Artículo publicado originalmente por VICE Brasil.
Gabriel Uchida es fotógrafo, periodista y colaborador de VICE desde hace mucho tiempo. Debutó aquí mostrando su acceso sin precedentes a las complejidades de los fanáticos del fútbol organizado. Desde 2016 ha estado de gira por el Amazonas, pero antes, estuvo en Europa, África y Cuba, una estadía que dio vida a su columna Até Cubanos con nosotros. Ahora tiene otra columna llamada Tretas Amazônicas, donde ofrece lo real sobre lo que sucede en el mundo de la selva, nada de historias para entretener a turistas extranjeros, nada de películas ficticias, simplemente la realidad.
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El feminismo y el empoderamiento femenino es una discusión actual no solo en las ciudades, sino también en muchos pueblos de la Amazonía brasileña. Esto es gracias a AGIR, la Associação das Guerreiras Indígenas de Rondônia (Asociación de Guerreras Indígenas de Rondonia). La organización se creó en 2015 para que las mujeres pudieran compartir experiencias en diferentes culturas y sus voces pudieran ser escuchadas. Hoy el colectivo supera los 500 miembros en un estado que tiene alrededor de 15.000 personas indígenas de más de 50 etnias diferentes. Sin embargo, la lucha de AGIR va más allá de los límites de Rondonia.
Además de las reuniones celebradas, la asociación también participa en consejos de política pública, alienta y mantiene el intercambio de experiencias con pueblos indígenas de otras regiones y participa en manifestaciones en todo el país. “Las mujeres blancas tienen una gran lucha porque quieren ser protagonistas de sus historias”, dice Leonice Tupari, coordinadora de AGIR, sobre la diferencia entre el feminismo de la ciudad y el pueblo en general”.
Sin embargo, la violencia que sufren las mujeres no hace distinción de cultura y es algo tan histórico en el país que incluso está en la carta de Pero Vaz de Caminha, un documento considerado el acta de nacimiento de Brasil. Al encontrar chicas sin ropa, escribe: “E sua vergonha tão graciosa” (Y su vergüenza tan graciosa). El primer contacto con el hombre blanco es, en general, una experiencia traumática para los pueblos indígenas. La mayoría de los pueblos nativos fueron diezmados por enfermedades anteriormente desconocidas, y hay innumerables informes de mujeres asesinadas, maltratadas o retenidas como esclavas sexuales.
Hoy en día, aunque la relación entre los pueblos es menos cruel de lo que era antes, la lucha principal de AGIR sigue siendo contra el “invasor”, generalmente mineros, usurpadores de tierras y leñadores. “Destruyen nuestros bosques y ríos sin pensar que aquí es donde obtenemos nuestros alimentos y el material para hacer artesanías, por no mencionar que llevan bebidas alcohólicas y drogas a las tierras indígenas”, lamenta Shirley Arara, de la aldea de Karo Pajgap.
La situación de los pueblos indígenas en Brasil es difícil. El año pasado, el Ministerio de Justicia recortó más del 50% del presupuesto de FUNAI. Sin embargo, las guerreras del AGIR siguen luchando. Valdenilda Massaka Karitiana, de la aldea de Caracol, dice: “Sufro al ver a mi gente marginada y discriminada, pero creo que conquistaremos nuestro espacio, pero nuestros logros deben ser colectivos, junto con los líderes, los jefes, los ancianos y las demás mujeres”.