Este artículo apareció originalmente en VICE UK.
Cuando alguien se masturba frente a ti en público, puede ser que no lo registres de inmediato. ¿Por qué llegar a la conclusión de que alguien se está frotando en tu dirección, bajo la luz brillante del día, cuando no se los pediste explícitamente?
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Julia* escuchó lo que ella pensaba que era alguien frotándose las manos afuera de un baño público, así que no le prestó mucha atención. Después de unos minutos, se dio cuenta que bajo la puerta del inodoro se asomaban los pies de una persona. Entonces, en sus propias palabras, “[el hombre] metió su pito por la abertura entre la pared y el cubículo y se vino en la pared”.
Aunque esto ocurrió hace dos años, aún le cuesta trabajo usar baños públicos y les pide a novios o a amigos cercanos que la acompañen. “Mis manos empiezan a temblar y me da paranoia mientras estoy en el inodoro. Miro hacia el techo todo el tiempo para asegurarme de que nadie esté mirando por encima”, dice. “La gente no entendía lo severo del asunto y cómo cambió mi vida. Creo que sólo se imaginaban a un perdedor masturbándose en público y pensaron, Qué pervertido, y sólo lo vieron como una de esas cosas raras que suceden.
En realidad, muchas otra personas comparten los pensamientos de Julia.
Lucie* dice que se le acercaron en la calle: “No quería mirarlo, pero cuando lo hice, vi que se estaba masturbando, me estaba siguiendo con el pito en la mano. Cuando llegué a casa no podía hablar, sólo rompí en llanto”. A pesar de esto, añade: “Tuve la suerte de poder cerrar mi puerta. Es tan frecuente, le sucede a tantas mujeres”.
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No se equivoca. Es difícil encontrar estadísticas específicas sobre incidentes de exhibicionismo, pero un informe del gobierno de 2013 encontró que, desde los 16 años, una de cada cinco mujeres en el Reino Unido reporta haber sido ser víctima de amenazas sexuales, contacto no deseado o exhibicionismo. Hablen con sus amigas y pueden estar seguros de que por lo menos una de ellas ha sido víctima de exhibicionistas o ha visto a alguien masturbándose en público.
Las playas presentan el ambiente ideal para los masturbadores públicos oportunistas: piel desnuda en todas partes y largos tramos de espacio abierto. Como una mujer le contó a VICE: “La primera vez que me sucedió fue en una playa durante el año en el que estuve viajando en el extranjero. Me sorprendió una ráfaga de colores en el bosque, no muy lejos de donde me encontraba. El pánico se extendió por todo mi cuerpo mientras veía a un hombre en traje de baño, parado entre dos árboles, con el pene en la mano, jalándoselo con entusiasmo… Mis ojos se posaron en los suyos. No parecía avergonzado por su decisión.
“Le pregunté a los policías qué más iban a hacer al respecto y se rieron y me dijeron: ‘Esto sucede en Londres, señorita’”.
El transporte público ofrece oportunidades similares. Muchas mujeres dijeron que habían experimentado este tipo de comportamiento en los autobuses nocturnos, pero estaban demasiado cansadas o avergonzadas para reportar el incidente. En 2015, Transport for London lanzó la campaña “Report It to Stop It” (“Repórtalo para detenerlo”), que anima a la gente a hacer precisamente eso, pero para muchas personas es difícil encontrar la motivación. Ellen* dice que ella ha sido testigo de exhibicionismo o masturbación en el transporte público, y que “en cada ocasión sólo me enfoqué en salir de la situación, o llegar a casa lo más rápido posible. Y encima de eso, la policía no me ha hecho caso cuando intento reportar los incidentes, así que la norma ha sido no reportarlos”.
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Al igual que ocurre con otras formas de agresión sexual, el sistema de justicia penal y el hecho de que la policía no haya abordado adecuadamente los casos ha generado una desconfianza generalizada. Otra mujer, Violeta*, estaba sentada en una banca en High Street Kensington, en Londres, cuando un hombre “empezó a masturbarse y a decirme cosas bastante inapropiadas. Le grité y encontré a un policía cerca, le dijeron algo al tipo, quien sólo se metió el pito al pantalón y se marchó. Les pregunté qué más iban a hacer al respecto; se rieron y me dijeron: “Esto sucede en Londres, señorita”.
Este comportamiento recibe una respuesta similar de las autoridades a nivel mundial. En Cuba, por ejemplo, los hombres que se masturban al aire libre ante una mujer se conocen como pajusos, que significa “masturbadores públicos”. Si te cachan recibirás una multa de cerca de 2 dólares como castigo, que según la estudiante de maestría anglo-cubana, Maria Victoria O’Hana —que está investigando este problema en La Habana— “sirve casi como una licencia por la que pagas para masturbarte en la calle”. Es una historia similar en Italia. En el caso de Pietro L, un hombre de 69 años a quien detuvieron por sacarse el pene y masturbarse delante de estudiantes en Catania, la Suprema Corte decidió que debía ser multado pero que su acción no representaba un crimen.
En Reino Unido, bajo la Ley de Ofensas Sexuales de 2003, el acto de masturbación pública se criminaliza a menudo bajo la Sección 66: delito de exposición. Sin embargo, a diferencia de otros delitos contenidos en la ley, no hay mención de la palabra “sexual”, y para contar como un delito el perpetrador debe causar “alarma o angustia”.
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Por supuesto, cada encuentro provoca angustia. La mayoría de las mujeres con las que hablé me explicaron cómo el hombre fijaba su vista en la de ellas, procedía a masturbarse y seguía mirándolas fijamente. Para Martha*, que experimentó esto, “se sintió mucho más como acoso sexual, dirigido específicamente hacia mí. Si alguien dice que sólo es exposición indecente, no es verdad, puede ser alguien que se masturbe contigo, y eso no representa lo traumatizante que es para las mujeres”.
Según Peter Ramsay, profesor asociado del Departamento de Derecho Penal de la Facultad de Economía de Londres, “parte del problema con este tipo de masturbación pública es que, aunque no haya contacto [el requisito previo para levantar un cargo por agresión sexual], hay una participación no consensual en el placer sexual de otra persona, en la cual la víctima es tratada como el objeto del placer sexual del agresor.
En otras palabras, dado que la masturbación pública casi nunca implica algún tipo contacto físico, no se le trata como una ofensa grave.
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La falta de repercusión para estos individuos tiene consecuencias inquietantes. En el mundo del porno, hay miles de videos de hombres que se masturban públicamente junto a mujeres. Incluso hay un subgénero reservado para el transporte público. En un popular sitio web puedes ver videos de teléfonos celulares con títulos como “las niñas dulces pretenden no ver al hombre masturbándose en el autobús”, y “Hombre sorprende a chica asiática con su pito”. Cada uno ha acumulado más de tres millones de vistas.
Que el comportamiento esté claramente tan fetichizado es una señal preocupante. Porque si bien las leyes en Reino Unido y en otras partes del mundo no reconocen este crimen con exactitud ni lo castigan apropiadamente, para cualquiera que haya tenido que experimentarlo es claro: es otra forma de agresión sexual.
*Los nombres fueron cambiados para proteger el anonimato.
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