Lo del referéndum de Catalunya parece una película de Berlanga

Choque de trenes. Desafío separatista. Golpe de Estado. Guerra jurídica. Jaque a la democracia. Ataque a las libertades. A las de España y a las de Catalunya, claro. Gravísima crisis nacional sin precedentes. En resumen, panorama dantesco, que diría aquel.

La consulta prevista para el próximo 1 de Octubre ha generado en la zona geográfica Península Ibérica (no quiero herir sensibilidades) la situación más tensa, la más cargada de agrios gestos y duras declaraciones políticas que nuestra mente alcanza a recordar en los últimos… ¿30 días?

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O dicho de otra forma, menos sustos, que tenemos mucho callo en eso de que la democracia y la zona península ibérica salte en pedazos cada semana por uno u otro motivo. Así que, lejos de análisis políticos o legales, que disfrutemos.

Debemos disfrutar, como disfrutamos de una buena comida o vino mediterráneo, de lo que la cosecha de la actualidad nos lleva a la mesa; en este caso del remake versión 2017 de la Escopeta Nacional

Sí. Disfrutemos del espectáculo, sentémonos cual fan de Narcos, Juego de Tronos o House of Cards, a gozar otro capítulo más de la exquisita tragicomedia que siempre es España.

La crisis del referéndum nos ha dejado —y nos seguirá dejando— escenas sabrosísimas, momentos que son de degustación obligatoria ya nos consideremos españoles, catalanes, andaluces, vascos, gallegos o de Soria. Debemos disfrutar, como disfrutamos de una buena comida o vino mediterráneo, de lo que la cosecha de la actualidad nos lleva a la mesa; en este caso del remake versión 2017 de la Escopeta Nacional que le hubiera gustado hacer a Berlanga que está en los cielos.

Escena 1. El pobre Toni

Un dispositivo de la Guardia Civil aparece una buena mañana por un pueblecito de Tarragona en el que nunca sucede nada. A pesar de la calma habitual en el pueblo, lo cual trae consigo y de forma natural un ADN apachorrado a prueba de sobresaltos, cuál de sus vecinos no sabía esa mañana que últimamente y por desgracia, en Catalunya habían sucedido cosas graves… La incertidumbre y los rumores se apoderan del ambiente en el pueblo durante los primeros instantes. “¿La Guardia Civil? ¿Qué me dices? ¿En el polígono? Será una célula de esas, Montserrat, no hay otra”. “La Virgen Moreneta no lo quiera, Jordi”.

Ya se sabe, en agosto nunca se hace el agosto en el mundo de los folletos, carteles y promociones

Falsa alarma. El dispositivo de la Guardia Civil desactivaba en ese preciso instante la imprenta del Toni. Pobre Toni. Con lo mal que se le había dado el verano al pobre hombre. Y es que, ya se sabe, en agosto nunca se hace el agosto en el mundo de los folletos, carteles y promociones.

Menudo chasco ver convertido el encargo del año, un buen puñado de papeletas para votar y cartelería para promocionar el referéndum del 1-O, en una operación judicial con la imprenta del Toni abriendo los telediarios. ¿Qué dirá la familia de León cuando lo vea? Irremediablemente Antonio, aquel emigrante del carbón que llegó a Catalunya para convertirse en Toni el de la imprenta, acaba de quedar, el pobre, marcado para siempre.

Escena 2. Lo institucional

“Lo ilegal es ilegal y desde ya seremos implacables contra ello”, anunció solemne el presidente del Gobierno en rueda de prensa tras la desarticulación de una docena de imprentas como la del primero afortunado y más tarde desafortunado Toni.

Tras las palabras de Rajoy, en la sede del PP las trituradoras y los martillazos comenzaron a sonar. “Cómo que implacable, qué dice éste de implacable”, los gritos si no eran de pánico eran de absoluto desconcierto. Un desconcierto, que, como pasara en aquel pequeño pueblo de Tarragona, por suerte no duró demasiado.

“¡Que está hablando de Catalunya, idiotas, de Catalunya!”, tuvo que recorrer un experimentado asesor del presidente despacho por despacho para devolver la calma a un lugar por un momento tomado por el caos. Con un contrato de adjudicación que aún no había salido a concurso en la mano a medio triturar, un alto cargo del partido pasaba del sudor frío a una risa floja que sabía a dulce alivio.

“Hemos incautado 100.000 carteles publicitarios del referéndum ilegal”, mostraba orgullosa la cuenta de Twitter del ministerio la fotografía del mismísimo cartel prohibido a sus más de 400.000 seguidores

Claro, la maldita cartelería de Catalunya, murmuró mientras llamaba a su secretaria para que volviera a imprimir un documento que había roto por confusión. Al tiempo que la secretaria del alto cargo del partido dejaba sus huellas en aquel papel lleno de irregularidades, la cuenta de Twitter del Ministerio de Interior hacía público el alijo de la jornada.

