Salud

Ahora sí, hablemos de hipocondría

An illustration of a spoon filled with psychiatric pills for hyp

¿A cuántas personas escuchaste, durante los últimos años, preocupadas y angustiadas, capaces de autodiagnosticarse una enfermedad física o mental? ¿A cuántas personas viste buscando evidencias para reafirmar algo que dicen tener?

Hablemos del miedo. Un miedo exacerbado relacionado con la salud. Una catarata de sobreinterpretaciones que nos lleva a sentarnos frente a nuestras computadoras y comenzar a googlear desesperadamente. ¿Qué significan estas conductas? ¿Somos conscientes de que lo primero que debemos hacer frente a este terror es consultar con un especialista? 

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Vivimos en una sociedad donde ciertos términos y conceptos son utilizados cotidianamente sin tener una información profunda de su contenido exacto. Asociamos síntomas y enfermedades de manera incorrecta y somos capaces de automedicarnos sin haber consultado a profesionales de la salud.

Para quitarnos las dudas y dejar de hablar de supuestos que abruman e interfieren en nuestra salud mental, decidimos hablar con Santiago Levín, médico psiquiatra argentino.

VICE: ¿Puede ser que utilicemos mal el término “hipocondría”? ¿Qué es exactamente?

Santiago Levín: El lenguaje cotidiano suele cambiar el sentido de algunos términos técnicos. Pasa, por ejemplo, con el Trastorno Obsesivo Compulsivo, el famoso TOC. Hoy escuchamos “tengo muchos tocs”, queriendo decir que se tienen algunas ñañas cotidianas, algunas conductas repetitivas. Pero el TOC es uno solo —no varios, no muchos— y es un trastorno mental importante.

En este mismo sentido, sobre todo en una metrópoli como Buenos Aires muy tocada por el psicoanálisis, hablamos con términos técnicos casi sin darnos cuenta. Hipocondría no es ser un poquitito cagón con la salud propia; no es tener “miedito” de padecer una enfermedad grave. Tampoco es sentir preocupación en medio de una pandemia que ha desatado una crisis generalizada.

Estar ansioses en pandemia es lo normal, lo esperable y lo pertinente. Sentir algún tipo de temor relacionado con temas de salud también es normal y es corriente, sobre todo si se piensa que nuestra vida transcurre entre noticias preocupantes de salud de personas cercanas y queridas.

La hipocondría es mucho menos común que esto que vengo describiendo y es un verdadero trastorno mental que puede aparecer de diversas formas y con gravedades variables: puede formar parte de un síndrome depresivo, puede ser un trastorno en sí mismo (el trastorno hipocondríaco), y también puede pertenecer a un trastorno psicótico en el que el síntoma adquiere carácter de delirante.

¿Cuáles son los síntomas que tiene una persona para determinar que tiene hipocondría?

Ante todo, repasemos la idea central: tener temores ocasionales en relación con la propia salud es normal, es esperable, es pertinente y hasta es sano porque nos impulsa a hacernos los controles en salud que todos y todas debemos hacer periódicamente. Jamás es una buena idea patologizar la vida cotidiana, es decir, convertir vivencias habituales y normales en patológicas.

Por eso es muy importante distinguir entre ñañas comunes y verdaderos trastornos. En el primer caso, es la vida misma y sobre todo la vida en épocas de hiperinformación e hipercomunicación. En el segundo caso, si realmente se tratara de un trastorno mental, habría que consultar con el especialista.

¿Cómo sabemos que estamos frente a un trastorno mental? 

Hay sufrimiento constante, con mucha ansiedad, con una probable depresión acompañante, y la idea de estar enfermo es irreductible y con frecuencia muy detallada. El verdadero hipocondríaco consulta profesionales sin parar y casi nunca encuentra lo que busca. Pero, ¡cuidado! La hipocondría no funciona como una barrera contra las enfermedades: el sujeto que tiene hipocondría también puede enfermar del cuerpo, razón por la cual jamás se debe descuidar la salud integral de quien sostiene, de un modo exagerado o delirante, que padece de una o varias enfermedades.

¿Cuánto condiciona el pensamiento a nuestra condición emocional?

