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Vladimir Putin se sumerge en aguas de Crimea a bordo de un mini submarino

El presidente de Rusia, Vladimir Putin, ha vuelto a exhibir sus dotes de hombre de acción ante los flamantes ciudadanos rusos de Crimea. Putin se sumergió en las profundidades del mar Negro en un submarino de miniatura. Sentado en el asiento del copiloto de una embarcación de fabricación holandesa, el presidente ruso descendió 83 metros bajo el nivel del mar para contemplar los restos del naufragio. La galera sumergida pertenecía a la era bizantina y albergaba un auténtico tesoro en cerámicas del siglo X.

El hombre fuerte del Kremlin, que presume de ser cinturón negro de judo, comentó que el viaje submarino había sido “interesante”, pero que “era difícil ver la galera porque estaba cubierta por 40 centímetros de residuos”.

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Durante la inmersión Putin se comunicó a través del sistema radiofónico del aparato con el primer ministro ruso, Dimitry Medvedev, que se había quedado en tierra al mando de las comunicaciones.

Putin es altamente conocido por sus cuidadas coreografías publicitarias, casi siempre orquestadas al servicio de su personaje de súper machito. En episodios anteriores del mismo vodevil se le ha fotografiado nadando con delfines, conduciendo una Harley Davidson junto a la banda de motoristas “Lobos Nocturnos”, y colocando un collarín eléctrico a un oso polar. Siberia también ha deleitado al presidente con una infinidad de oportunidades de posar a pecho descubierto, mientras éste desplegaba un catálogo de actividades de macho silvestre al aire libre. En ellas se le puede ver pescando, montando a caballo y nadando estilo mariposa en un lago.

Putin también alardeó de noquear a un tigre siberiano con una pistola tranquilizante, de extinguir las llamas de un fuego a bordo de un hidroavión o de disparar a una ballena gris con un ballesta, para extraer un pedazo de su piel para una investigación científica.

Las acrobacias, sin embargo, no han estado desprovistas de contratiempos. En 2011, por ejemplo, salió a la luz que las dos vasijas de la antigua Grecia que Putin “descubrió” durante la tercera inmersión de su vida, habían sido depositadas allí deliberadamente para que el astuto líder las encontrara. Enseguida se alzaron las voces que clamaron que las urnas estaban “sospechosamente carentes de musgo”. Un auxiliar confesaría más adelante que el valioso botín había sido plantado allí a propósito.

Pese a todo, las escenas de hombre duro con las que se ha regalado se han convertido en una parte chabacana del culto a la personalidad de Putin, que incluye un surtido de calendarios, montajes en photoshop y de cuestionarios online que rinden homenaje a sus bizarras aventuras.

La demostración submarina en Crimea ha sido ampliamente interpretada como una declaración de poder y de músculo del líder ruso, un año después de haber anexionado la península del sur.

Durante la inmersión, Putin felicitó a la Sociedad Geográfica rusa en el 170 aniversario de su nacimiento y declaró que su periplo submarino era esencial “para entender cómo se ha fraguado la identidad nacional rusa”.

“[El viaje] ha sido una buena razón para asegurarme de nuevo de cuán profundas son nuestras raíces históricas, y de lo profunda que es la historia de nuestras relaciones con el mundo”, añadió.

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En febrero de 2014, los llamados “pequeños hombres verdes”, los soldados de camuflaje, irrumpieron en Crimea de la noche a la mañana y se adueñaron con éxito del territorio del mar Negro que hasta entonces había pertenecido a Ucrania. En un primer momento Putin negó que se tratara de soldados rusos. Sin embargo, más adelante reconoció que los “pequeños hombres verdes”, pertenecían, en realidad, a las fuerzas especiales rusas. Un mes después, un referéndum organizado deprisa y corriendo pareció demostrar un insospechado deseo de unirse a Rusia por parte de los residentes de la península. Sin embargo, la pintoresca votación, que fue supervisada por las brigadas de autodefensa locales antes que por los observadores internacionales, apenas fue reconocida como legítima por unos pocos países.

En su camino de regreso a tierra después de su penúltima acrobacia submarina Putin declaró a la BBC que el pueblo de Crimea había “votado para unirse a Rusia y punto final”.

La anexión de Crimea y el consiguiente apoyo a la insurgencia rebelde al este de Ucrania han hundido las relaciones entre Rusia y Occidente hasta situarlo en su punto más bajo desde la Guerra Fría. Tanto Estados Unidos como la Unión Europea se han visto obligados a imponer sanciones de largo alcance en los territorios de la federación rusa, Crimea incluida. Además del impacto de las sanciones, la península de Crimea, que no está conectada a Rusia por tierra, ha perdido también una de sus fuentes principales de ingresos: el turismo ucraniano. Crimea fue durante una época el destino predilecto para las vacaciones de los turistas ucranianos, pero sus compatriotas abandonaron en masa el destino después de que sus residentes “votaran” a favor de la secesión.

En un golpe de efecto destinado a incrementar el número de visitantes en Crimea, Moscú ha hecho un llamamiento a los “patriotas” rusos para que abandonen sus viajes organizados a Egipto y Turquía, y apuesten, en su lugar, por los decadentes complejos turísticos de la era soviética. Mientras el número de veraneantes ha vuelto a subir, la remota ubicación de Crimea y los elevados precios de la comida y los hoteles, siguen siendo los principales obstáculos para los futuros visitantes.

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Durante su viaje de tres días a Crimea, Putin reveló sus planes para reavivar el turismo de la península en el futuro.

“Como es natural necesitamos desarrollar el turismo arqueológico y todo lo relacionado con la fundación de la nación rusa… al menos desde el momento en que el príncipe Vladimiro adoptara el Cristianismo y de que bautizara, a continuación, al resto de Rusia”, expresó en un encuentro con representantes de la industria.

En respuesta a la inmersión en las profundidades del mar Negro del hombre fuerte del Kremlin, el presidente de Ucrania, Petro Poroshenko, declaró que temía que la visita pudiera provocar una “escalada” de la guerra que se está librando desde hace 16 meses en la región de Donbass. Mientras Putin se zambulle, los combates se han cobrado ya 6.800 vidas al este de Ucrania.

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