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¡Bienvenidos a una nueva entrega de Villanos del deporte! Hoy presentamos a un maestro de la mala leche, a una leyenda de la NBA que todavía sigue en activo y que además de cosechar un anillo se ha pasado dos décadas siendo el número uno… a la hora de soltar mierda al rival: hablamos del inigualable Kevin Garnett, un bocazas de campeonato.
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El primer ejemplar de una nueva especie
Entre tanta fanfarria con la gira de despedida de Kobe Bryant, prácticamente se nos había olvidado: Kevin Garnett sigue ahí repartiendo malas palabras y sabiduría a partes iguales… a sus 39 añazos. El tipo lleva más de la mitad de su vida con un balón entre las manos, los pies sobre el parqué —y lo más importante, la boca sin mordaza.
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El rey de los trash talkers —los pesados que insultan a todo el mundo sobre la pista— de la NBA sigue en activo en lo que parece un retiro dorado con los Minnesota Timberwolves, el equipo con el que revolucionó el baloncesto de finales de los noventa. De momento no se sabe si la presente ha sido su última campaña… pero estaría bien saberlo para rendirle tributo de ser el caso.
En 1995, varios de los hombres más influyentes del baloncesto profesional norteamericano se reunieron en un gimnasio de Chicago para ver a un espécimen único, un pívot en toda regla que sabía moverse como el más ágil de los bases.
“Es el mejor entrenamiento de preselección [al Draft] que he visto en toda mi vida… Kevin McHale y yo supimos al momento que no había ningún riesgo en elegirle”, comentó el exentrenador y mito de los Minnesota Timberwolves Flip Saunders, que falleció el pasado octubre.
Dicho y hecho: los Wolves, aprovechando la primera elección del Draft de 1995, se hicieron con los servicios de ese chaval larguirucho de 19 años. Garnett fue el primer jugador en saltarse la universidad para dar el salto directo a la NBA en más de dos décadas.
“Nadie había visto nada igual hasta ese momento, esa combinación de velocidad, capacidad atlética y versatilidad. Él fue el primero”, recuerda Paul Pierce, excompañero suyo en Boston, en una magnífica retrospectiva de Bleacher Report.
En la actualidad vemos a Anthony Davis cruzar la pista a todo trapo con la pelota y hacemos como si nada, como si eso fuera pan comido. Hace un suspiro era algo de otro mundo, algo capaz de maravillar a las mentes más frías, calculadoras y expertas de la canasta: “¿Van a llegar más chicos capaces de hacer todo esto?” pensó Gregg Popovich al verle por primera vez.
Pues sí, Pops. La respuesta la tenemos en jugadores como el propio Davis, Karl Anthony-Towns, Kevin Durant y, en mayor o menor grado, casi en cualquier pívot digno de la NBA del siglo XXI.
Un bocazas sin límites
Más allá de los clichés de toda la vida —concentrado, comprometido, leal, intenso, trabajador, etcétera—, Garnett destacó por encima del resto a la hora de, literalmente, cagarse en la familia del resto de sus colegas de profesión. Más allá de su faceta de líder, su carácter indomable le enfrentó prácticamente a todos los rivales que se le cruzaron sobre el parqué.
Los Timberwolves dejaron atrás una larga sequía en los play-offs con la llegada de Kevin. Su aterrizaje significó el nacimiento de un dúo estelar protagonizado por él y por un tal Stephon Marbury, otro que también combinó su estrellato con sonadas polémicas.
El trash talking ya era un arte versado cuando KG llegó a la liga: leyendas del calibre de Michael Jordan, Larry Bird y Reggie Miller —al último no le meto en el mismo nivel de legendario, pero era top a la hora de insultar— habían perfeccionado con el paso del tiempo el uso de la violencia verbal.
