La juventud de hoy (Youth of Today), es un grupo de punk hardcore, liderado por Ray Cappo, que tuvo su auge a finales de los ochenta y fue pieza clave en el movimiento straight edge, una filosofía radical que rechazaba el consumo de carne, el sexo promiscuo, las drogas y el alcohol; y más tarde, incluso adoptó las creencias del comunismo por puro principio. Pero la banda no es de lo que quiero hablar, quiero hablar de la juventud de hoy con sus creencias reformistas y de centro, más que de ideales revolucionarios. El straight edge fue la reacción dentro de una subcultura revolucionaria contra una rama del punk rock dominada por el hedonismo y la sexualidad (algo con lo que me identificaba bastante, en especial justo después del movimiento de liberación de los homosexuales), y por lo tanto, irónicamente, más en línea con los valores conservadores. Pero siempre tuve un cierto respeto por los straight edge, cuya disciplina y convicción les valía ese atractivo de militantes y extremistas, y de alguna forma, al menos según mi definición de la palabra, glamour. Claro, muchos de ellos se convirtieron en Hare Krishnas, pero eso también tenía su glamour, en especial cuando tenían mohawks o cabezas rapadas, y se cubrían el cuerpo con complicados tatuajes, y tocaban en las bandas hardcore más rudas, como Harley Flanagan de los Cro-Mags, cuyas fotos usaba para masturbarme a pesar de (y un poco, debido a su) machismo homofóbico.
Pero los jóvenes de hoy tienen menos glamour, y abordan la revolución de una forma ligeramente menos revolucionaria. Tomemos por ejemplo, las protestas estudiantiles en Montreal, algo emocionante y admirable por su persistencia y sus números, sin mencionar sus actos de desobediencia civil en masa (lo que llevó a la pronta aprobación de una ley antidemocrática y anticonstitucional que prohibe la organización de grupos mayores a 50 personas), pero cuyas demandas, aceptémoslo, siguen siendo bastante convencionales y reformistas. Me recuerda un poco a las protestas de la juventud en Francia hace algunos años, sobre las cuales escribí en un irrisorio intento por producir mi propio manifiesto revolucionario, “The Purple Resistance Army Manifesto” (Manifiesto del Ejército de Resistencia Púrpura):
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“La reciente ‘revolución joven’ en Francia, en la que los jóvenes lucharon por su derecho a que se les garantice un trabajo permanente (¡en sus veintes!), estuvo lejos de ser lo que fueron los eventos de mayo del ’68, en los que un levantamiento de ciudadanos franceses de diversos grupos étnicos, culturales y de todas clases y edades, incluyendo las facciones comunista y anarquista, quienes se unieron contra esta continua incursión imperialista de occidente en el sureste asiático, se opuso al control de las clases en el gobierno adoptando los ideales de extrema izquierda…”
Aunque parece que las protestas en Quebec están yendo más allá de sus modestos objetivos iniciales (congelar el alza de las colegiaturas en las universidades), convirtiéndose en un movimiento más amplio y diverso contra las medidas de austeridad y los controles cuasi-fascistas de la policía y el gobierno, lo que sigue faltando, y lo que hizo que los movimientos de las generaciones pasadas fueran mucho más glamorosos e intoxicantes, son los manifiestos, la militancia y las demandas por el total desmantelamiento del sistema capitalista en el gobierno; en otras palabras, derrocar a las clases en el gobierno que dominan el mundo. La seguridad social y un alto al aumento de las colegiaturas parecen ser objetivos dignos, pero la estrategia y la mentalidad siguen siendo meramente reformistas, bajo las limitaciones de una sistema abiertamente corrupto, y por lo tanto terminan estando coludidas con el status quo. Algo a lo que difícilmente se le puede llamar una revolución.
Ahora que los gays han dejado de ser revolucionarios sexuales, ¿no sería increíble si la juventud de hoy pudiera retomar el estandarte? Un poco de sexo en las calles nunca hizo daño a nadie, y quizá le de el glamour y el tono subversivo que tanto necesitan los movimientos actuales, algo, quizá, como la gl(amorosa) fotografía que tomaron el año pasado en Vancouver, en la que una joven pareja aparece haciendo el amor durante un estúpido amotinamiento deportivo. ¡Eso definitivamente llamó la atención del mundo! [No es de sorprender que las protestas en Quebec hayan recibido tan poca cobertura mediática, y que sus números sean subestimados por los medios, y que cualquier causa de fondo o razonamiento más radical que haya sido desarrollado, hayan sido ignorados. Pero al menos nunca faltará cobertura mediática del tampón real, el Príncipe Carlos, poniendo música en un centro juvenil en Toronto (¡Gracias, juventud de hoy!).] Es una fórmula muy simple llamada: haz el amor, no la guerra. Durante las protestas en los campus universitarios a finales de los sesenta y principios de los setenta, abogar por una revolución sexual y un amor libre, estaba ligado a filosofías anti-imperialistas, anti-burguesas y libertarias. La liberación sexual se distinguía claramente de la explotación sexual que practican los intereses comerciales y capitalistas de hoy en día. Hoy, esa distinción parece ya no existir.
Supongo que lo que quiero decir es: juventud de hoy, adopten el straight edge o empiecen a coger como locos. Pero, por favor, hagan algo glamoroso.
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