“Las morenas están cargadas de electricidad”, afirmaba Villiers de L’Isle en su novela romántica de ciencia ficción La Eva futura. Yo, en cambio, que soy morena, de lo que estoy cargada es de escepticismo.
Aunque me van las cosas fuertes en el sexo, hasta ahora no se me había pasado por la cabeza electrocutarme para obtener placer. Eso cambió cuando me introduje en el maravilloso mundo de los juguetes sexuales que producen descargas eléctricas y decidí darle electricidad a mi cuerpo para ver si llegaba al orgasmo.
Videos by VICE
Los juguetes con electrosensaciones funcionan estimulando los genitales u otras zonas erógenas con descargas eléctricas de baja intensidad. Dado que el cuerpo humano se compone básicamente de agua, es un gran conductor de la electricidad. Esta, al atravesar las células nerviosas, genera una sensación vibratoria que algunas personas encuentran incómoda y otras, muy erótica.
MIRA:
Pero ¿por qué hay gente que se corre al sentir descargas eléctricas atravesándole la piel? Según la sexóloga clínica Patsy Evans, también conocida como Dra. Harmony, los impulsos eléctricos provocan placer del mismo modo que lo hacen los juegos de BDSM. Así, al igual que hay personas a las que les gusta que las azoten, también las hay que disfrutan recibiendo descargas eléctricas.
Al usar estos juguetes, se liberan dopamina —la hormona del placer— y adrenalina. “La dopamina, concretamente, es la responsable de provocar la reacción del cerebro que contribuye a generar ese estado alterado”.
Los juegos electrosensitivos se engloban en una categoría de prácticas sexuales “basadas en la privación o estimulación de determinadas sensaciones”.
Este tipo de juego erótico puede suponer una experiencia muy intensa, sobre todo para quienes disfrutan adoptando un rol de sumisión en el sexo. En cualquier caso, es importante señalar que en ningún caso debe provocarse un dolor insoportable. La sensación debe ser similar a la de una exfoliación facial intensa o a la de un leve azote en el culo, de los que provocan un dolor placentero.
La electroestimulación se empezó a utilizar en la década de 1950 con la invención del Relax-A-Cizor, un dispositivo que estimulaba los músculos mientras el sujeto se relajaba. Se suponía que las corrientes eléctricas eran una forma de ejercitarse, y se creía que ayudaban a adelgazar mientras dormías.
Finalmente, el Relax-A-Cizor fue prohibido por la FDA, ya que se asoció a una mayor incidencia de abortos no deseados, parálisis y hernias, entre otras dolencias. En la década de 1970 se desarrolló la estimulación nerviosa eléctrica transcutánea o TENS, una práctica utilizada para aliviar el dolor crónico aplicando descargas eléctricas a la zona afectada.
Todos estos dispositivos allanaron el camino a los juguetes eléctricos actuales. Hoy es posible comprar dilatadores vaginales, dildos, tapones anales, anillos para el pene, catéteres, instrumentos de tortura para el pene y los testículos y pinzas para los pezones, todos ellos con la opción de aplicar descargas eléctricas. ¡El mercado está lleno de posibilidades!
Llegó la hora de probar algunas de ellas. Debo aclarar que todos los juguetes que utilicé no eran de penetración, sino que estaban diseñados para provocar placer estimulando partes exteriores del cuerpo.
Neon Wand de KinkLab
En general, existen dos tipos de dispositivos para experimentar electrosexo: las varitas (wands, en inglés) o las unidades TENS. Las varitas vienen con un complemento y se usan sobre la piel, mientras que las unidades TENS penetran más en el tejido y se usan internamente. Como principiante que soy, decidí probar la Neon Wand de KinkLab, que compré en el sitio web de SheVibe.
La varita llegó con cuatro accesorios de cristal redondeado que liberaban electricidad estática. A estos le sumé el accesorio en forma de Y que me enviaron desde Tool Shed Toys, ideal para experimentar en distintas zonas de la piel.
Mientras lo preparaba todo, empecé a ponerme nerviosa. Alguna vez ya había bromeado con que, el día que me muriera, quería irme con unas pinzas eléctricas puestas en los pezones, como la novelista erótica Terence Charles Wakelin. Sin embargo, tuve que hacer un gran esfuerzo por sacudirme de encima los pensamientos de muerte que me asaltaban mientras me acercaba la varita a la piel. Para no correr riesgos, mi pareja y yo decidimos poner el aparato a la mínima potencia.
En cuanto la encendimos, la varita empezó a emitir un zumbido alto y nada sexy. Notamos un olor bastante intenso que podía haber sido a pelo chamuscado, aunque nunca llegamos a averiguarlo. Con cada movimiento, se producía un estallido eléctrico. Aunque por la descripción suene horroroso, lo cierto es que las sensaciones eran bastante agradables y variaban en función del accesorio que usáramos.
A veces parecía que me estuvieran pinchando con diminutas agujas por todo el cuerpo, y otras sentía como si me clavaran un lápiz afilado en la piel. Cuanto más subíamos el nivel del dispositivo, más intensa y penetrante era la sensación de descarga.