Una persona puede tener un trastorno hipocondríaco y ADEMÁS enfermar del cuerpo. No son excluyentes. Existe un vínculo muy estrecho entre pensamiento y emociones. La cultura occidental tiende a darle mayor importancia a las cogniciones que a las emociones, pero ambas son parte inseparable de la experiencia humana. Somos seres biológicos y al mismo tiempo culturales, de un modo inseparable e irreversible. La salud es una sola, aunque la dividamos en “mental” y “corporal”, y existe una íntima relación entre ambas y entre las emociones, los pensamientos y la salud que llamamos “del cuerpo”.

Para tratarla, ¿existe algún tipo de tratamiento?

Por supuesto. El tratamiento va a depender del diagnóstico específico, es decir, del origen y cualidad del síntoma hipocondríaco. Si se trata de un síntoma en el contexto de una depresión, se tratará la depresión; si es un componente de un síndrome delirante (ya hemos dicho que la hipocondría puede adquirir estatuto de delirio), se tratará de un modo diferente. Siempre formará parte del tratamiento la psicoterapia, y con mucha frecuencia se agregará también el tratamiento psicofarmacológico. Psicoterapia, medicación, enfoque grupal y familiar, pueden venir juntos o irse agregando en función de la evolución.

Algunos cuadros con síntomas hipocondríacos mejoran con el tratamiento, pero hay algunos casos muy difíciles de tratar. Estos últimos son poco frecuentes, y se constituyen en verdaderos desafíos.

¿Un contexto social mundial como este puede disparar un trastorno?

Sí. Una situación de crisis sanitaria mundial es un contexto angustiante para todos y todas, por supuesto. No la vamos a sacar gratis en materia de salud mental en ninguna parte del mundo.

Ya en mayo de 2020 el Secretario General de la ONU, António Guterres, había llamado a todas las naciones del planeta a aumentar los presupuestos en salud mental para prevenir lo que ya en ese momento se veía como una segura avalancha de consultas por ansiedad, depresión y empeoramiento de los cuadros ya existentes.

Algunas pocas personas, hay que decirlo, se vieron beneficiadas por la pandemia. Me refiero a las personas con fobias que involucran el encuentro con los demás: las medidas restrictivas les vinieron como anillo al dedo para justificar el encierro del que no podían salir antes de la crisis sanitaria. Pero esto es un grupo muy pequeño: la mayoría ha sufrido y sigue sufriendo a causa de un desastre sorpresivo que cambió nuestras vidas de modo radical de un día para el otro. Y esto incluye a las personas que padecen cuadros que se acompañan de síntomas hipocondríacos. Acá es importante recordar: no existe un solo modo de llevar una hipocondría, sino muchos modos diferentes: puede ser parte de una depresión, puede ser parte de un trastorno de la personalidad, o puede constituir el núcleo de un delirio en el contexto de una psicosis. Y lo más importante: también puede ser, sobre todo si el síntoma es ocasional y leve, parte de la angustia normal, pertinente y esperable (es decir, sana) en un contexto de mucha angustia generalizada como es una pandemia de estas características. ¡No queremos patologizarlo todo!

¿Cómo es la dinámica de una persona que tiene hipocondría en la actualidad?

Para empezar, un profesional, cuando es consultado, se hace las siguientes preguntas: ¿Se trata de una reacción esperable, comprensible, en un contexto muy angustiante, o es un síntoma ya organizado, que tiende a persistir, que condiciona la conducta y que ocasiona mucho sufrimiento y cambios en los hábitos de vida?

¿Qué le aconsejarías a las personas que padecen este tipo de trastorno y qué le aconsejarías a las personas que deben tranquilizar a quien padece la hipocondría?

El consejo es sencillo: si lo que te está sucediendo te preocupa realmente mucho, si te angustia, si te quita el sueño, si te ha disminuido la calidad de vida comparando con el pasado, si pasás por momentos de desesperación y hablar con amigos o seres queridos no te alivia o te alivia muy poco… llegó la hora de consultar con un profesional del campo de la salud mental.

Siempre, siempre, pero siempre es conveniente comenzar la búsqueda por el médico o la médica de cabecera. El médico de familia, la pediatra, la vecina enfermera, saben mucho más que uno de los problemas de salud y nos pueden orientar. No desesperarse, buscar ayuda, hablar con nuestra gente de confianza, son siempre conductas recomendables. Como decían las abuelas: dolor compartido es medio dolor; alegría compartida es doble alegría. Y siempre, en algún punto del camino, estamos los psiquiatras para dar una mano.