Fotografía de Colin Swan
Woody Allen, el rey de la masturbación mental, no sólo se ha dedicado a escribir grandes comedias intelectuales y fantasiosas. Además de crear ingeniosos chistes que no todos entienden, él encuentra su válvula de escape en el clarinete. La música para él es tan importante como su máquina de escribir y cuando tiene bloqueos de escritor sale a caminar o se pone a tocar el clarinete en su sala de estar neoyorquina.
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Lleva muchísimos años en una relación con el clarinete, desde muy joven ha estado tocando y ya lleva un buen número de tarimas acumuladas en su historial. En YouTube se pueden encontrar videos de un jovial Woody descargando grandes pasajes de jazz en su amado instrumento, y no es un error que sea miembro activo de una banda que se dedica a tocar piezas de jazz y swing al estilo de New Orleans. Tampoco es un error que al inicio de su película Manhattan (1979), una de sus tantas obras maestras, se escuche la Rapsodia In Blue de George Gershwin, con esas cadencias de clarinete que enloquecen a cualquier nostálgico, otorgándole ese toque romántico a los escenarios de la gran manzana que aparecen bajo una narración, tan romántica como intensa, característica un tanto Allenística, y si se quiere, como un jazz.
Muchas de sus obras están matizadas con melodías nostálgicas, que sitúan al espectador, sin titubear, en una zona donde se respiran sentimientos de una época de antaño. Woody tiende a establecernos en décadas iniciales del siglo XX, y con sus soundtracks nos manda al pasado en vuelo directo de primera clase, quedando reflejado su gusto por añadir jazz y swing a sus películas, sobretodo donde el clarinete tienda a ser protagónico.
Entre sus jazzistas predilectos e influencias destacan Django Reinhardt, Chick Webb y Erroll Garner. Su pseudónimo de músico es Woody Hermen, y todos los lunes se le puede encontrar en el Café Carlyle de Manhattan tocando con la New Orleans Jazz Band, salvo que sus labores de cineasta no le permitan asistir, siempre estará allí tocando jazz y swing con sus viejos compañeros de banda, tal cual como si se tratase de una de sus películas, y no hay que extrañarse si también se le ve deambulando en la calle con clarinete en mano y pensando en filosofía, es Woody en su máxima expresión.
Mira a Woody Allen tocar en su juventud
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