Garnett llevó ese arte a otra dimensión, de lo incorrecto a lo intolerable según han revelado con el paso del tiempo varios de sus rivales en cancha. Entre los españoles en la NBA, Pau Gasol y José Manuel Calderón protagonizaron dos incidentes notables que marcaron la colección de recuerdos del bocazas estadounidense.
El pívot de Sant Boi cruzó el charco en 2001 y se tuvo que medir en varias ocasiones a Big Ticket: después de un par de partidos en los que Garnett se burló del flaco ’16’ de los Memphis Grizzlies, el catalán pudo vengarse con un mate que desató la “inquisición española” según el comentarista estadounidense e hizo levantar de la silla al mismísimo Andrés Montes.
“Le gusta intimidarte verbalmente y físicamente”, recordaría en las Finales de 2010 el pívot español, que sin embargo siempre defendió que entre ambos siempre existió un gran respeto mutuo.
La anécdota con Calderón, ya con KG vistiendo el verde de los Boston Celtics, fue menos espectacular y más crispada. “Todo empezó porque intenté defender uno de sus tiros, la metió y le hizo gracia”, aseguraba el base extremeño a los medios.
Garnett empezó a aplaudirle a la cara a Calde, que se quedó de piedra al ver que los árbitros ni se molestaban en pitar falta. De nuevo, la secuencia no tiene desperdicio y forma parte del historial que agrandó la leyenda de pívot.
Nadie escapo de la afilada lengua de KG, que se metió con la crème de la crème de la liga: a Tim Duncan le gritó el famoso “Ball don’t lie!” de uno de los pioneros del trash talk, Rasheed Wallace; a Carmelo Anthony le espetó que su esposa sabía a cereales de miel; a Joakim Noah le envió a la mierda después de que este —en su año de novato— le confesara su profunda admiración… podríamos tirarnos horas y horas.
La gota que colmó el vaso fue, probablemente, el deplorable incidente que Big Ticket protagonizó con Charlie Villanueva en 2010. Según compartió el exjugador de los Detroit Pistons en las redes sociales, en un momento de un encuentro Garnett le dijo que parecía “un enfermo con cáncer”.
“Me molesta porque hay mucha gente que muere por esto y él lo suelta como si fuera una broma”, escribió Villanueva, que en realidad padecía alopecia. Aquel día KG traspasó una línea roja entre lo incorrecto y lo infame, ganándose un buen puñado de firmes detractores.
La afición por hablar de más hizo que la NBA le pusiera pocas veces uno de sus famosos micros al jugador, ya que el resultado podría ser algo parecido a lo que se puedo escuchar en un enfrentamiento entre los Celtics y los Nuggets del 2013:
“Cualquier cosa es posible”
El impacto de KG en la liga fue inmediato, pero todo el mundo conoce la triste realidad de los Minnesota Timberwolves. La franquicia conoció los mejores resultados de su historia con él en pista: entre 1996 y 2004 los Wolves encadenaron ocho apariciones en los play-offs… pero desde entonces no han vuelto a pisar el parqué después de la temporada regular.
En 2004 Garnett llegó a la cima (individual) de su carrera y consiguió el premio al MVP de la liga: promedió 24, 2 puntos, 13,9 rebotes, 5 asistencias y 2,2 tapones por encuentro. “Nunca hubiera imaginado conseguir todo esto, es un sueño”, declaró The Kid, como también se le conocía entonces.
Los lobos de Minneapolis consiguieron la mejor marca de su historia en temporada regular (58-24) y terminaron primeros en la conferencia Oeste. En los play-offs ganaron la primera ronda ante los Denver Nuggets —un hito ya que jamás habían pasado ronda— y se cargaron en siete partido a los Sacramento Kings en las semifinales de conferencia.
Los Angeles Lakers de Kobe Bryant y Shaquille O’Neal, sin embargo, les alejaron del sueño del anillo, una derrota tan demoledora que los Wolves ya no volvieron a recuperar la forma. Después de tres temporada, Garnett decidió abandonar la franquicia para perseguir otro sueño: el anillo de la NBA.
