Un análisis crítico de las luces navideñas de Bob Dylan

Hace nueve años, noté que Bob Dylan, quien tiene una residencia en el mismo barrio que yo en Malibu, California, había empezado a decorar la cerca de su vasta propiedad con una sola serie de luces navideñas.

De inmediato me sorprendí por su elección tan casual en la decoración de temporada. La exhibición resaltaba más por el hecho de que el estilo dominante decorativo en el resto del vecindario podría ser igual al jardín de algún restaurante de cuatro estrellas. Entre más miraba su trabajo, más me decía a mí misma: “Lo puso alguien que no quería desperdiciar tiempo en esto”.

Videos by VICE

Como soy una fanática de Bob Dylan desde hace mucho, realmente no me sorprendió que su estilo fuese tan independiente. Después de todo, por eso llegó a ser tan famoso. Pero conforme miraba las luces con más atención, me parecía más claro que había una relación con su música: tenía muchos significados por descubrir. Y entonces, se convirtió mi misión personal hacer una peregrinación anual hasta este oráculo para adivinar qué sabiduría podría encontrarse ahí.

Lo cual nos lleva a la noche del décimo aniversario del comunicado de luces navideñas de Bob Dylan. Al principio sólo pensé en comprarle un pequeño regalo (¡tal vez un certificado de regalo para Pottery Barn!) y hasta ahí. Pensé que ya había dicho todo lo que podía decirse con luces navideñas. ¿Qué otra alternativa tenía que no fuera repetirse a sí mismo?

Pero cuando me demostró lo contrario y conmemoró la ocasión utilizando una NUEVA serie de luces, supe que tenía que replantear mi análisis. Esta vez, parecía la ocasión especial para medir qué tan lejos ha llegado Dylan, el artista consumado, para expresarse a través de la luz.

Empecemos con un viaje al pasado, con la primera serie decorada sin mucha atención de su primer periodo, cuando creó un autorretrato simple pero efectivo electrónico para establecerse como un hombre que rehuye su compromiso con el ritual navideño anual.

Desde entonces todos miramos sorprendidos cómo su tesis central comenzó a evolucionar en una exhibición más angular y desafiante. En retrospectiva, parece haber escuchado un llamado del clarín sobre las terribles circunstancias en que la política mundial pronto se vería envuelta.

Así que, es interesante notar el mensaje caprichoso y coherente que Bob parece mostrar en un nuevo nivel de autoconciencia franco, luego de ganar el Nobel.

Como en años pasados, hay un contexto más universal que el que se encuentra en la superficie.

Un análisis meticuloso de la configuración de luces de este año revela la red enmarañada de tormentos y furia que vive dentro de este legendario artista, quien sigue siendo el mejor intérprete de Estados Unidos de la época. Como es de esperarse, aprovechó esta oportunidad para comentar la crisis política tan severa en que nos encontramos.

Al mismo tiempo, es necesario que notemos la más clara evidencia de su crecimiento en la expresión anual. Me refiero al área “Winter Wonderland”, que por lo regular está ubicada a unos cuantos metros de la entrada por auto.

En 2010 (imagen arriba) esta área extra sólo era era un cuadro vacío y melancólico, quizá pensado para evocar algún Costco, lugar donde parecía habían comprado todos los elementos que componían la escena. Combinaba artísticamente la empatía sincera junto con los momentos financieros más difíciles que se hallan en la clase trabajadora de la infancia de Dylan.

Ahora, compara eso con el suntuoso arreglo de la misma área en 2017. Este año ha arreglado meticulosamente un abstracto alegremente iluminado, sin restricciones en alcance ni ambición.

Con una energía como nunca antes, el señor Dylan nos muestra cómo debemos reunir la fuerza completa de nuestros poderes creativos en la lucha por el futuro de la república que yace frente a nosotros.

El área también funciona como un homenaje poderoso a un artista hacia quien el señor Dylan, pintor ocasional, no duda en sentir una especial afinidad: el pintor lírico abstracto y surrealista del siglo XX, Arshile Gorky. Gorky, cuyo verdadero nombre es Vostanik Adoian, cambió su nombre, como Dylan, para reinventarse y reclamar su identidad, y luego se hizo famoso por crear su propio vocabulario personal.

Y así, mientras llegamos a estas vacaciones navideñas, cerremos con un tributo especial y una meditación dedicada al hombre que surgió como nuestro héroe más grande en esta Navidad. Espero que este pequeño video ayude a todos a experimentar de primera mano la energía presente no sólo en las luces de Dylan, sino en todos y cada uno de nosotros durante todo el año, cada vez que lo necesitemos.

Sigue a Merrill Markoe en Twitter.