Zavala, la candidata que pensó en ser monja, está convencida de que sí compite por la presidencia

Margarita Zavala estaba de cumpleaños y todo en aquella fiesta se había planeado muy a su gusto. Una reunión informal, sin meseros, con botanas sencillas y bebidas para brindar. De fondo musical los cantautores David Filio y Joaquín Sabina, pero también sonaban las canciones de Timbiriche.

Zavala llevaba ya al menos tres años viviendo en la Residencia Oficial de Los Pinos como primera dama, pero esa celebración a la que acudieron unos 50 invitados fue en la casa de una de sus mejores amigas. Los compañeros “de toda la vida” se mezclaban con miembros de su equipo de trabajo en Los Pinos.

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El entonces presidente Felipe Calderón se acercó al cumpleaños de su mujer en algún momento y justo en ese lapso de tiempo comenzó a sonar una popular canción ochentera de Miguel Mateos. Cuando llegó el coro, un grupo de amigos —incluido Calderón— ya había rodeado a Margarita para cantar juntos el estribillo: Nene, nene, ne, ¿qué vas a ser cuando seas grande? / Estrella de rock ’n roll / presidente de la nación, wo-uo-o-o.

Solían hacerle eso en las fiestas. Se ponía roja, sonreía y hacía gestos de ‘¿cómo crees?’, recuerda uno de los asistentes a aquella celebración. En ese entonces Margarita Zavala rechazaba la idea de llegar a ser presidente, pero ya para el año 2012, el último del sexenio, su oposición era menos enfática.

Pero aún no había un plan establecido.

Como figura pública, Margarita se ganó la enemistad de muchos ciudadanos durante el sexenio de Calderón [2006-2012] en gran parte debido al rechazo de la ofensiva militar liderada por su esposo en contra de los cárteles del narcotráfico en México, lo que generó una escalada del terror en gran parte del país.

Pero también había muchos que la consideraban una digna primera dama, al menos en comparación con la frivolidad y cursilería de Marta Sahagún, esposa del anterior presidente Vicente Fox, también del conservador Partido Acción Nacional (PAN).

Con las encuestas que sugerían que Zavala era la panista más popular, el agradecimiento que le dedicó Calderón en su último informe de gobierno fue recibido con vítores y aplausos por la audiencia invitada a Palacio Nacional.

“Era muy prudente. No se metía en las decisiones de gobierno”, dice Mar Díaz, una joven miembro de su equipo en Los Pinos, desde donde se empujaban algunos de los temas favoritos de Zavala como los niños migrantes deportados. “Ella estaba allí para brindar acompañamiento y era la cara amable del gobierno para ver en qué podía ayudar [a la ciudadanía]”.

De manera consciente, Margarita Zavala se propuso distanciarse de Sahagún, pero también naturalmente, era menos protagónica, más sincera y discreta. Se mantenía a distancia de las portadas de las revistas del corazón y de ostentosas cenas benéficas como la que Sahagún organizó en el Castillo de Chapultepec con Elton John tocando el piano.

El estilo era diferente.

El Presidente Vicente Fox, acompañado de su esposa Marta Sahagún, recibió al entonces presidente electo Felipe Calderón y Margarita Zavala en 2006. Foto por Ximena de la Serna/Cuartosuro.com.

Cinco años después de que abandonara Los Pinos, Margarita Zavala recorre sus oficinas de campaña intercambiando sonrisas con su joven equipo. Algunas de las paredes están cubiertas de pintadas con mensajes motivacionales dedicados a la candidata.

Va vestida de manera formal con un saco azul marino y blusa color hueso, y justo antes de la entrevista cambia un par de zapatos discretos por unos sugerentes tacones altos. Se le ve relajada, sentada sobre una silla color beige.

—¿Qué momento de su carrera política la enorgullece más?

—El día que decidí buscar la presidencia de la República —dice la exprimera dama aparentemente satisfecha de haber encontrado la respuesta que necesitaba durante una entrevista con VICE News.

“El momento que le dije al equipo ‘listo’, qué es lo que sigue, y fuimos a grabar un mensaje”. El resultado fue un video en el que Zavala promete, con voz suave, reducir “la enorme distancia entre los políticos y los ciudadanos, que se traduce en el descrédito de los partidos y de la política”.