En verano de 2007, Boston se hizo con los servicios del pívot del futuro y le convirtió en una arma del presente. La prensa enloqueció con la llegada de KG, que completó un trío de ensueño junto a Paul Pierce y Ray Allen.
El impacto fue inmediato. Más de dos décadas después, la franquicia más laureada de la historia conquistó el preciado anillo, el decimoséptimo para los Celtics y el primero de la carrera de un Garnett muy emocionado. “Anything is possible!“, gritaría a los micrófonos de ESPN en un momento para la historia.
Además de recuperar el título de la NBA, los Celtics de KG y compañía avivaron la llama de una rivalidad histórica junto a Kobe Bryant y Pau Gasol. El único anillo del nuevo ‘Big Three‘ de Massachussets —el primero fue Bird, McHale y Parish— llegó contra Los Angeles Lakers, el gran enemigo histórico. Más tarde, los angelinos se vengarían en las Finales de 2010.
Como decía Kevin tras conquistar el anillo, todo es posible en la vida por muy complicadas que estén las cosas.
De ‘The Kid‘ a ‘Big Ticket‘
Garnett creció en el seno de una familia problemática: su madre había tenido antes una hija de una relación anterior y su padre la abandonó nada más nacer el chaval. Era 1976 y en Greenville, Carolina del Sur, aún prevalecían los comportamientos racistas, por lo que el joven Kevin tuvo que crecer en un ambiente complicado.
El progenitor de KG fue un talentoso jugador de instituto y, a pesar de huir a por tabaco, inculcó a su hijo la pasión por el baloncesto. Garnett encontró en las pistas callejeras un significado para el mundo. No fue hasta cumplir los catorce, sin embargo, que tomó contacto con el baloncesto organizado: sus primeros pasos explican en gran parte su estilo de juego y su intensidad sobre la pista.
En un abrir y cerrar de ojos, ese joven larguirucho se convirtió en el jugador más prometedor del instituto hasta que una pelea con tintes raciales estuvo a punto de mandarle al reformatorio. “Yo solo estaba curioseando, pasaba por allí”, asegura el jugador en una biografía. Shirley Garnett decidió entonces mudarse a Chicago con su hijo para hacer borrón y cuenta nueva.
“Yo sabía que mi segundo hijo era muy especial, me llevó 26 horas parirlo”, bromeaba su madre. Pues no se equivocaba la señora Garnett, ya que después de su último año de instituto en la Admiral Farragut Academy el chaval se fue de cabeza a la NBA… y el resto es historia.
Cuando irrumpió en la liga, los comentaristas le apodaron The Kid por motivos obvios: hacía veinte años que nadie pasaba del instituto a la NBA saltándose la formación universitaria, así que ese adolescente de 19 años era como un niño entre adultos.
Eso sí, pronto se dieron cuenta de que llamarle ‘el niño’ era quizás un error de apreciación. Uno de los periodistas de Minnesota empezó a nombrar a Garnett como Big Ticket —que literalmente significa algo muy caro— ya que, en el fondo, era lo único bueno que tenía la franquicia en sus primeros años.
Minnesota, un estado conocido por la nieve y por ser la fuente de inspiración de las historias de los hermanos Cohen, ganó popularidad gracias a ese larguirucho espectacular. Como el pabellón de los Wolves se empezó a llenar a diario, los cronistas acabaron relacionando la figura de Garnett con la de la cuenta corriente de los dueños de la franquicia. ¡Ka-ching!
Kevin Garnett sigue al pie del cañón, aunque ahora mismo es una incógnita si le volveremos a ver sobre las pistas. Desde su bonito retorno a los Wolves —donde no ha hecho nada por edad y físico, no nos engañemos— ha ido alargando su carrera año tras años. ¿Estará con nosotros el próximo curso?
Para más recuerdos nostálgicos sobre los extintos noventa en la NBA puedes seguir al autor en Twitter: @GuilleAlvarez41