciones entre la población que es funcional a los intereses de los propietarios de los conglomerados mediáticos. En el caso de este último golpe de estado en Venezuela, medios como CNN, ABC en España, Antena 3 y tantos otros están asentando una realidad paralela, diseñada e impuesta por las élites estadounidenses, sin sustento legal ni respaldo entre el pueblo venezolano, que consiste en decir que ahora hay un gobierno ‘legítimo’ encabezado por un señor, Juan Guaidó, por el que no votó nadie en Venezuela pero que es presidente porque lo dice Donald Trump vía Twitter”, remata.
“Los datos demuestran que, mientras la crisis humanitaria se agravaba, el interés de los lectores descendía”
“Cuando se habla de la crisis humanitaria en Venezuela no hay un interés real en reconocer qué problemas tiene el país en estos momentos, de dónde nacen y quiénes son los responsables”, reflexiona Iago Moreno, sociólogo, colaborador de la revista La Trivial y delegado en el último congreso de la Juventud del Partido Socialista Unido de Venezuela, en el que fue el único representante europeo. “Como explica la socióloga Ella McPerson, el foco de la discusión periodística sobre derechos humanos en el mundo no alumbra el dolor de quien más sufre, sino que apunta a los casos en los que coincide el hecho de que exista una noticia de interés mediático con los intereses políticos y económicos de cada medio”.
“Uno nunca va a oír hablar”, añade Moreno, “de la cantidad de militantes chavistas —del partido oficialista o de los movimientos sociales— que mueren plantando cara a las mafias que roban los productos básicos, que trafican con el petróleo o los medicamentos subvencionados o que roban materiales de las infraestructuras públicas. Tampoco, evidentemente, se va a hablar de cuáles son las pretensiones reales de quienes, cada cierto tiempo, intentan provocar magnicidios como el de este verano, en el que dos drones cargados con explosivos intentaron acabar con la vida de Maduro”.
Pero, además, en nuestro país hay un elemento clave que contribuye, si no a la sobredimensión de los conflictos en Venezuela, sí a la politización del asunto y a la consiguiente polarización de la opinión pública: la entrada en el tablero político de Podemos.
“En este caso concreto, esa polarización en torno a todo lo que tiene que ver con la política venezolana se entiende en un contexto en el que de repente surge una nueva fuerza política, Podemos, que los partidos tradicionales consideraron una seria amenaza. Entonces se empieza a explotar el vínculo para desacreditarlos políticamente y la gente simplemente toma partido sin entender que la situación venezolana es tremendamente compleja y que para comprenderla hay que hacer un análisis del contexto que en la mayoría de casos se obvia”, sostiene Ángel Martínez.
Arantxa Tirado asegura que “tanto en España como en muchos otros países se ha usado a Venezuela con fines políticos internos para ‘manchar’ a políticos de izquierda a los que se ha querido asociar con la ‘dictadura chavista’, fuera con fundamento o no. Venezuela es el nuevo ‘coco’ o demonio con el que nadie quiere vincularse, de ahí la reacción timorata de Podemos con este tema desde hace años, una posición que va a pasar factura a la izquierda en general”.
“Tanto en España como en muchos otros países se ha usado a Venezuela con fines políticos internos para ‘manchar’ a políticos de izquierda a los que se ha querido asociar con la ‘dictadura chavista’, fuera con fundamento o no”
Iago Moreno, por su parte, añade que “aunque la prensa internacional de Europa y de Estados Unidos siempre haya estado del lado del golpismo y en contra del progreso democrático de la V República, la obsesión enfermiza con hablar de Venezuela en España no tiene solo que ver con lealtades ocultas a quien financia y sostiene esta plataforma global de corporaciones mediáticas, sino con potencialidades concretas para hacer virar el debate nacional en un sentido que convenga a los partidos del 78. Conseguir que Podemos, que en 2014/2015 fue capaz de convertir las aspiraciones y las esperanzas frustradas de tanta gente en una esperanza de cambio, pudiera pasar a ser visto como una especie de agente externo de Irán y Venezuela que hubiese aterrizado en España para intoxicar el debate público y corromper la democracia era una estrategia demasiado atractiva para los grandes medios y los grandes poderes de nuestro país como para dejarla a un lado. Solo lo han conseguido en parte, porque hay una matriz conspiranoica y maníaca en ese discurso a la cual la gente con dos dedos de frente es impermeable, o debería serlo; pero ha hecho el suficiente daño como para que en Reino Unido y Francia, Jeremy Corbyn y Jean Luc Melenchon se tengan que enfrentar ahora a lo mismo. Incluso cuando en ambos países el debate sobre Venezuela fuera casi inexistente hasta hace unos años”.
Y, mientras unos políticos tienen que hacer frente a ataques por su supuesta vinculación o simpatía por el gobierno antes de Chávez y ahora de Maduro, a los que se tildaba y tilda de régimen dictatorial, en otros parece haber brotado de pronto, y de un tiempo a esta parte, una gran preocupación por los venezolanos. Una preocupación que nuestros políticos rara vez demuestran, por ejemplo, por los 25 países que se encuentran por encima de Venezuela en el último ranking sobre los derechos políticos y las libertades civiles, publicado por Freedom House, entre los que se encuentran Guinea Ecuatorial, Sudán, Somalia o Arabia Saudí.
“Venezuela se está utilizando con fines de política interna hasta la saciedad, pero de la manera más rastrera. Esos políticos que dicen que se preocupan tanto del pueblo venezolano (habrá que ver qué entienden ellos por el pueblo venezolano) deberían ser más respetuosos por el auténtico pueblo venezolano, que ha demostrado en los últimos años respaldar todavía mayoritariamente el proyecto del chavismo, aunque con críticas. Además, ese pueblo está resistiendo una guerra económica atroz, la pulverización de su poder adquisitivo por el ataque especulativo a su moneda, el acaparamiento inducido y demás iniciativas de guerra económica que le aplicaron antes al Chile de Allende, por cierto, como preludio del golpe de estado”, reflexiona Arantxa Tirado.
“Cuando veo a la trinidad de la derecha, Albert Rivera, Pablo Casado y Santiago Abascal, y a otros personajes como Felipe González, con grandes vínculos con las élites latinoamericanas y mundiales, decir que se preocupan por el pueblo venezolano me hace mucha gracia”, añade la politóloga. “¿Se preocupaban ellos cuando en los años 80 y 90 Unicef denunciaba que los niños venezolanos pobres medían 7 centímetros menos y pesaban 4 kilos menos que los niños ricos? ¿Cuando el pueblo venezolano, el que vive en los barrios, no sus amigos de clase media que inundan las ciudades españolas, comía comida para perros por el hambre? Si no se preocupan por los pobres españoles, por mucho que enarbolen demagógica y peligrosamente el ‘españoles primero’, ¿cómo creerles cuando dicen que les mueve su preocupación por los pobres venezolanos?”.
Sigue a Ana Iris Simón en @anairissimon.
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