Aquello sucedió en junio de 2015, unos días después de las elecciones intermedias que dejaron al PAN con sólo un 21 por ciento del voto, 6 puntos menos de lo que obtuvo en 2009.

Desde entonces buscó establecerse como la candidata natural de su partido gracias a su posición favorable en las encuestas. Pero al paso del tiempo se volvió obvio que Ricardo Anaya, presidente del partido, tenía sus propias ambiciones y no le dejaría el camino fácil.

Joven, astuto y con fama de tener pocos escrúpulos, Anaya quiere ser el candidato presidencial de una coalición electoral para 2018 que se busca consolidar entre el PAN y dos partidos mas.

Después de perder la lucha interna, Zavala abandonó el partido que llevaba grabado en su alma el 6 de octubre, para buscar las 866.593 firmas de respaldo ciudadano que necesita para ser candidata independiente.

No cabe duda que sin importar las adversidades que se le han presentado, Margarita Zavala ha demostrado que quiere estar en la boleta presidencial en 2018. Es más difícil discernir porqué quiere el cargo; y más complejo aún, es saber si logrará ser vista a través de sus propios luces y sombras sin el filtro de su marido.

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Zavala, al parecer, nunca ha tenido miedo de ser diferente a sus compañeros. Una amiga de la infancia cuenta que Margarita tomaba el camión a la escuela cuando todos los demás viajaban en coche con sus familiares.

Ella ignoró las modas de su época, en favor de una colección de boinas a la que era tan leal como lo sería más tarde a los rebozos que insistió en usar como primera dama a pesar de las múltiples súplicas de los gurús de la imagen que querían que se viera más “moderna”.

Parece que también puede desdeñar las convenciones de una “señora bien”, dando poca importancia a detalles “femeninos” como arreglos de mesa, y sintiéndose completamente cómoda con una invitada a quien ofrece una cena preparada con la comida del día anterior y sentadas en el piso. “Me encanta su sencillez de verdad, pero a veces siento que se pasa”, cuenta la amiga.

Quienes la conocen, aseguran que Zavala es más abierta de lo que su imagen pública sugiere, especialmente cuando se trata de los derechos LGBT. Otra persona que trabajó con ella asegura que ayudó activamente a por lo menos un miembro de su equipo a sobrellevar el trauma de que su familia —profundamente conservadora— reaccionara mal a su salida del clóset.

Sin embargo un incidente público que se volvió viral recientemente reforzó la idea de quienes la califican de homófoba. En un paseo por la capital y en plena campaña de recolección de firmas, un video deja ver la incomodidad de la candidata cuando una pareja de mujeres con sus hijas se acercan a saludarla, al tiempo que la están filmando.

Si bien Margarita es profundamente católica, nunca ha atiborrado su oficina con símbolos religiosos y no tiene problemas en trabajar estrechamente con personas de otras religiones.

Como primera dama ignoró el ruido en el PAN que provocaron sus estrechos vínculos con la activista anti-trata de personas Rosi Orozco y su esposo, miembros prominentes de la iglesia evangélica Casa sobre la Roca y muy cercanos a ella desde la campaña de su marido en 2006.


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Margarita Zavala en agosto de 2016. Foto por Alon Ortega/Cuartoscuro.com.

Pero ninguna anécdota de corte inconformista ha llegado a cuestionar la solidez de sus raíces conservadoras. En su autobiografía publicada el año pasado Margarita: Mi historia, Zavala rezuma orgullo por su familia numerosa, unida y acomodada, pero no ostentosa, la cual aparece como gente de bien que quiere dar algo a cambio.

Zavala guarda una devoción similar por el colegio de monjas —El Instituto Asunción— donde estudió y envió a sus tres hijos a educarse; y donde de hecho sigue impartiendo clases de derecho.

Insinúa que podría haberse convertido en monja si no hubiera sido por su vocación política y el PAN, al que su madre ya pertenecía cuando ella se unió en 1984, cuando solo tenía 16 años y donde conoció a Felipe Calderón un año después.

Si a eso sumamos sus estudios en la Escuela Libre de Derecho —donde su madre y Calderón también estudiaron—, parece que prácticamente todos los elementos de la vida de Margarita Zavala hubiesen sido ensamblados para crear un conjunto armónico: familia, educación, fe, profesión, política y hasta romance; todos encaminados en la misma dirección.