“Hemos incautado 100.000 carteles publicitarios del referéndum ilegal”, mostraba orgullosa la cuenta de Twitter del ministerio la fotografía del mismísimo cartel prohibido a sus más de 400.000 seguidores, algunos de los cuales, los más comprometidos con la unidad de España, no sabían si vendarse los ojos para no participar del delito o denunciar al propio ministerio.

Escena 3. Escaramuzas con y sin papel

Durante el debate y aprobación en el Parlament de Catalunya de la ley de referéndum, los diputados de Ciudadanos, PSE y PP abandonaron el hemiciclo. Algunos representantes del Partido Popular, como poniendo una vela a la virgen a ver si solucionaba aquel pifostio, dejaban al irse del lugar lo que allí sucediera en manos de una serie de banderas catalanas y españolas que ocupaban sus escaños.

Con las banderas allí indefensas, sin diputado que las pudiera defender de un ataque relámpago, Àngels Martínez, señora de 70 años de CatSíQueEsPot, marca de Podemos catalana, aprovechó la coyuntura para ir, como una empleada de una empresa de limpieza, lógicamente disgustada con su explotador salario y horario laboral, retirando con desgana una a una las banderas de España ante un confuso silencio de los presentes: quienes debían estar allí gritando estaban en ese momento en la cafetería.

A 500 kilómetros del Parlament, en un juzgado de Madrid, entraba en esos momentos a caballo por la puerta Santiago Abascal, líder de VOX y reencarnación del Cid para pedir la “detención sin fianza de toda la Generalidad”

Tras ser afeado el gesto de Àngels, la veterana diputada se explicó, no había sido por española la retirada de las banderas, sino por ilegal tras el golpe de Estado del 36, introdujo Àngels una variable más que nadie esperaba.

Hablando del 36, a 500 kilómetros del Parlament, en un juzgado de Madrid, entraba en esos momentos a caballo por la puerta Santiago Abascal, líder de VOX y reencarnación del Cid para pedir la “detención sin fianza de toda la Generalidad (así, con mucha “d”) de Cataluña” por intento de golpe de Estado. Con el apoyo de intelectuales en defensa de la democracia como el teniente coronel Tejero o los toreros Francisco Rivera o Juan José Padilla, el líder de la formación de derechas se plantó ante los medios de comunicación para enseñar, papel en mano, la denuncia que acababa de interponer y acusar a Rajoy y los suyos de ser aliados de los golpistas catalanes.

Escena 4. La impresora de Rufián

En pleno 2017, con Gutenberg y su imprenta dominando la actualidad política en la zona Península Ibérica, Gabriel Rufián, diputado de Esquerra Republicana de Catalunya en Madrid, decidió no ser menos que absolutamente nadie y se plantó en el escaño con una impresora bajo el brazo. El proceso desde que la idea surgió en su cabeza hasta que se plasmó en la que sería la foto del día en el hemiciclo no fue sencillo. El de Santa Coloma de Gramanet tuvo que hacer bastantes llamadas la noche anterior al día “i”.

“Joan [Tardá], ¿te pillo liado?. ¿Cenando con quién? Bueno, da igual, te comento: ¿tú sabes si la impresora que tenemos en el despacho es republicana y cuánto pesa para llevarla a pulso? ¿Joan? ¿Joan? Se ha cortado. Ha habido desconexión. Bueno, pues molt bé, pues adiós. Compañeros de escaño y partido para esto…”.

Tras una ardua búsqueda en la red y una quedada vía Wallapop a primera hora de la mañana con un vendedor que, a buen precio, aseguraba que esa impresora era republicana, monárquica o carlista en función de quién la portase bajo el brazo, el joven líder de ERC conseguía la llave que le abriría las puertas a la fama parlamentaria.

Somos líderes en tragicomedia. Y estamos dispuestos a defender ese trono con sangre, sudor y lágrimas. De risa o de las otras

Aquí estamos, esta impresora Samsung Republicana y yo mismo, señores del Gobierno, y la alzaba a los cielos como Jesucristo alzó en algún capítulo de la Biblia algo, no recuerdo, que pretendía multiplicar.

Todo catalán puede imprimir en casa su papeleta ante el asedio del Estado, retaba Rufián al hemiciclo. Probablemente aún desde alguna comisaría, el Toni de la imprenta de Tarragona maldecía a Rufián entre dientes y pensaba, no sin razón, que nadie imprime como imprime un profesional.

Las sucesivas escenas están por llegar. Lo seguirán haciendo recordándonos que la zona Península Ibérica no será una potencia económica, ni científica, ni militar. Tampoco somos los más guapos, ni listos, ni probablemente pertenezcamos a la zona más unida del planeta Tierra. Pero sí somos líderes en tragicomedia. Y estamos dispuestos a defender ese trono con sangre, sudor y lágrimas. De risa o de las otras.