“Desayunamos un poquito de huevos y de frijoles, comemos una ración de atún y volvemos a cenar frijoles. Eso pasa todos los días. Restringen la comida y nos la dan de malos modos”, dice Julián Rodríguez, damnificado tras el sismo del 19 de septiembre en la Ciudad de México y quien vive con su esposa e hija en el albergue de la unidad deportiva Benito Juárez, en la delegación del mismo nombre.
Prohibido tomar fotos
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Las 40 personas que comparten techo con ellos están igual de inconformes. Se quejan de la poca comida que les sirven, del mal olor de los baños, de la poca empatía que muestran los administradores del lugar y de una amenaza de desalojo inminente, que los tiene viviendo con mayor incertidumbre desde hace un par de semanas.
Les han prohibido sacar fotos. Según testimonios de personas que siguen adentro –quienes han pedido mantener en secreto su identidad por temor a represalias– los miembros del área de Desarrollo Social de la delegación a cargo de la estancia, no les permiten levantar testimonio gráfico de nada. Incluso a quienes han logrado sacar alguna imagen les han pedido que la borren.
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Damnificados y voluntarios creen que lo que hay detrás de esta actitud de las autoridades es un interés por restablecer lo antes posible las actividades y cursos deportivos que se dictan en dicha unidad. El rumor del desalojo ha corrido en más de una ocasión y los testimonios de quienes lo han recibido incluso se encuentran en internet desde hace un mes.
Una carta sin sellos oficiales
La última vez en que se les insinuó la posibilidad de que fueran desalojados fue mediante la llegada de una carta, hace un par de semanas. El documento, que aparentemente provenía de la delegación Benito Juárez, informaba que el albergue cerraría pronto. Sin embargo, no traía sellos oficiales, y no había fuente fidedigna.
“Eso nos puso a pensar en dos cosas. Una, que quizá hubiera alguien levantando falsos y haciendo “grilla”; la otra: que efectivamente la delegación lo hubiera mandado de manera extraoficial, como para irlos preparando a la idea”, dice Alejandra Covarrubias, quien desde ocurrido el terremoto apoyó como voluntaria en el centro de acopio instalado fuera del albergue.
La fecha estipulada en dicha carta para el cierre de la estancia temporal es este martes 7 de noviembre; y debido a la presión y la posibilidad de ser trasladados a otro albergue ubicado en Mixcoac, algunos damnificados han abandonado de forma paulatina el Benito Juárez.
En la primera semana después del sismo llegaron a ser alrededor de 500 personas, según dice Julián Rodríguez, quien continúa viviendo ahí. Ahora no llegan ni a 50. Y aunque a muchos les gustaría irse ya, deben quedarse, pues aún necesitan el cobijo del albergue en lo que consiguen un nuevo lugar para vivir o el dinero para cubrir los gastos de reparación de daños en los edificios donde residían.
“No estábamos enterados, pero investigaremos el caso”
Las autoridades lo han negado todo. A pesar de que el delegado Christian von Roehrich no contestó a las llamadas, la oficina de Atención a Medios de Comunicación sí dijo algo al respecto.
De acuerdo con Andrea Montufar Sandoval, subdirectora del departamento de Comunicación Social, ellos nunca han externado oficialmente la intención del cierre del sitio.
“La orden del delegado fue muy clara respecto de que debe permanecer abierto hasta que deje ser realmente necesario. No estábamos enterados de algunas cosas que manifiestan las personas que están viviendo allí ahora, pero investigaremos el caso”, aseguró la funcionaria.
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A pesar de todo, si algo queda claro es que la insatisfacción entre los damnificados dentro del deportivo Benito Juárez es general. Más allá de las quejas sobre los pésimos alimentos recibidos y otros insumos no proporcionados, hay quienes enfatizan en la falta de servicio médico todo el día (sólo se da de 8:00 a 20:00 horas), de esparcimiento para la decena de niños que aún están ahí, así como en los robos que han sufrido.
Se han perdido tarjetas de crédito, prendas de vestir y hasta las escrituras originales de un departamento, que estaban bajo llave dentro de la cajuela de un auto, en el estacionamiento del mismo deportivo.
Mientras no les aseguren nada, estas familias seguirán a la espera de lo que pudiera pasar en los próximos días u horas. Según Julián Rodríguez, ellos mismos van perdiendo la esperanza poco a poco. “Nunca nos imaginamos tener que pasar por esto. ¿De verdad creen que estamos aquí por gusto?”
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