Benjamín Arellano Félix: el narco que se vestía de policía, libra los cargos en México

Dijo que era diseñador gráfico egresado de una universidad en Tijuana, que era experto en falsificación de licencias, gafetes e identificaciones. En fin, a lo largo de su declaración brindó una buena lista de detalles que se le vinieron a la cabeza sobre la relación que le unía a uno de los narcotraficantes más conocidos de aquélla época.

Esa primera revelación no causó sorpresa en los agentes que mecanografiaban la declaración de este ‘testigo protegido’: los narcos mexicanos siempre se las habían ingeniado para andar por aquí y por allá ocultando su identidad.

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La singularidad del testimonio vendría después, ya entrado el diálogo, y luego de varias horas apostado en una de las sillas de la Procuraduría General de la República (PGR), en marzo del 2001.


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Los hermanos Benjamín y Ramón Arellano Félix —líderes del Cártel de Tijuana, una de las organizaciones del narcotráfico más poderosas del país en los años 80 y 90— andaban vestidos y cargaban credenciales de policías cuando abordaban vuelos comerciales, entregaban cargamentos de cocaína, o cenaban en lujosos restaurantes.

Y los uniformes e identificaciones no eran de cualquier corporación, sino que pertenecían la Fiscalía Especializada para la Atención de delitos contra la salud de Baja California, un estado al norte de México y frontera con Estados Unidos, desde donde operaba el cártel.

En las credenciales que llevaban en la cartera, los hermanos iban vestidos con saco y corbata, muy formal. El día que les tomaron la foto para su identificación, Benjamín, un hombre robusto de nariz ancha, cejas pobladas y bien negras miró de frente. Lo mismo hizo Ramón, cejas ralas, ojos chiquitos y nariz idéntica a la de su hermano.

Ese día, aquel flash en la cara, incriminaría a los hermanos Arellano Félix. Ese día, ese destello de luz que disparó desde una cámara, convirtió a este diseñador gráfico en un testigo protegido.

De esta declaración partiría la investigación para buscar a otros diseñadores y cómplices que participaron en la elaboración de identificaciones y uniformes policíacos, con los que los hermanos pasaron desapercibidos durante más de una década, aproximadamente de 1990 al 2002.

El diseñador gráfico y otros diez testigos protegidos hundieron al poderoso cártel de la droga. En febrero del 2002, Ramón Arellano Félix, murió en un tiroteo en Mazatlán, Sinaloa.


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Solo cuatro semanas después de la muerte de su hermano, Benjamín Arellano Félix, fue detenido en compañía de su esposa y sus hijos en un domicilio en Puebla.

En septiembre del 2007 recibió su sentencia en una prisión de máxima seguridad, el penal del Altiplano, donde fue condenado a 22 años de cárcel por asociación delictuosa y delitos contra la salud en un juzgado mexicano.

Pero en 2011, al también tener cargos en Estados Unidos, fue extraditado a ese país y sentenciado a 25 años en una prisión norteamericana. Según la declaración de funcionarios norteamericanos, al terminar de cumplir su pena regresaría a pasar los 22 años en prisión, que le impuso la justicia mexicana. Aunque eso podría no suceder…

Y es que el capo tramitó en 2016 un amparo ante la justicia mexicana para invalidar la sentencia de 22 años en prisión, porque según él se cometieron violaciones en su proceso.

Según Benjamín Arellano estos “testigos protegidos” enviaron sus declaraciones en copias certificadas, en lugar de presentarse a declarar frente a él, negándole la oportunidad de defenderse.

“Se ordena a la autoridad responsable dejar insubsistente la sentencia reclamada para que subsane la deficiencia formal respecto de las copias certificadas en las que aparecen los testimonios (de los testigos)”, dictaminó el Segundo Tribunal Colegiado en Materia Penal del Segundo Circuito en julio de este año.

Sin embargo fue apenas este 6 de noviembre que el capo fue notificado en una prisión de Estados Unidos de la decisión del tribunal. ­

Esto quiere decir que debido a una omisión en el proceso que consistió en enviar las declaraciones de los testigos en copias al juez, el capo mexicano podría regresar a México en el año 2033 sin ningún cargo en su contra. De querer la autoridad volver a encarcelarlo tendría que reponer el proceso.

Benjamín Arellano Félix. Imagen de PFP/cuartoscuro.com

Lo que narró el testigo

“Fue a principios de 1998 cuando fui requerido para que les elaborara las nuevas credenciales de la Policía Judicial. Me proporcionaron el equipo más sofisticado, querían treinta credenciales que los acreditaban como agentes de la Policía Judicial del Estado de Baja California (…) Un ministerial (policía investigador) moreno me prestó la credencial de policía ministerial para fotografiar el reverso en la cual aparecía la firma del Subprocurador de Tijuana, para elaborar las credenciales falsas”.

Esta es parte de la declaración del joven diseñador gráfico que incriminó a Benjamín Arellano Félix una tarde marzo del año 2001 en la PGR. Más tarde, otro diseñador, agregaría más información contra el capo.

Solo se le conoce como el “testigo protegido” y dice que hasta el 2001 alguien le pidió que elaborara credenciales falsas de la Policía Judicial Federal y un par de licencias de manejar con el mismo nombre para Ramón y Benjamín Arellano Félix. Así fue como este diseñador también ingresó a la organización criminal.

Según su versión, después aprendió a falsificar credenciales de elector, e incluso oficios de comisión y de portación de armas de fuego. Cada cierto tiempo los hermanos llegaban con traje y corbata para la foto anual que les tomaba este hombre.

“Yo les inventaba el nombre de las credenciales falsas”, dijo ante la PGR el testigo protegido.

Mas tarde otro de los testigos, en ese caso un colombiano, declararía que incluso en la década de los 90, había presenciado cómo los integrantes del Cártel Arellano Félix, traían cargamentos con uniformes de la Procuraduría General de Justicia de Baja California.

Fueron en total once testigos los que declararon en contra de Benjamín Arellano Félix y narraron todos los “jalecitos” (trabajos) que hicieron para el capo mexicano. Entre ellos destaca la transportación de cocaína por tierra y mar; el asesinato de un hombre que los delató ante FBI y un informante de la DEA, en Estados Unidos.

Al del FBI “lo colgaron y golpearon con un bate hasta matarlo”, dice uno de los testigos. Y dan lujo de detalle de cómo operaron estos hermanos que se convirtieron en la organización de drogas más importante del mundo en ese entonces.

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