Esa identidad tan firme e interconectada parece haberla ayudado a tomarse con calma ser la primera dama, tanto en el sentido de no perder el piso, como el de no tratar de convertirlo en trampolín directo a la presidencia.

Incluso, tal vez hasta podría tener credibilidad la explicación que da a sus ambiciones presidenciales como una expresión de “vocación de servicio” por difícil de creer que parezca dado el cinismo de la época y la modestia de sus logros políticos.

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Margarita Zavala se ve relajada y la entrevista fluye, pero trata de contener cierta irritación ante la pregunta de si ser reconocida como una persona “decente” es terreno firme suficiente para su aspiración de ser presidenta.

“La verdad es que no es menor. Si a mí me dicen que siempre que tuve un reto lo respondí bien, no es menor,” insiste. “Yo creo que lo que requiere un país es una sencillez en el gobierno que permita generar confianza en la seguridad, y honestidad en la vida pública. Pero también un conocimiento suficiente del país y yo estoy convencida de que compito”.

Aun así, e incluso sumando las referencias obligatorias a su larga carrera política como diputada local y federal, y funcionaria del partido, Zavala no ha podido convencer a muchos de que tiene el colmillo necesario para ser presidenta, incluso a algunos que se describen a sí mismos como sus amigos.

Entrevista con Margarita Zavala en su oficina de campaña. Foto por Hans Muselik/VICE News.

“Yo no sé porqué se lanza, no me lo explico”, dice la columnista y eterna ‘niña bien’ Guadalupe Loaeza. “Es muy buena persona, es muy linda, es muy mona, pero que sea una política sagaz, olvídate… Metería las manos al fuego por su persona, sí, pero no votaría por ella”.

Uno de sus exasistentes cree que la viabilidad de la candidatura de Zavala ha sido mermada por una exageración de su lado más suave a expensas de la mujer fuerte y provocadora que hay detrás. “Puede ser muy perra, pero no de una mala manera; sino como alguien a quien admiras, pero al mismo tiempo te intimida,” agrega.

“Me frustraba mucho sentir que podíamos dar a conocer más su lado cínico y brillante, en vez de tratar de moldearla al estereotipo anticuado y heteropatriarcal de la mujer mexicana”, agrega.

Argumenta que eso quedó claro en el discurso estándar “vacío” de los últimos dos años, en el que Zavala promete “llevar a México al futuro” sin un esfuerzo por explicar qué significa. “Es una mujer muy inteligente, pero no vemos ese lado en su imagen pública. Lo que vemos es una señora aburrida”, dice.

Casi todos dicen que nadie está a salvo de sus miradas fulminantes y humor sarcástico. Dos fuentes nos aseguran que de Calderón se burla por su baja estatura, y de sí misma por desarreglada y “mocha”. Y aunque se dice que Zavala siempre está lista para apoyar a un miembro del equipo bajo presión emocional, es más probable que muestre su empatía con un comentario irónico, que con un apapacho.

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“Yo realmente entré en la política para servir a la gente y esto siempre me ha hecho feliz” comenta Zavala en la entrevista. “Estoy totalmente convencida [de que sería buena presidenta] porque la experiencia que yo tengo es singular, y me permite darme cuenta perfectamente de qué es lo que siente México y qué es lo que quiere, cómo lo ve y hacia dónde se puede transitar”.

Soledad Loaeza, historiadora y académica del Colegio de México, uno de las instituciones más prestigiosas del país, conoce a Zavala desde que comenzó a estudiar al PAN en la década de 1970. Ella entiende la ambición de la exprimera dama como algo profundamente entrelazado con la disciplina política y religiosa con la que creció.

Loaeza también señala la forma en que la carrera política de Margarita se inscribe en una robusta tradición dentro del PAN, que fue el primer partido en colocar a mujeres en posiciones de liderazgo en la década de 1950, y uno de los primeros en lanzar candidaturas de diputadas. Todo esto podría sonar progresivo, pero según la académica, en realidad estas decisiones estaban ligadas a la importancia que el partido ha dado siempre a la familia.

Zavala y Calderón en su vista al Vaticano en 2011. Foto por Imperio Reséndiz/Cuartoscuro.com.

