Confesiones de empleados de hotel

Vivimos en una época en la que muchas personas odian su trabajo. La mayoría trabaja sólo por dinero; es muy difícil encontrar gente que trabaje por y para sus pasiones y por eso muchos de ellos son infelices. Es muy común que te atienda un mesero con mala cara y aun así te exija una buena propina, o ver al músico frustrado que tuvo que dejar la guitarra para estudiar derecho por presión de sus padres. Probablemente si te sientas a conversar con ellos te contarán todas las cosas que hacen mal adrede en sus trabajos debido a la insatisfacción que sienten… es casi imposible hacer tus tareas de buena gana si las odias con toda tu alma.

Los hoteles son esos lugares cuasi-mágicos que tienen la obligación de hacernos sentir de viaje. Casi siempre acudimos a ellos en vacaciones, pero no es mala idea de vez en cuando hospedarnos en una habitación para desconectarnos y olvidar un poco nuestro día a día. Las paredes de estos establecimientos no hablan pero sus empleados sí. El tipo alto con cara misteriosa que te lleva tu equipaje a la habitación y te trata bien solamente para que le des buena plata, tiene muchísimas historias que contar y mucha rabia que descargar si le das la oportunidad de hablar. Trabajar en un hotel te da la oportunidad de recibir a muchas personas que quizás te tratarán a las patadas, y también un asiento de primera fila para ser testigo de las distintas historias que ocurren dentro de las habitaciones: excesos de drogas y alcohol, brujería, infidelidades, fantasías sexuales etc.

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Hablamos con trabajadores de varios hoteles para saber qué es lo que más odian de su trabajo, qué es lo que hacen mal y algunas otras anécdotas que se han tenido que callar.


UN CUARTO LLENO DE EXCREMENTO


La vez que más odié mi trabajo fue cuando nos dimos cuenta de que un huésped había llenado de mierda toda su habitación: sábanas, lavamanos, almohadas, piso, etc. Cuando lo llamamos para cobrarle el servicio de limpieza extra y saber si estaba enfermo o tuvo algún tipo de accidente, comentó que no era el caso, que él sabía lo que estaba haciendo y que con gusto pagaba el costo extra de limpieza, unos 250 dólares. 

También, sin querer quizás rompí un matrimonio debido a que tuve un problema con una tarjeta de crédito de un huésped. La tarjeta no funcionaba y resulta que el teléfono que estaba afiliado era el de la esposa. Yo llamé diciendo que estábamos tratando de cobrar la habitación que acababa de agendar y la esposa no tenía idea de esto. Él estaba en la habitación con otra mujer. Fue bastante incómodo.

—Patricia, anfitriona de hotel, 26 años.



HUÉSPEDES TURROS QUE VEN FANTASMAS


Llevo trabajando 35 años en este hotel y hasta el día de hoy no hay nada que me saque más de quicio que las estupideces de algunos huéspedes. Hay algunos que parecen brutos, no saben encender o apagar un simple aire acondicionado y eso me daña el día. Una vez tuve que subir a destaparle una cerveza a un huésped en el piso siete y los ascensores estaban dañados… le menté la madre innumerables veces. Los que vienen al hotel a comer o a usar la piscina y te hacen pregunta inútil tras pregunta inútil también están en mi lista negra.

Los que usan drogas recreativas no me caen bien. Recuerdo la vez que una pareja argentina bajó asustada debido a que había visto dos fantasmas en el piso tres a las cuatro de la mañana. De su habitación salía un olor fuertísimo a marihuana y era obvio que estaban fuera de sus cabales.

—José, botones, 52 años.


JERINGAS, SANGRE, VÓMITO Y MARIHUANA


Uno piensa que mientras mejor vestido o más importante sea el cargo del huésped, más limpia la habitación. Eso es un mito. Una vez me tocó limpiar la habitación de un ejecutivo de una petrolera y estaba llena de jeringas, sangre, vómito, discos de música y bolsitas negras de marihuana. Lo peor es que esta persona estaba sola, no tuvo acompañante en toda la noche.

Nunca me ha gustado atender a los deportistas famosos; son unos degenerados y algunos pagan una habitación en un piso distinto para la amante y en la de ellos los acompaña la esposa. Hubo uno que me pidió que lo acompañara en su habitación y a una compañera de trabajo le pidió el número de teléfono. Todos son infieles.

Recuerdo una vez que se hospedó Floricienta, la cantante argentina de música para niños. Además de ser una terrible persona que no atiende a sus fans, tuvo la habitación llena de marihuana con alcohol y música a todo volumen la noche entera.

—Marybeth, mucama, 48 años.


NUNCA FALTAN LAS INFIDELIDADES


Dependiendo de si el cliente me cae bien o mal, le doy mejor habitación. No trate mal a los recepcionistas del hotel; nosotros vemos en nuestro computador la cantidad disponible de habitaciones o las más cómodas y podemos alojarlo en la que usted desee si nos trata bien. Nunca está de más una propina o una buena conversación, a veces me ha tocado que coqueteo con los huéspedes que me parecen atractivos y si me responden positivamente, les doy la mejor habitación disponible.

También está el otro lado. Hace meses un hombre muy prepotente me trató terrible y me criticó porque estaba tardando mucho en seleccionar su habitación y que él estaba muy cansado de un viaje por avión de doce horas. Le cancelé la reserva sin que se diera cuenta y le dije que estábamos llenos. El tipo tuvo que irse con mucho equipaje a las tres de la mañana a buscar un hotel nuevo.

Nunca faltan las infidelidades: la esposa de un militar lo persiguió sin que se diera cuenta y se hospedó en una habitación en el mismo piso que la de él. Tocó la puerta haciéndose pasar por limpieza y lo encontró en la habitación. Tuvieron que separarlos las mucamas.

—Marcos, recepcionista, 27 años.