Tanto a mi pareja como a mí nos gustó más el accesorio del peine porque distribuía la electricidad uniformemente. Mi chico me dejó que lo probara en su pene y sus huevos (consejo de profesional: búscate una pareja que sea increíble). Lo que más me gustó a mí fue que me lo aplicara en el culo.
Antes de probar cada accesorio, aplicábamos una pequeña cantidad de gel conductor para la electroestimulación de LoveHoney (los electrodos no funcionan muy bien en la piel seca y el gel ayuda a distribuir la corriente eléctrica).
Finalmente, nos aburrimos un poco de electrocutarnos mutuamente y pasamos a practicar el sexo de toda la vida, el de la vieja escuela. Tal vez los juguetes no fueran el súmmum de la estimulación, pero sí nos pusieron tiernos a los dos. Supongo que eso cuenta, ¿no?
Electro Whip de KinkLab
Tras la primera sesión, me puse de nuevo a investigar. El siguiente juguete: el Electro-Whip, un minilátigo de silicona de diez puntas de la tienda de juguetes sexuales The Stockroom.
El látigo también se conecta a la Neon Wand. La experiencia en general es, cuando menos, desconcertante. No soy capaz de distinguir entre los latigazos y las descargas eléctricas. En un momento dado, me retuerzo en la cama, le agarro la mano a mi pareja y ambos recibimos la descarga eléctrica. Los dos nos asustamos un poco y en ese momento recuerdo que estamos jugando con electricidad y que, de hecho, el fabricante informa de que este juguete está contraindicado si estás embarazada, tienes alguna cardiopatía, implantes eléctricos, heridas abiertas o piel irritada.
Todavía no tenía muy claro si odiaba o me encantaba el electrolátigo. A pesar del morbo que da, mi cuerpo no era capaz de procesar la sobrecarga de estímulos provocados por los azotes y la electricidad.
Me gustan mucho los juegos de poder, pero no con máquinas eléctricas, y aunque soy de las que disfrutan llevando su cuerpo al límite y quería que me gustara el látigo, no soy capaz de fingir placer si no lo siento.
Power Tripper de KinkLab
Mi pareja y yo alternamos los papeles de sumiso y dominante. A veces cambiamos los roles en mitad de una mamada, por ejemplo. Nos gusta así. Con los juguetes eléctricos, uno de los dos ha de asumir el papel dominante y ser el que administre las descargas. Sin embargo, no era tan fácil cambiar porque cada vez que nos tocábamos, saltaban chispas entre nosotros.
El Power Tripper, de SheVibe, es muy interesante. Es muy ergonómico y con él tú y tu pareja os convertís en electrodos humanos. Mientras leía las instrucciones de uso, iba pensando, Ay, madre mía.
El aparato debe colocarse plano sobre la piel de la persona. El fabricante recomienda llevarlo por dentro de la ropa interior, los calcetines o las medias, de forma que quede pegado a la piel. Una vez activado, la persona que lo lleva se convierte en el conductor y puede administrar descargas eléctricas con la punta de los dedos.
Aunque tiene un aspecto muy poco atractivo y parece un dispositivo para puentear un coche, el Power Tripper resulta sorprendentemente morboso. Os lo digo desde el prepucio del clítoris: este cacharro me puenteó cada centímetro del cuerpo.
Mi pareja se lo puso y yo me tumbé en la cama. Podían verse los haces eléctricos entre sus dedos y mi piel y yo empecé a flipar. El simple hecho de ver a mi chico despidiendo electricidad me puso cachonda. En un momento dado, los altavoces que había en la mesilla de noche empezaron a emitir un zumbido. Toda la habitación estaba electrizada… por nosotros. “Me encanta mi trabajo”, pensé en ese momento. El Power Tripper se había convertido, con diferencia, en mi juguete favorito.
Flex Capacitor de KinkLab
Para mí, el dolor —el que sientes cuando te asfixian o te azotan— es un subidón de adrenalina. Pero con el The Flex Capacitor solo sentí dolor, sin más. Mucho dolor.
El fabricante no miente cuando dice que su juguete es uno de los que da descargas más intensas. El choque eléctrico se irradia por todo el cuerpo y la sensación es como la de estar follando con alguien en una cama de papel de lija.
Después de recibir un par de descargas que le contrajeron el culo mientras yo reía como una loca, mi chico decidió oficialmente que odiaba el Capacitor, así que lo devolvimos a su estuche, donde probablemente se quedará a no ser que alguien me cabree.
Después de nuestros flirteos con los juguetes eléctricos, puedo entender que haya gente a la que le dé morbo recibir descargas. Se me ocurre incluso que estaría bien probar estando atada o con los ojos vendados, para añadirle suspense al asunto.
Y pese a que la parte de tener que leerse las instrucciones cortaba un poco el rollo, debo decir que la experiencia sirvió para unirnos más a mi chico y a mí. Probar algo juntos añadió un grado de intimidad que no esperábamos. En cualquier caso, por ahora no hacen falta más chispas en nuestra relación, aunque guardaré el Power Tripper cerca de la cama por si alguna vez tengo ganas de un cunnilingus eléctrico.