“Ella está dispuesta a defender la presencia de las mujeres, la lucha de las mujeres, pero siempre teniendo en el fondo objetivos tradicionales”, dice. “Representa, y no lo puedo ver de otra manera, el papel de madre de familia”.

Un papel en el que encajó perfecto como una primera dama discreta y prudente. Ella tenía una presencia fresca en el gobierno al trabajar a favor de los “grupos vulnerables”, y daba buena impresión a gente como el luchador social Javier Sicilia, al mismo tiempo que ayudó a mantener equilibrado a su esposo, ríspido y volátil.

“Lo que pasa es que lo ponía de muy buen humor. Margarita es muy conciliadora y entonces, por ejemplo, en las giras era mucho más fácil cuando iba ella. Platicaban y se reían, había mucho menos tensión que cuando iba solo”, dice una excolaboradora de Los Pinos.

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Muchos analistas políticos ven la aventura independentista de Margarita Zavala como un suicidio político, pues aún si obtuviera las firmas necesarias para aparecer en la boleta electoral —hasta el momento lleva 253.168— consideran que no tendría posibilidad de ganar sin una estructura partidista detrás.

Incluso enfrenta acusaciones, que ella ha negado, acerca de que su intención oculta es declinarse a favor de José Antonio Meade, quien se perfila como candidato más fuerte del Partido Revolucionario Institucional (PRI).

Pero al menos Zavala parece estar disfrutando el momento de su candidatura independiente.

—Mucha gente ha comentado que desde el registro pareces distinta… más fuerte, mucho más…

—Más libre —Zavala interrumpe y se ríe.

—¿Esto es un cambio que sientes? ¿Estabas atada?

—Sí, si me siento más libre… Ya me siento más libre de hablar del país que quiero, de las soluciones que podemos dar, de las ideas que me han dado los expertos y también los ciudadanos. Me siento muchísimo más libre, sí, sin duda.


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Entrevista con Margarita Zavala en su oficina de campaña. Foto por Hans Muselik/VICE News.

Libre del PAN sí, pero la gran interrogante ahora es si Zavala puede, finalmente, también liberarse de la sombra de su marido y su sexenio, sobre todo en el tema de la guerra contra el crimen organizado.

“En el caso de seguridad, si me preguntas si se hizo lo correcto digo sí, se hizo lo correcto”, responde, dejando atrás las respuestas evasivas que hasta hace muy poco daba a estas preguntas. “Lo que no puede hacer un gobierno es no enfrentarlo, y lo que no puede hacer un gobierno es lo que hizo el de ahorita, abandonar a la policía y a los órganos de justicia”.

Zanjado el tema de seguridad Zavala dibuja un programa de gobierno que difiere del calderonismo neoliberal puro y duro. Mientras refrenda su compromiso con el “mercado libre” también insiste que el Estado tiene que intervenir para corregir desigualdades e injusticias.

Y si alguien duda de que Zavala ahora sí quiere ser vista sin el filtro calderonista sólo tiene que mirar a sus pies.

—”¿Cambiaste de look?” —le preguntó la entrevistadora de la televisión mexicana Adela Micha, igualmente subida en unos “power heels” [tacones muy altos] el 11 de octubre, el día antes de que se inscribiera como independiente.

Felipe Calderón y Margarita Zavala en junio de 2011. Foto por Misael Valtierra/Cuartocuro.com

Margarita nunca ha mostrado el ansia de poder que brillaba en los ojos de Calderón en 2006 cuando obtuvo la candidatura del PAN y la presidencia de la República contra todo pronóstico.

Tampoco transmite esa aura de sentirse heredero del derecho de gobernar que acompañaba a Peña Nieto cuando recuperó la presidencia para el PRI en 2012. La niña de colegio de monjas tampoco da señales se sentirse el vehículo elegido por la historia para gobernar, como Andrés Manuel López Obrador.

Pero Margarita sí ha mostrado que tiene ambiciones tan firmes como cualquiera y que es capaz de superar su falta de peso político a cambio de una feroz ética de trabajo, y una aparentemente sincera creencia de que actúa por el bien mayor.

Y ahora que se muestra dispuesta a dejar atrás el legado de su marido, también tiene zapatos con los que literalmente se alzaría sobre él, si alguna vez apareciera a su lado.

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