Hacer un trío por primera vez es una mierda

“Tengo que hacer un trío antes de morirme”. Te suena, ¿verdad? En esta sociedad donde el sexo es tan importante, se han implementado una serie de metas a alcanzar que quedan apuntadas en una “lista” personal que se va postergando en el tiempo. Tanto si lo has hecho como si no, podemos afirmar que hacer un trío, al menos la primera vez, es un desastre. Y si no que se lo digan a chicos y chicas que han visto como el ideal de ménage à trois ha sido un fiasco en toda regla.

Pero todo tiene una explicación, no te alarmes. Cada caso que te cuento es diseccionado por la doctora Francisca Molero, presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología, que da respuesta profesional a cada incómodo caso.

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Coge libreta y boli, que vas a aprender y a divertirte por partes iguales para corregir o mejorar esta práctica sexual. Tres son multitud… o quizás no.

La paja humana

Un amigo, una chica con curiosidad y yo acabamos en casa de mis padres después de una noche de fiesta. Estábamos de pie bajo la penumbra en mi habitación sin saber muy bien el protocolo de acción mientras inhalábamos el denso ambiente de nerviosismo. Ella cada vez más retraída y yo que no me aventuraba a dar el primer paso.

Fue mi amigo el que se envalentonó y comenzó a besarla. Yo me uní como pude rozando pezón y empezamos a desnudarnos. Era bastante cómico, incluso lamentable. Tenía la polla fuera medio morcillona viendo como se la comía a mi compinche mientras ella me leía en braille con sus manos. Reinaba la descoordinación. Tenía la boca muy seca y, tras un momento de agobio, decidí ir a la cocina a hidratarme con un buen trago de sosiego.

Me acerqué y subí a la cama por los pies de mi colega con la mala suerte de que sus deditos rozaron mi bolsa escrotal

Cuando volví ellos dos habían comenzado a follar. “Qué rico”, dije en alto. Me acerqué y subí a la cama por los pies de mi colega con la mala suerte de que sus deditos rozaron mi bolsa escrotal porque mi pequeña cama de 90 empotrada en la pared no dejaba margen de maniobra.

No sabía qué hacer ni cómo ponerme. Un impulso enardecido por mi incómoda quietud hizo que aposentara mis dos manos sobre la pelvis de la chica y acompañara la fluctuación que ejercía sobre el pene de mi amigo hacia arriba y hacia abajo. Si lo piensas, estaba haciendo una paja a mi colega a través del salvoconducto femenino. Yo agitaba a la chica para que él lo gozara. Grotesco.

“Pensamos que todo es posible en el sexo y que somos muy abiertos, pero no es cierto. Nos faltan habilidades eróticas para según qué cosas” – Francisca Molero, sexóloga

Tomé conciencia de tal despropósito y pasé a la acción, aunque, de nuevo, no supe tomar la mejor decisión. Agarré de las caderas a la chica y la acerqué hacia mí. Mi cíclope de cabeza morada estaba firme y me abalancé sobre ella, pero como mi amigo seguía debajo, no supe dónde poner mis zarpas que terminaron sobre sus velludos y viriles muslos mientras yo empujaba con algo de desconcierto.

Él comenzó a reír. Normal. A ella se le cortó el rollo al ver de frente la carcajada. Normal. A los pocos segundos terminó el peor polvo de mi vida sin que ninguno de los tres llegara, ni por asomo, al orgasmo.

Dani, 27 años

Este caso no es tan raro porque una cosa es tener la fantasía y otra bien distinta es llevarla a cabo. Pensamos que todo es posible en el sexo y que somos muy abiertos, pero no es cierto. Nos faltan habilidades eróticas para según qué cosas. Además, si con dos personas suelen haber problemas para romper el hielo y dejarse llevar, es mucho más complejo cuando introduces a un tercer sujeto en la ecuación.

Si la mente está activa y no dejas que fluya, quieres controlarlo todo y es contraproducente. La risa pudo ser el elemento para bajar la tensión y perder la sensación de ridículo, pero al enfadarse se magnificó. En el fondo lo probaron por probar y eso no acaba funcionando porque no tienes vínculos que creen el deseo.

Infalible pero precoz

Salí una vez más con mi alocada amiga bisexual y coincidimos en la discoteca con un chico el cual nos habíamos liado las dos por separado. Al llegar a casa, ella me sacó el tema: “¿Y si le decimos que se venga?”. Yo tenía mucha curiosidad por hacer un trío, aunque estaba algo dubitativa. Me tranquilizó con un morreo que me dejó perpleja y dije: “Hagámoslo”.

El chaval ya estaba en su casa empijamado, pero solo necesitó un “si vienes, nos tienes a las dos para ti” para que saliera escopeteado. A los pocos minutos llegó mientras nosotras nos fumamos un peta para amenizar la espera entre pícaras risas. Le recibimos en ropa interior, cosa que le intimidó un poco al principio, pero cuando comencé a dudar en voz alta soltó “o follamos todos o no folla nadie”. Nos metimos en la cama sin titubear.

“La risa disminuye la ansiedad de ejecución. Hay que tomar ejemplo del sentido del humor”– Francisca

Parecía una porno, una a cada lado y jugueteando con su mástil un ratito cada una. Tras un par de minutos de desconcierto, nos dejarnos llevar, aunque él se relajó mucho —muchísimo— más que nosotras. Quizás fue la situación morbosa o mi don innato con la lengua, qué se yo. El caso es que se la estaba comiendo mientras se daba el lote con mi amiga y de repente soltó un “¡para, para, que me corro!”. Demasiado tarde. Menos mal que después pudo cumplir tras un rato de coñas y bromas.

