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El Arsenal recompensa a Wenger, pero en el fondo nada cambiará

En los últimos seis años, el Arsenal ha sido increíblemente constante e inconstante, dependiendo del ángulo que lo veas. A la distancia, como suele analizarse a este equipo, el Arsenal suele considerarse uno de los equipos más constantes en el mundo: posicionado en zona de Champions League, “club grande” eliminado en octavos como el Bayern Munich o Barcelona, campeón de la FA Cup de vez en cuando, suma entre 70 y 80 puntos, y posee una diferencia de goles de +25 y +35. Esto se repite una y otra vez.

Pero si lo vemos más de cerca, la constancia parece esfumarse. Tomemos de ejemplo esta temporada. De enero 31 a abril 10, el Arsenal ganó cuatro de 12 partidos en todas las competiciones; dos de las victorias se dieron ante equipos de ligas inferiores en la FA Cup. Pero después de alinear con tres defensores, el equipo ganó nueve de 10 partidos, incluyendo su triunfo en la final de la FA Cup contra el campeón de liga, Chelsea. A principios de la campaña ganaron 11 de 12 partidos, pero no si antes ganar cuatro de 10.

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Todos los años, los fans de los Gunners son recompensados brevemente con el despliegue de un equipo capaz de ganar cosas importantes, ya sean 20 minutos de juego en Champions League ante el Bayern Munich o una racha de dos meses en liga o un excelente partido en la final de la FA Cup. Pero su colapso es siempre inminente: el resto de partidos en Champions, la racha de dos meses en la que Mesut Özil es objeto de las críticas de comentaristas, y cuando Laurent Koscielny y compañía no pueden marcar a nadie.

El discurso alrededor del Arsenal en estos últimos meses habla de que esto ya no es tolerable. Sus rivales más cercanos se pusieron las pilas —Tottenham y Liverpool— al contratar a Mauricio Pochettino y Jürgen Klopp, respectivamente. Esta temporada, el Arsenal sólo pudo sacar un miserable punto ante los Spurs y Reds. Ambos terminaron entre los cuatro mejores de la Premier. Por primera vez en el reinado de Wenger, los Gunners se quedaron abajo.

Una nueva incorporación a la constancia del Arsenal son las protestas #WengerOut, una tradición molesta perpetrada por gente inmadura y wannabes del Brexit. Todos los años, estos tipos presumen sus pancartas sin darse cuenta que son más vergonzosos que cualquier fracaso de Wenger.

Desafortunadamente, estas “protestas” seguirán ocurriendo ahora que el Arsenal recompensó a Wenger con dos temporadas más de contrato.

Como fan del Arsenal estoy parcialmente decepcionado. Este era el momento indicado para darle las gracias a Wenger después de una victoria en la FA Cup, y aprovechar al exentrenador del Borussia Dortmund, Thomas Tuchel. Pero no. Este año será más de lo mismo.

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Por otra parte, muchas cosas han cambiado recientemente. No en el Arsenal, obviamente, pero sí en general. Nunca he sido creyente de la filosofía que ve al deporte como una suerte de escaparate de la realidad, pero empiezo a agarrarle cariño. Hace un año, lo imprevisible en los deportes sirvió como un punto de escape para nuestras aburridas y monótonas vidas: el Leicester ganó la Premier League, los Cubs ganaron la Serie Mundial, etc. Divertido y raro.

Pero ahora, para que los deportes sirvan de escaparate, tienen que ser predecibles. Aunque se supone que los fans deben aspirar al éxito, títulos, y a la mejora de sus equipos todos los años, me resulta paradójico sentirme cómodo sabiendo exactamente lo que el Arsenal hará la próxima temporada. Jugarán lo bastante bien al arranque del año como para convencerme que esta campaña todo será diferente. No lo será. En febrero se vendrán abajo. Harán las cosas bien al final de la temporada para cambiar nada. Sé de qué trata la película, la he visto miles de veces. Quizá sea una suerte del síndrome de Estocolmo de los deportes, pero me agrada. Me consuela, como si se tratase de un cuento para dormir, porque nunca cambia.