Hay una razón por la que los tíos ocupan tanto espacio al sentarse

Stu McGill se percató de que tenía un problema en cuanto me senté en su sofá. Había ido con el pretexto de entrevistarle para una revista, pero lo que realmente quería saber era por qué, después de décadas haciendo pesas, me había empezado a doler la espalda al hacer ejercicios básicos como sentadillas y peso muerto.

McGill me observó sentarme y adoptar la postura clásica, con las piernas abiertas, el tronco inclinado hacia delante y las puntas de los pies apuntando hacia fuera, una postura que, luego supe, venía determinada por la forma y la disposición de las articulaciones de la cadera.

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McGill es profesor emérito de Biomecánica Vertebral en la Universidad de Waterloo, Canadá, y uno de los especialistas más reputados en lesiones de espalda. Suele tratar los casos más complicados y entre sus clientes se encuentran varios campeones de MMA, levantadores de pesas e incluso otros médicos especialistas de la espalda incapaces de aliviar sus propios dolores.


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Mi caso no era nada complicado. A menos que la postura que adoptaba al hacer sentadillas coincidiera con la estructura de mis caderas (que no era el caso), era solo cuestión de tiempo que acabara lesionándome.

Desde entonces, me he ido fijando en las sutiles diferencias en la forma de sentarse de los hombres: el ángulo de apertura de las piernas, el grado de inclinación del tronco hacia delante o atrás o el ángulo que forman los pies y si estos están colocados simétricamente (en mi caso, pro ejemplo, abro el pie izquierdo más que el derecho, otra de las razones por las que el ejercicio convencional me acabaría causando problemas tarde o temprano). Todos esos detalles reflejan las cuasi infinitas variaciones de la estructura pélvica y los orígenes ancestrales del tipo en cuestión.

Lo más habitual será que encuentres artículos en los que se señale con toda profusión de argumentos que el espacio que ocupan hombres y mujeres es “tiene un carácter de género inherente”

Sin embargo, si ves la palabra manspread en algún artículo de opinión, puedes estar seguro de que no se estará usando para hablar de cómo para las mujeres es natural sentarse juntando las rodillas y cruzando los tobillos mientras que para algunos hombres como yo, esa misma postura resulta incómoda y dolorosa.

Lo más habitual será que encuentres artículos en los que se señale con toda profusión de argumentos que el espacio que ocupan hombres y mujeres es “tiene un carácter de género inherente”.

Pero en lugar de atribuir estas diferencias de género a la anatomía o a un posible descuido por parte del hombre, que no se ha percatado de que está ocupando más espacio del razonable, las asocia a dinámicas de poder, llegando incluso a asegurar que quienes se despatarran “se arrogan derechos y son más proclives a robar, ser infieles o a cometer infracciones de tráfico”. Exacto: si te despatarras en el metro, eres básicamente como Trump pero sin los campos de golf.

En lugar de atribuir estas diferencias de género a la anatomía o a un posible descuido por parte del hombre, que no se ha percatado de que está ocupando más espacio del razonable, las asocia a dinámicas de pode

McGill nunca había oído hablar del término manspreading antes de nuestra charla, pero enseguida lo relacionó con su trabajo con deportistas de élite.

Esta, por ejemplo, es una foto del legendario levantador de pesas ruso Vasily Alekseyev sentado junto a otra de él mismo levantando pesas.

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Observamos el mismo ángulo de piernas, ¿verdad? Lo mismo me ocurre a mí, aunque mi tamaño sea la mitad del de Alekseyev. Y lo sé porque McGill utilizó los dos test que aparecen en este vídeo para determinar cuál era mi postura ideal para hacer sentadillas (puedes hacer la segunda prueba en casa). “La mayoría de los hombres descubren que la postura menos tensa es con las rodillas separadas”, señala.

Esto es lo que ocurre cuando alguien como yo se sienta con las rodillas juntas: el hueso redondeado en el extremo superior del fémur se traba con el borde exterior del acetábulo (el hueco de la cadera), generando tensión en el labrum que cubre el hueco.

Para ellas, sentarse con las rodillas juntas es una postura que no ejerce ningún tipo de presión

Para adoptar esa postura, debo activar los músculos aductores, en la parte interna de los muslos. Eso automáticamente genera resistencia por parte de los abductores, situados en la parte exterior de los muslos, provocando una tensión que puede irradiarse hasta la parte baja de la espalda.

En el instante en que abandono la contracción, los muslos se me separan dejando una abertura de casi 40 cm desde el centro de cada rótula, más de tres cuartos de la distancia de un despatarre masculino “oficial”.

Las mujeres, sin embargo, tienen la pelvis más ancha y una inclinación de los huesos de los muslos más alineada con la línea media del cuerpo. Para ellas, sentarse con las rodillas juntas es una postura que no ejerce ningún tipo de presión. Esto cambia durante el embarazo, cuando el peso del vientre hace que tengan que abrir las rodillas.