Naiara, 23 años

La risa es la diferencia con el anterior caso, ya que disminuye la ansiedad de ejecución. En cualquier situación puedes encontrarte el resultado que no se espera, pero si las cosas no se dramatizan, se puede encauzar y hacer que funcione. De algún modo se conocían y el nexo era la chica bisexual, que tenía la iniciativa y “guiaba” a los otros dos.

Es un claro ejemplo de que ante cualquier situación que a priori parece horrible, se puede dar la vuelta con sentido del humor, relativizando la situación y volviendo a empezar. Hay que tomar ejemplo.

El almacén

Hace un tiempo trabajaba en una discoteca y solía venir una chica que me mostraba reiteradas veces su interés sin que llamara mucho mi atención. Una de esas veces —la última, de hecho—, me enseñó su nuevo piercing en el pezón y me pidió un pico. Un compañero algo cabrón se acercó arrojando leña al asunto. Yo accedí, con la condición de que se viniera al almacén con mi compi y conmigo en plan coña. Ella me espetó con un “vale” y nos inmiscuimos en el tumulto de la sala hasta entrar en el escondrijo. Serían las 4:00 de la mañana.

Una vez dentro y habiendo cerrado con llave, nos pusimos al lío. Nosotros nos quitamos la ropa primero para que no fuera tan intimidatorio hasta que ella hizo lo propio. Se agachó y comenzó a comérsela a mi amigo. Dije: “¿Qué pasa, la mía no te gusta?” y se la metió en la boca mientras ofrecía su pozo del deseo a mi colega que se apoyó en una torre de tres cajas de Schweppes y comenzaron a follar.

Mi amigo siguió con su respiración desaforada hasta agonizar en el abismo de placer que provocó la exhumación de fluidos sobre su mano y el suelo

Era la primera vez que hacía sexo a tres bandas y no era cómo me imaginaba. Mi cabeza estaba un poco aturdida y mi flujo sanguíneo no terminaba de bombear suficiente sangre. De repente, lo que faltaba: llamaron a la puerta . Tras unos segundos de desconcierto, mi amigo siguió con su respiración desaforada hasta agonizar en el abismo de placer que provocó la exhumación de fluidos sobre su mano y el suelo.

Por mi parte todo iba a peor. No conseguí que se me empalmara del todo y no pude ni meterla. Asumí la situación y dimos el encuentro por finalizado. Abrimos la puerta y nos encontramos la sala vacía y las luces encendidas. Joder, perdimos la noción del tiempo. La chica se alarmó y salió corriendo abrumada sin recoger ni su bolso ni su chaqueta del guardarropa.

Jose Luís, 27 años

Si hablamos de fantasías de chicos, el trío estereotipado se compone por dos chicas. Pocos chicos fantasean con hacerlo con un amigo, y más si los dos son heteros. Además, está el tema de la equidad o la reciprocidad, que se complica a tres bandas. Si uno lleva la iniciativa puede dejar al otro a un lado.

En este caso, si no hay suficiente erección, la persona lo nota y se bloquea para seguir participando en el juego. Es frustrante, aunque también comprensible porque se quedó descolocado al romper expectativas y los agentes externos no ayudaron a que fluyera solo.

Los becarios dominarán el mundo

Trabajaba en una startup y solíamos pegarnos unas buenas farras con el equipo. Ya sabes, ambiente joven, muchas horas juntos y las hormonas haciendo de las suyas. Llevaba un tiempo flirteando con el jefe y esa noche hacíamos una fiesta en su casa, por lo que estaban todos los ingredientes sobre la mesa para que ocurriera algo.

Así fue. Tras unas copitas y alguna que otra sustancia, comenzamos a besarnos en el pasillo desatados por la pasión como si el mundo fuera a terminarse. Subimos las escaleras guiados por la torpe lujuria y entramos en su habitación. Seguimos a lo nuestros sin importarnos lo más mínimo la presencia de la becaria, que estaba allí hablando por teléfono en uno de los pocos rincones que quedaban en silencio.

“Si lo que querías era tirarte a la niña becaria, no sé qué hacías conmigo”, solté

Extasiada por el reverdecer de una ingente cantidad de estrógenos, le ensarté un beso y la integramos en nuestro improvisado plan carnal. Mi primer trío ya era real.

¿Cuál fue mi sorpresa? A la que nos pusimos a follar, el imbécil del jefe comenzó a pasar de mí y se centró solo en ella. Era descarado. Un impetuoso sentimiento de recelo hizo que agarrara mis cosas y me marchara. “Si lo que querías era tirarte a la becaria, no sé qué hacías conmigo”, solté. Cerré la puerta y ellos siguieron fornicando como si nada. Fue humillante.

Cristina, 26 años

Aceptó compartir cuando en el fondo no lo deseaba. Ella quería exclusividad, pero accedió porque estaba desinhibida por los efectos del alcohol. Para nada fueron celos. Quizás ni si quiera fue consciente de que él estuviera más pendiente de la becaria, pero sin querer lo vio así porque esa situación no era lo que buscaba en un principio. No es fácil ser asertivo en estas situaciones.